Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Matrimonio en crisis?

Autor:

Mayte María Jiménez

Unión estable entre dos personas libres para formar un núcleo social. Esta es una de las definiciones del matrimonio… esa «unión» que desde niños nos describen como destino a la felicidad, y que una vez pasados los años, hay a quienes se les abalanza en la cotidianidad desprendido de todo vestigio de fantasía.

En los últimos años en Cuba, al igual que sucede en varios países, el índice de matrimonios ha disminuido. Las causas apuntan a la incidencia de las dificultades económicas, dinámicas de vida con mayores libertades, falta de proyectos o sencillamente que las parejas no sienten la necesidad de casarse para formalizar su relación ante el mundo.

Se dice que hay una preferencia por la vertiente hedonista del amor, por lo que las relaciones de pareja se asumen más bien para «pasarla bien». Es muy común que los jóvenes dilaten el momento en que toman la determinación de unirse de manera legal. En ellos, el «sentimiento» está más centrado en elementos de la pasión, que en el compromiso y la responsabilidad.

De esta manera se va prorrogando un estado de relación muy adolescente, en el que se extiende la edad para casarse, tener hijos y articular un proyecto de vida. Hay otros factores que pueden influir en ello, como la incertidumbre con respecto a su estabilidad laboral, las condiciones de vivienda y la propia economía.

Para muchos casarse está más relacionado con acciones prácticas y concretas como tener una luna de miel, una ceremonia, fotos, vestirse con traje… Pero no existe una cultura de los derechos legales, los beneficios y lo que significa estar casados, revelan investigaciones sociales realizadas por diversas instituciones del país.

También ha cambiado, según tendencias medidas por sociólogos, la concepción de que el matrimonio será «hasta que la muerte los separe». Se ve como un estado que puede ser pasajero, de manera que muchos sienten que la eternidad no existe, ni siquiera en los sentimientos.

Sin embargo, este comportamiento no es malo. Es bueno ser conscientes de que la denominada estabilidad no necesariamente es felicidad, y, por tanto, cuando se siente que la pareja no da más, seguir adelante es una buena opción.

Esto va aparejado al desarrollo del pensamiento social que ha dejado atrás las concepciones conservadoras del matrimonio, en las que había que estar juntos a como diera lugar y a cualquier precio.

Los investigadores sociales sostienen que a nivel mundial existen dos tendencias: por una parte se ve la prórroga en la edad del primer casamiento legal, y, por otra, un aumento de las uniones consensuales.

Como ceremonia y tradición el matrimonio puede ser asumido por quienes lo deseen, pero conscientes de que no es una firma estampada en un papel, o el traje y la fiesta, lo que hará perdurable la unión. Los derechos y deberes más importantes se establecen en lo sentimental y moral, y no precisan de abogados que los confirmen.

Ante las nuevas maneras de asumir las relaciones personales e íntimas en una pareja, con o sin formalidades, y las libertades de unión que no requieren el reconocimiento social, el matrimonio termina respondiendo más a una institucionalización social en un marco de derechos y deberes.

Pero el matrimonio como compromiso va más allá de la formalización y reconocimiento social, más allá de la pasión y el enamoramiento… Es una conexión, una relación de complicidad, armonía, respeto y solidaridad que se establece con el otro.

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