En Estados Unidos se anunciaron medidas de contención para los gastos del Departamento de Defensa, pero también el secretario del ramo, Robert Gates, aclaró que las acciones para «economizar» no afectarían el presupuesto. Por lo visto se trata de hacer más eficientes los 549 000 millones del presupuesto militar básico y los 159 000 millones destinados a las guerras de Iraq y Afganistán, que han sido solicitados para el año fiscal 2011.
Sume usted y esto da 708 000 millones, más de lo que gasta el resto del mundo en estos infaustos menesteres. Por eso la publicación Counterpunch se preguntaba: ¿es realmente necesario? ¿Cuánto será lo suficiente? La cifra es 73 veces mayor que la del país que presentan ahora como «enemigo» y tienen abocado a una guerra, Irán.
La parte más sustancial de ese exorbitante gasto militar está dirigida al sostenimiento de sofisticados sistemas de armamentos para sus fuerzas navales y aéreas, lo que hace pensar a algunos de sus propios políticos más avispados y preocupados por el despilfarro de la nación. Así, un representante llegó a opinar razonablemente en una ocasión: «No pienso que un terrorista va a ser abatido por un submarino nuclear».
Pero, casi un tercio del descomunal presupuesto, exactamente 250 000 millones de dólares anuales, se dedican a mantener las 865 bases e instalaciones militares que EE.UU. tiene en más de 40 países; y no son desdeñables los 155 000 millones que paga el Departamento de Defensa a 766 000 contratistas privados.
Si mencionamos los dineros que utilizan para las guerras propiamente dichas, Iraq y Afganistán se llevan la tajada «adicional» de los 159 000 millones, solo que desde que estas agresiones comenzaron, los libros contables pasaron el trillón, exactamente 1 060 000 millones de dólares.
Una analista de Foreign Policy in Focus utilizaba el ejemplo que un autor de libros infantiles, David Schwartz, emplea para hacer entender lo que un trillón significa: «Un millón de segundos están contenidos en 11 y medio días. Un billón de segundos es 32 años. Y un trillón de segundos son 32 000 años». ¿Comprensible verdad?
¿Cuánto puede hacer Estados Unidos por su propio pueblo con todo ese dinero, o por el resto del mundo? Con solo 11 500 millones de dólares —y de acuerdo con sus precios—, podrían proveer de cuidados de salud a cinco millones de niños durante todo un año, y todavía les queda mucho dinero.
Entonces que construyan cuatro millones de casas bien confortables a un costo de 516 mil millones, añadan la contratación de todos los trabajadores de Afganistán pagándoles buenos sueldos, y sumaría otros 12 000 millones.
Todavía queda presupuesto, así que le pagan las cuentas de energía renovable para un millón de residencias con un costo total de 969 millones. Hummm, que más… Contraten a dos millones de maestros de primaria: 122 mil millones; dénles becas universitarias a un millón de estudiantes: 7 900 millones; eleven la espiritualidad y páguenle a cinco millones de profesores de música y artes a un costo de 292 500 millones.
Con todo y eso, con esas cifras que hasta están multiplicadas por la inflación, y todavía le quedan miles de millones de dólares sin gastar.
Pero la industria de la Defensa —la de la muerte, el despilfarro y la corrupción—, mangonea a su antojo, sea cual sea el Presidente de turno. Para el 2011 tendrá abiertas de par en par las puertas del banco que nutren con los bolsillos de los contribuyentes estadounidenses, incluso esos millones que perdieron sus casas en la crisis inmobiliaria, de los residentes en las zonas costeras del Golfo de México que ven esfumarse sus medios de vida por la contaminación del derrame de petróleo, de los norteamericanos que nunca accederán a la Universidad aunque se pierdan sus inteligencias, de quienes se les niega la hospitalización o la atención médica porque carecen de un seguro de salud, etcétera, etcétera, etcétera.
Emplazar un solo soldado ocupante de Estados Unidos en Afganistán durante un año tiene su costo, y es increíble desde el raciocinio: 1 186 000 dólares.
La suerte está echada, los militares, los industriales, ganan la carrera. Que Dios los coja confesados, diría mi abuela.