Material bélico estadounidense arribando a territorio ucraniano. Foto: AFP Autor: AFP Publicado: 10/12/2022 | 09:48 pm
Se le han puesto en el bolsillo al Departamento de Defensa de Estados Unidos más de 858 000 millones de dólares para el año 2023, cifra cada vez mayor, pero tan multimillonaria como en los gastos fiscales anteriores. El proyecto de ley de gastos militares aporta 45 000 millones más de lo solicitado por el presidente Joseph Biden y es un aumento del ocho por ciento con respecto a 2022.
Quien tiene dos dedos de frente en Estados Unidos o forma fila entre los más necesitados o en los registros de los contribuyentes exprimidos se pudiera preguntar ¿por qué esa dilapidación consentida cuando estamos llenos de necesidades?
En cualquier lugar del mundo la palabra sería puerta abierta a los corruptos. Hablo del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que en noviembre reveló que había fallado su quinta auditoría consecutiva.
«No diría que reprobamos», dijo el contralor del Departamento de Defensa Mike McCord, aunque solo lograron presentar con claridad el 39 por ciento de sus 3,5 billones de dólares en activos.
Ahora mismo, el Ejército de Estados Unidos programa un aumento «dramático» en la producción de municiones de artillería de 155 mm para reponer las 924 000 que ya envió desde comienzos de febrero a Ucrania, incluso antes de la operación militar rusa. El propósito es triplicar la producción.
También ahora mismo, el Ejército de Estados Unidos otorgó a Raytheon Missiles and Defense un contrato por valor de hasta 1,2 billones de dólares para entregar seis baterías del Sistema Nacional Avanzado de Misiles Superficie-Aire para Ucrania, como parte del quinto paquete de la Iniciativa de Asistencia de Seguridad de Ucrania. Además, en agosto —el segundo contratista de defensa más grande del mundo—, ya había sido bendecido por el tercer paquete de ayuda militar al país que hoy constituye la avanzada de la OTAN contra Rusia, aun sin ser miembro oficial del bloque bélico de Occidente que maneja Estados Unidos.
En esta circunstancia, es obvio recordar este dato: El general de cuatro estrellas del ejército estadounidense Lloyd James Austin, tras 41 años de servicio, se retiró cuando servía como Jefe del Comando Central de Estados Unidos responsable de todas las operaciones militares en Oriente Medio y Afganistán, en abril de 2016, cargo que ostentaba desde 2013 y al que ascendió luego de haber sido condecorado con la Estrella de Plata por su actuación durante la invasión a Irak y en Afganistán.
Inmediatamente que dejó de usar el uniforme, Austin se convirtió en director de Raytheon Technologies —la segunda industria militar más poderosa del mundo—, de Nucor Corporation —la mayor productora de acero de EE. UU. fundada en 1955 como Nuclear Corporation of America—, y de Tenet Healthcare Corporation —una empresa multinacional de servicios de salud con fines de lucro con sede en Dallas, Texas, que está ranqueada en el lugar 167 de los 500 más poderosos de la revista Fortune y que, por cierto, tuvo que resolver una serie de acuerdos multimillonarios relacionados con el fraude de Medicare, Medicaid por admitir a pacientes siquiátricos que no necesitaban hospitalización y luego cobrar a estos pacientes precios inflados.
Como un ejemplo más de la práctica de ir y volver desde los cargos militares a empresas civiles pero con fuertes vínculos con el Pentágono y viceversa, Austin fue nominado por la actual administración como Secretario de Defensa el 7 de diciembre de 2020 y con una rapidez increíble el Senado lo confirmó el 22 de enero de 2021 por votación de 93 a favor y solo dos en contra. El Senado dio una «dispensa especial» porque las leyes estadounidenses supuestamente prohíben que un militar ocupe un alto cargo de gobierno hasta que transcurra un lapso de siete años a partir de su retiro.
