Son de familias Rodríguez, Valdés, Suárez, Guilarte, Sánchez, Martínez, Hernández, Acosta, Domínguez o Fariñas; sin embargo, serían cortas estas líneas para nombrar a tantos que, desde el 9 de enero de 2011, marcan su impronta en Artemisa, una de las dos provincias más jóvenes de Cuba.
Si ayer fue la tierra de la piña gustada y de las flechas de coraje y de sonrisa, perpetuada en los versos de Jesús Orta Ruiz; si en 2011 inspiró al cantautor, «si volviera a nacer, quiero que sea en Artemisa», a más de 5 000 días de su creación con 11 municipios, cual adolescente, seduce y enamora, a punto de celebrar sus 15 primaveras, en 2026.
Más que sus 4 004, 27 kilómetros cuadrados de superficie total, importa la gente que la desanda a diario con amaneceres de rocío y sombrero de guano, entre cultivos varios, granos, tabaco, caña y frutales; o quizá donde la ciencia aporta a los suelos, en su mayoría ferralíticos rojos. Más que sus contrastes de llanuras interminables, relieve ondulado, montañas puntiagudas y abruptas laderas, con tramos costeros, de norte a sur, Artemisa trasciende por quienes desde cero creen y crean en Mariel, una Zona Especial de Desarrollo, bahía de antaño con aguas tranquilas, ahora dueña del comercio por las Antillas.
Pululan los ejemplos de quienes obran por ella, desde el delegado, maestro y secretario del Partido en Machuca, en pleno Plan Turquino, en que la fe en el agua mantiene la tradición de Los Acuáticos, hasta el máster en Agroecología Fernando Funes, que echó pie en tierra en la geografía de Caimito, hasta nombrar a su finca, como su madre, Marta.
¿Otros nombres? Del pueblito de Godínez, en Candelaria, Idalys Ortiz, la campeona olímpica; de otro asentamiento igual de rural con cuatro esquinas, Haila González, la MVP de la Copa Mundial de béisbol5; o el más alto de la dupla de voleibol de playa, Noslen Díaz, también de esta tierra roja.
Habrá otros, quizá menos populares: los albañiles de la plaza, los proyectistas del vial de Artemisa a la autopista, quienes diseñaron los edificios de la entrada, o los artistas que inmortalizaron La Pupila Insomne de Rubén Martínez Villena, en un monumento de bienvenida.
El personal de Salud que ha traído en los 168 meses de Artemisa a 70 568 niños a la vida, los profes por los cuales miles de alumnos exhiben su título de graduado, aquellos del horno de ladrillos de producción local, o los capaces de hacer rodar por toda Cuba ómnibus Diana, marca de nuestras entrañas.
En estos años están el sabor de la mipyme Helados Cid, el primer semáforo de por aquí, incluso Denys San Jorge, que, a puro talento con hierro y herramientas de su padre, irrumpe en la Feria Internacional de La Habana. En este tiempo de Artemisa fue al pecho de Reynaldo Espinosa (Upita, el de la combinada y el millón de arrobas de caña cortada) la medalla de Héroe del Trabajo de la República de Cuba y la gratitud a otros héroes anónimos, que amanecieron este 2 de enero, sellando la avería de la conductora de agua de Waterloo que afectaba casi al 70 por ciento de los artemiseños.
Artemisa es combinación entre muchos nombres y apellidos, de quienes adoramos las ruinas del Cafetal Angerona, el orquideario de Soroa, la chimenea del 30 de Noviembre, el montón de estrellas de Polo Montañez, el Laguito de Bauta y el Indio de Cajío; entre tradiciones y esfuerzo constante de su gente.
Y fue su gente, apoderada de un solo nombre, artemiseño como gentilicio, quien al compilar palabras en este año 14, repitieron decenas de veces salud, para después enlazar esperanza, optimismo, luz, bendiciones, alegrías, unidad…, por todas ellas, brindamos en este aniversario de Artemisa. (Tomado de El Artemiseño)