Mis jefes me han encargado una crónica por este fin de año. «Algo distinto, Juan», me pidieron. Yo he repetido para mí: «Así que algo distinto… Pero, ¿como qué?» Y heme aquí, angustiado ante la computadora, mientras aguardo porque alguna musa samaritana se conduela y me regale un tema.
A ver, a ver… Tal vez podría evocar el lechón asado, plato típico del 31 de diciembre. ¡Ah, qué delicia! Estoy por conocer al cubano que no claudique ante los efluvios de un puerquito a punto de bajarse de la vara. Y si es el pellejo crujiente y lustroso de grasa... Bueno, ¡por favor!
Pero no. Escribiré sobre lo que entraña para una persona desprender la última hoja del almanaque. «El final es solo el comienzo», dijo alguien. Y sí, es un magnífico pretexto para la introspección y para sondear derroteros inéditos en esta variopinta existencia que nos ha tocado vivir.
¿Y si converso de lo bueno y de lo malo que hicimos en los 12 meses? Una de cal y otra de arena. Sería un ejercicio para clonar los aciertos, aprender de los errores e intuir las acechanzas antes de que se nos vengan encima. No es mío: «Quien olvida su pasado está condenado a repetirlo».
Un buen tema sería comentar qué nos espera en el 2013. Los cubanos interrogamos el porvenir sin contraer el entrecejo. Si somos los actores de la actualidad, ¿quién mejor que nosotros para modelarnos lo ulterior? Hay que labrar un buen presente para tener un bonito pasado en el futuro.
Los hijos… ¡Pues claro! Anhelamos para ellos un período que semeje un gran mural, donde cada pincelada resulte metáfora para mejorar su entorno y para mejorarse ellos mismos. Lo aseguró Paulo Coelho: «Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas».
¿Y un nuevo año que debute sin conflictos bélicos? Hacer el amor y no la guerra, como pedía Lennon. ¡Cuanta miseria se atenuaría en el globo terráqueo con lo que se malgasta cada año en misiles y bayonetas! Tenía absoluta razón Bob Marley: «las guerras seguirán mientras el color de la piel continúa siendo más importante que el de los ojos».
Podría hablar de la felicidad. Es posible, cómo no. Y del mágico efecto que produce una sonrisa en estos tiempos de ofuscación. Y de lo que representa encontrar cuanto antes los valores extraviados. Y del apuro porque lo espiritual prime otra vez sobre lo material. Y de esto y de aquello…
Pero las musas no aparecen y el tiempo apremia. «La inspiración tiene mucho de transpiración», dijo Hemingway. Es cierto, solo el esfuerzo corrobora la certeza del horizonte. Así que libero mis neuronas y me voy con estas notas. Si son «algo distinto» o no, ya me lo dirán.