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La Habana y Palermo conectadas por el arte

Voces sumergidas, del compositor y artista visual italiano Alessandro Librio, es una propuesta que puede disfrutarse en la 15ta. Bienal de La Habana desde una fascinante experiencia sensorial y multicultural

Autor:

Cecilia Meredith Jiménez

¡El bocadito de heladooo! Así reza un pregón que se escucha por toda Cuba. Pero este, como quizá algunos otros, tiene una particularidad: de la clásica alocución a toda voz pasó a convertirse en una grabación —reproducida por una bocina— cansona, repetitiva y, por tanto, carente de originalidad y matices.

En este ejemplo se aprecia el temor del artista visual, compositor y músico italiano Alessandro Librio, por el destino de una tradición transmitida mediante la oralidad: «es algo realmente importante para la historia, que un buen día desaparecerá, tanto en Palermo como aquí, porque el mundo cambia por necesidad». Y, tal vez, fue este uno de los motivos que lo impulsara a grabar y acopiar pregones de diferentes provincias cubanas, en especial de La Habana, y de Palermo, ciudad de la isla Sicilia, en Italia.

De este modo, los que transitaron por la Plaza de Armas de La Habana Vieja el jueves 28 de noviembre, a partir de las 10:00 a.m. probablemente escucharon con extrañeza: ¡Aguacateee, aguacateee! ¡Hay plátano burro, hay plátano burro! ¡Hay ajooo, hay ajooo! ¡Manííí, manííí. El rico manííí, manííí. Maniséate! ¡El paaan, panaderooo!

Todo ello sin que hubiera ningún carretillero o vendedor ambulante cerca. Pero estos pregones, harto conocidos en la Mayor de las Antillas, a ratos se entremezclaban con otros acordes, similares a los de la música clásica, y se intercalaban con pregones sicilianos como: ¡Buon giorno, buon giornooo!

«El pregón se llama enamorar el oído para que el producto sea vendido». Enunciado que también se escucha entre pregón y pregón, resultado de una entrevista que le hiciera Librio a una vendedora que conoce bien la historia de esta importante tradición cubana, en la que se emparentan el ingenio, la poética, la música y la interpretación, y que resulta fundamental para la venta de un producto.

El artista

Alessandro Librio estudió música, específicamente violín, en el Conservatorio de Palermo. Ha compuesto obras para el cine, el teatro y espectáculos danzarios. Su vasta preparación en el medio cultural le ha permitido trazarse un camino en el arte contemporáneo.

Él, además de incursionar en la composición, también lo hace en el arte visual y en la instalación sonora, que son completamente diferentes a aquella, porque «la composición musical tiene un inicio y un fin, una forma bien precisa; mientras que la instalación sonora puede ser apreciada por cinco minutos, una hora o todo el día. Yo la concibo como una escultura invisible, porque se puede caminar a lo interno de ella».

Rememora y pone de ejemplo cuando hizo una instalación sonora en el centro de Palermo «y para escucharla toda era necesario caminar por dos horas, porque era larguísima». Librio declara que siente predilección por esta modalidad artística: «Me gusta trabajar con la instalación; también con lo urbano. Me encanta dialogar con los niños y con la gente de la ciudad».

La obra

La 15ta. Bienal de La Habana y la 26ta. Semana de la Cultura Italiana en Cuba fueron el contexto bajo el cual se inauguró Voces sumergidas. Esta obra tiene dos componentes: uno sonoro (integrado por los pregones cubanos y sicilianos) y uno visual (con elementos sonoros, ubicado en el primer piso del Palacio), y forma parte de un proyecto mayor, llamado La Habana en Palermo.

Lo escuchado en la instalación es solo una prueba piloto, «porque el proyecto entero se presentará el próximo año en Palermo y únicamente será concentrado el sonido de La Habana», según ha confirmado su autor, quien añade que el pregón, práctica oral identitaria del cubano, no solo forma parte de la cultura inmaterial de nuestra nación, sino también de la de Sicilia.