Cuando Estados Unidos se abroga ser juez y además verdugo ejecutor de la gobernabilidad mundial, y acusa a diestra y siniestra de corruptos a otros servidores públicos y gobiernos, la realidad los supera y desenmascara una enorme hipocresía. Austin concediendo jugosos contratos a empresas que anteriormente dirigió es ejemplo de ello. A su «favor» solo decir que es lo habitual en Estados Unidos desde hace décadas. Recuerden aquella frase «Lo que es bueno para General Electric es bueno para Estados Unidos» y así se aplica…
Volvamos a las auditorías
«El Pentágono y el complejo industrial militar han estado plagados de una gran cantidad de despilfarro, fraude y mala gestión financiera durante décadas. Eso es absolutamente inaceptable», estas son palabras del senador independiente por Vermont, Bernie Sanders, recogidas por NPR, la Radio Pública Nacional de EE. UU.
A pesar de que existen leyes que obligan a las agencias federales a ser auditadas, esto no se cumplía con el Pentágono, cuando es precisamente el Departamento de Defensa el que recibe el monto más alto del presupuesto estadounidense.
En 2022 les llegó como caído del cielo un conflicto armado en el cual no pone directamente hombres, pero sí muchas armas, las «dona», las vende y también las compra a las industrias bélicas.
Un recordatorio
En agosto de 2021 Estados Unidos dio por «concluida» su presencia militar en Afganistán, una guerra ordenada desde la Casa Blanca y sin el autorizo oficial del Congreso, y que prácticamente se dio simultáneamente con la de Irak. El Instituto Watson de Asuntos Exteriores de la Universidad Brown, cifró en 2 313 billones de dólares lo empleado en esa conflagración, y esto es solo una porción de lo gastado en sus guerras contra el terrorismo luego de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, que incluyen Irak, Siria, Yemen y Somalia.
A pesar de esos montos astronómicos que merecerían ser controlados, los legisladores estadounidenses, o más preciso, la subcomisión de asignaciones solo mencionó los costos en cinco oportunidades en 20 años y la Comisión de Finanzas del Senado, en una sola ocasión, a pesar de que el monto de esas guerras se financió con deuda y se calcula que los intereses a pagar para el año 2050 alcanzaran 6,5 billones de dólares. No se suman otros dos billones que EE. UU pagará por atención médica, discapacidad y gastos funerarios de los casi cuatro millones de veteranos.
Se entiende por qué el Pentágono nunca pasa una auditoria, no detalla activos, ni presupuestos anuales.
Sin embargo, el expediente Ucrania está abierto de par en par. El negocio le funciona a las mil maravillas a las empresas armamentistas y ahí está todo lo que importa, por eso se prolonga el conflicto, se «sugiere» a Kiev no negociar la paz y seguir armándose e igual «consejo» le llega a la vieja Europa, sean cuales sean las consecuencias para sus economías y pueblos.
Lo que es bueno para Lockheed- Martin, Raytheon, Boeing, Northrop Grumman y General Dynamics… Los pedidos van en aumento, lo dice la empresa de estudios de mercado IBIS World, solo en 2022 se producirán armas y munición en Estados Unidos por un valor de mercado de 19,5 mil millones de dólares, 1,6 por ciento más que en el año precedente. Lo decía en mayo, y el cálculo puede quedarse corto.
Los contratistas estadounidenses, que ahora controlan el 39 por ciento del comercio mundial de armas, comenzaron a rearmar a Europa mucho antes de que Rusia iniciara su operación militar especial en Ucrania, podría decirse que cuando Washington aupó el conflicto respondía a una situación, las exportaciones de armas habían disminuido casi un cinco por ciento a nivel mundial entre 2017 y 2021, y ahora Europa aumentó sus compromisos de rearme en un 19 por ciento.
Al barril sin fondo del despilfarro van los dólares y las necesidades de millones, igual que la advertencia de Eisenhower en 1961: «la adquisición de influencia injustificada» por parte del «inmenso establecimiento militar y una gran industria de armas» de Estados Unidos podría conducir al «desastroso aumento del poder fuera de lugar».