Una niña caricaturiza como diablos a Solana, jefe de la OTAN; al primer ministro albanokosovar Hashim Thaçi, y a Bush, culpables de la separación ilegal de Kosovo. Foto: AP
El mundo balcánico es complicado. Necesariamente se debe conocer su historia milenaria para poder acertar sobre las causas de sus actuales circunstancias, y sobre la impronta de las fuerzas que han influenciado en esta parte del mundo, en esta península que es frontera religiosa, étnica, geográfica y cultural. Fin y camino de dos mundos. Cuantiosas riquezas naturales. Pueblos buenos y laboriosos. Presencia milenaria de sus pobladores, que se remonta a 40 000 años de historia. Espacio al que, quienes pretendieron constituirse poderes hegemónicos en Europa, han llegado como conquistadores.Winston Churchill dijo que los Balcanes producen más historia que la que puede digerir. Otros han impuesto el terrible cliché de «polvorín de Europa», pero nunca hablan de quienes en verdad ponen la pólvora, la mecha y el fósforo, y de los que, al final, ponen la sangre y las lágrimas.
Vivimos en un mundo muy complejo, que se aleja, golpe a golpe, del aquel mundo bipolar surgido después de la II Guerra Mundial, que pretendió evitar que se repitiera la pesadilla de 50 millones de muertos. Pero el actual mundo unipolar mina, día a día, con premeditación, los principios que son base y garantía de las instituciones internacionales y de la convivencia pacífica entre los pueblos. Principios establecidos como expresión de una voluntad internacional de evitar aquellos horrores.
La era Bush, que se inició con Reagan dicen algunos entendidos que realmente comenzó con Roosevelt y su estado de seguridad, es un ejemplo tipo de cómo se desmontan las sociedades de derechos civiles y políticas keynesianas a lo interno de los países desarrollados. La era neoliberal demócrata de Clinton no está exenta de pecado. Y el anestésico es, pues, la lucha contra el terrorismo.
La soberanía y autodeterminación de los Estados sobre el territorio nacional, el derecho a los recursos ubicados dentro de ese territorio, la no injerencia en los asuntos internos y la autodeterminación, son piedras en el zapato capitalista neoliberal, que molestan mucho en el camino al que quieren llevar a toda la humanidad.
La autodeclarada independencia de Kosovo, impulsada por EE.UU. con el apoyo de las principales potencias de la Unión Europea es, entre otras cosas, una acción evidente de ese desmontaje del derecho que sufren las instituciones internacionales.
Establecer el precedente de imponer a la comunidad internacional un nuevo Estado a partir del cercenamiento del territorio de un Estado reconocido, miembro de la ONU y de otros organismos multilaterales, enarbolando como justificación un criterio étnico y la calificación de un gobierno (el de Slobodan Milosevic) que, además, ya no está en el poder, ataca peligrosamente las bases que sustentan la configuración de Estados nacionales surgidos como resultado de la Segunda Guerra Mundial, y pone a muchos países a merced de interpretaciones casuísticas, fuera del marco internacional reconocido.
Así, la independencia de Kosovo es un acto de fuerza, en la medida en que se basa en una reinterpretación de un acuerdo del Consejo de Seguridad, la cual se realiza al margen del propio Consejo de Seguridad, y que genera acciones contra lo que estableció y no ha modificado el propio Consejo.
Para mayor burla, los actuantes declaran que se hace con base en lo acordado previamente por la ONU. Por lo cual se establece el precedente de que un grupo de Estados, o uno solo, con la maquinaria militar suficiente, puede reinterpretar una resolución de un organismo internacional y actuar en contra de lo establecido previamente.
Este ejercicio de los poderosos no es nuevo. Recordemos cuando la Europa «civilizada» se lanzó con sus mercenarios y su poder económico contra el Congo de Patricio Lumumba, aquel prometedor líder africano, que confió en la ONU. Lo asesinaron, y crearon, gracias a las manipulaciones de las potencias occidentales, el estado fantoche de Katanga, como una forma de apropiarse de las riquezas mineras de la zona.
Las fuerzas que han impuesto la independencia de Kosovo son los mismos intereses globales que destruyeron Yugoslavia. Son aquellos que temen que la UE asuma internacionalmente el papel político que le permitiría su primera capacidad económica mundial. Son los que no desean un clima de amistad entre esta y Rusia. Los que, con ese paso, cortejan al mundo islámico, para después atacar con menor resistencia a aquellos musulmanes que no acepten sus dictados.
Como se ve, las transnacionales no tienen patria, y les molesta la existencia de las patrias, sobre todo si son defendidas. Quieren manos libres.