En mi barrio la capacidad de asombro no se agota. Como la médium que cautivó al célebre periodista y escritor Gay Talese, pero sin proclamar que son «clarividentes, clarioyentes y clarisensuales», aquí hay gente que se las trae sin creerse favorecida por fuerzas del más allá.
«La ministra del agua», así fue como en tiempos posciclónicos llamaron a Patricia, la sexagenaria que organizó la distribución de este producto mediante pipas, sin que la anarquía reinara. Cotidianamente esta mujer, con aspecto de gacela nigeriana, lo mismo te regala hierbas medicinales que la colada de café que necesitamos ansiosos.
En el INAV, como se llama este lugar de «callejas de polvo y piedra», hay también «apagafuegos» que con solo pedirles ayuda resucitan una vetusta Aurica a cambio de un «gracias». La lista es larga: Julio, Coppinger, Cruz, Peña…. Todos jubilados de las FAR. Este verano levantaron de la nada un área deportiva para librar de la abulia a los jóvenes.
Uno de los últimos sucesos de esta generosa cofradía parece un milagro, y mueve a pensar que hay hilos secretos que lían energías para desvanecer fuerzas torcidas.
Hace menos de un mes, en la barriada El Orbe, en Altahabana, aproximadamente a 15 kilómetros del INAV, Daniel Navarro fue asaltado por tres malhechores cuando iba a buscar a su madre enferma.
La historia permaneció en la intimidad familiar hasta que una llamada telefónica la develó. Supimos que gracias a la llegada a tiempo de agentes policiales, que tenían referencias de manifestaciones similares en la zona, la víctima escapó sin males mayores, pero con un tenis de menos, arrebatado por los bandidos.
Una muchacha que esperaba por el teléfono escuchó la anécdota y puso al tanto a su esposo, a quien nadie sabe por qué le apodan El Caimán, pues salvo su apariencia desmesurada todo en él es nobleza viva.
Por azares de la vida El Caimán, que es topógrafo, camina habitualmente muy cerca del escenario donde se produjo el asalto y una tarde divisó la pareja perdida del tenis de Daniel, quien no se desprendió del calzado que resultó ileso, alegando que todos somos potenciales minusválidos.
Antes de sacar de la mochila la prenda extraviada, como quien saca un conejo de una chistera, El Caimán le preguntó a Daniel: «Socio, ¿qué marca es el tenis que te arrebataron?».
Las lluvias de las últimas semanas no habían desteñido el Wisconsin que Daniel tanto había buscado, hasta con la ayuda policial, la noche del asalto. Luego de aquello, que parece inverosímil, compartimos un café y tratamos de buscar una lógica a lo ocurrido. Alguien que ha vivido mucho solo dijo: «son las fuerzas del Karma».