Despojado de su ropaje citadino, el Festival Nacional de Artistas Aficionados de la FEU concreta, a mi juicio, uno de sus momentos imprescindibles cuando apuesta al contacto con las amplias mayorías. Y este paso sobreviene con el programa colateral de dicho evento, el cual evita el enclaustramiento en las sedes universitarias y logra que se muestre a los ojos de la sociedad.
Esa ventana más allá de sus predios resulta una manera oportuna de sacar mayor provecho al esfuerzo que implica reunir, como en esta ocasión, a más de 400 jóvenes artistas, una cifra respetable, quienes están representando esta semana, en la ciudad de Santa Clara, lo mejor del movimiento de aficionados.
Prácticamente ninguna manifestación artística es ajena a este suceso: hay presentes 12 agrupaciones de teatro, nueve de danza, 48 obras de artes plásticas, 12 audiovisuales y un conjunto literario en que destacan poesía y narrativa.
Tampoco se puede pasar por alto que el certamen es, a la vez, epílogo y esperanza. Primero porque resume lo acontecido en los festivales a nivel de universidades y provincias; y segundo, porque todos vienen a intentar coronar el sueño de conquistar un premio.
Viendo los deseos con que actúan, el disfrute que experimentan al hacerlo y los aplausos que desatan —signo de indudable aprobación—, se intuye también las horas y más horas que dedicaron a los ensayos sin descuidar sus estudios.
Ahora todas estas virtudes, conocidas por sus compañeros de aula, son apreciadas gracias a su extensión hacia la comunidad, con presentaciones en instituciones culturales o repartos de esta urbe —como El Condado—, en Jibacoa, en el Escambray, y en comunidades de Remedios, Caibarién, Sagua la Grande, Isabela de Sagua y Manicaragua.
Punto aparte merece el gesto de solidaridad de actuar para los niños ingresados en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda, a quienes les proporcionaron un momento de alegría.
El acto de trascender hacia las comunidades está, indudablemente, en correspondencia con la decisión de la FEU de lograr un creciente aporte del movimiento de aficionados universitarios, en calidad y cantidad, a la cultura territorial y nacional.
En ese sentido este festival, exponente de la participación de los educandos en diversas expresiones del arte y la literatura, dejó ya su impronta, aun cuando todavía falte camino por andar para lograr que el movimiento de aficionados se convierta en protagonista de mayor peso en el ámbito cultural nacional.