Con su «Catalejo», Buena Fe fustiga ese lente triunfalista para ver «de lejos» los lunares ajenos y no los nuestros como país. Y siguiéndole el juego a la alegoría óptica vindico hoy un microscopio de lo humano, que nos acompañe como un talismán en las grandes transformaciones a que están llamadas la economía y la sociedad de esta Isla querida.
Lo concibo como un cristal de aumento poderoso, una permanente mirada en detalle que nos proteja de darlo todo por sentado, sabido e inamovible, sin matices y particularidades; una aguda refracción que nos impida hartarnos y complacernos solo de los buenos deseos en el enfoque macroeconómico, de cifras e indicadores globales, sin palparles el rostro y los destinos personales a las políticas para un socialismo más pleno y eficaz.
De cara a los desafíos de la nación uno repara que hay que dejar atrás las visiones preconcebidas y globales y los enfoques verticalistas; que los grandes objetivos estratégicos de nuestro Estado deben entroncarse y horizontalizarse con los intereses y realidades del desarrollo local, los de una empresa socialista que será muy diferente a la de hoy, los de variados y activos sujetos económicos no estatales y los del ciudadano.
El hecho de que la economía cubana comience a descentralizarse y flexibilizarse, desde su núcleo estatal hegemónico, conllevará a que los distintos actores: empresa, cooperativa, trabajadores no estatales, gobiernos locales y territorios, sin dejar de cumplir con los grandes objetivos del Plan y del país, puedan acercar más sus gestiones a las propias realidades y necesidades de su entorno. Y ello, inexorablemente conducirá a ir cercando el largo brazo de cierta burocracia controladora de todo y de muy poco al final.
Este país podrá hacer realidad sus objetivos a largo plazo si allá abajo la vida económica y social fructifica por sí misma, con la participación dinámica y el beneficio de los actores locales. Este país sostendrá la suerte de todos, pero la de cada uno habrá que ir labrándola con soluciones y potestades, sin tantas trabas, en Cacocum o en Nuevitas: hasta para atender allí, con mirada sensible, los problemas humanos individuales, que no pueden distinguirse desde las macrocifras y los vastos planes.
El humanismo y la sensibilidad nos trajeron hasta aquí; por intrincados y a veces erróneos senderos, dando traspiés y levantándonos; pero nos trajeron. Y tendrán que seguir acompañándonos, con mucha más razón hoy. No se trata de restar ni dividir sino de multiplicar el bienestar y el progreso del socialismo cubano entre todos, ya no tan homogéneamente: cada uno desde su espacio y posibilidad.
Por eso hacen falta precisos catalejos para distinguir lo bueno del mundo que nos rodea, y también a unos cuantos enemigos cercanos que siempre nos están midiendo. Y poderosos lentes internos, para vernos bien de cerca los defectos y las torceduras. Pero no olvidar tampoco microscopios de gran potencia, para descubrir los males de raíz, desde la misma célula que los originan. Toda una óptica de la salvación.