«En una ciudad especial de Sicilia, que se llama Palermo, tenemos un mercado importantísimo, en el que se escucha el sonido de los pregoneros, que allá se llaman abbanniaturi, y pregonar es abbaniar. Allí el pregón es una cosa muy reconocida, es patrimonio. La diferencia es que en Palermo hay una fuerte centralización del pregón (porque solo se escuchan en ese mercado); mientras que en Cuba los pregoneros son ambulantes. Pero la manera de pregonar en ambos lugares es similar».

Para Librio, Cuba e Italia, a pesar de ser países tan distantes, son cercanos en su energía, y en especial existe una conexión muy fuerte entre Sicilia y la Mayor de las Antillas, islas enlazadas por una misma tradición.

Esta instalación sonora solamente duró un día, el de la inauguración. No obstante, la otra parte de la obra —la visual—, denominada Partituras líquidas, permanecerá en el primer piso del Palacio del Segundo Cabo durante el transcurso de la Bienal.

***

Descorres unas cortinas. Entras a un salón oscuro casi en su totalidad. Resortes, muchos resortes, largos resortes que dificultan —junto con la oscuridad— que puedas caminar con soltura por el lugar. Una inmensa caja blanca colgada en el centro. Cuadros en las paredes con atisbos de luz. Sientes que de pronto te teletransportaste, estás en otra galaxia, otro universo, en un no-lugar.

Librio toca uno de los resortes, cables, muelles o como se les quiera llamar. Emergen sonidos. Tocas los resortes y sientes la resonancia; no la escuchas, la sientes. Y la sensación de que estás en otro universo aumenta. «¿Dónde es que me encuentro?», me pregunta mi yo interior.

Ese oscuro lugar alberga las Partituras líquidas de Librio, quien me comenta que el sonido que emana de los resortes «es todo filtrado, porque yo grabé el sonido del viento, del mar, de elementos naturales de la ciudad con micrófono de contacto. El sonido parece electrónico, mas es absolutamente natural, pues se trata de armónicos naturales. Este es transmitido por contacto —porque así la materia va a vibrar— a través de resortes que yo construí y, a su vez, a través de estos transmito el sonido a una caja de resonancia central, también creada para esta muestra».

En cuanto a la parte propiamente visual, compuesta por seis cuadros luminosos, más bien son un rejuego de formas, luces y sombras; Librio los concibió así porque de este modo percibe el mundo, incluso estando con los ojos cerrados, debido a un problema visual que tiene como consecuencia de un accidente. «Veo luces que se mueven; luz y huecos, todo el tiempo». Por eso, para él la obra simboliza la dificultad entrando en el espacio.

Luego de oír, apreciar y disfrutar de Voces sumergidas en su totalidad, me surge la duda de por qué ese nombre. «Para mí la isla (Sicilia) representa una protección, pero también una prisión, por el mar. Es una inmersión de voces en el agua. El sonido del pregonero es emergido del agua del mar. En las grabaciones aparece otra vez el mar, porque la grabación es un filtro, y este limita mucho la información. Es la imposibilidad, la dificultad de escuchar, de ver una obra perfecta», me responde Librio.

Final feliz

Librio, quien visita Cuba por segunda vez —la primera fue en 2023, en que recorrió La Habana y buena parte del país para grabar a los pregoneros y el sonido de la ciudad— se declara una persona feliz.

«Yo estuve aquí durante el mes del huracán (Rafael). Cogí dengue. Esperé a que llegaran las obras, que se demoraron muchísimo, no sé bien por qué. Estuve sin luz, sin agua, pero feliz», me dice con una sonrisa en los labios que dejan entrever que, al final, eso es lo que verdaderamente importa.

«Para mí es un gran honor que me hayan invitado a participar en la Bienal. Creo que esta es muy importante, porque es necesario el arte. Estoy muy feliz y agradezco muchísimo a la Embajada de Italia por su apoyo».

Al parecer, Librio no podía terminar la entrevista sin dejar de exponer todo su sentir: «En general me gusta mucho la inteligencia de los cubanos. Esa capacidad y fantasía que tienen para resolver los problemas y seguir adelante, habilidad que no tienen muchas personas en el mundo».

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