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Después del día D

La crisis global no terminará con la detención de la Covid-19: todas las economías decrecerán. Acciones anunciadas por el FMI y el BM, no serán suficientes para aliviar a los emergentes

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La crisis global no habrá terminado cuando se logre revertir la pandemia que nos azota y podamos hablar, en este caso, de otro día D. El colapso económico ya está ahí, y podrá verificarse mejor a fines de año, en el momento de las cuentas definitivas.

Sombríos, los pronósticos de las instituciones y expertos ponen el ojo en lo que sobrevendrá cuando la ciencia venza al virus que amenaza al hombre: una relación de cifras en negativo en torno al PIB, con los países más ricos a la cabeza, aseveran las gráficas del Fondo Monetario Internacional.

No pocos gobernantes se apresuran a reactivar los sectores económicos muertos por el imperativo de los seres humanos de paralizar labores: quedarse en casa es, hasta ahora, el único antídoto mundial para evitar que nos lleve la Covid-19.

Sin embargo, algunos mandatarios europeos ya anticipan la normalización y la vuelta al trabajo, en busca de los números positivos que se vaticinan para 2021 si, como muchos esperan, a mediados de este año se detiene la pandemia. ¿Originará ello, allí, un rebrote de la fuerza del contagio?  

Llamadas a capítulo no solo por el Papa Francisco —quien ha exhortado a pensar en los pobres y actuar con solidaridad—, algunas instituciones financieras internacionales hacen como que entienden, aunque actúen más compelidas por los toquecitos duros en el hombro que les dieron clubes de países poderosos —por ejemplo, el Grupo de los 20—, que por amor y lealtad al Sumo Pontífice.

Presuntos remedios de emergencia fueron puestos en vigor por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial luego de la invitación del G-20 a adoptar paliativos para que las naciones de menos recursos, con sistemas de salud inexistentes o desvalidos, puedan enfrentar mejor el coronavirus.

Pero sus posturas tienen poco de altruismo. Se sostienen sobre el mismo esquema financiero internacional y el razonamiento injusto trazado desde Bretton Woods. Por lo tanto, la culpa de lo que ocurra no debe achacarse solo a los actuales directivos. No podría esperarse de ellos, por sí solos, el golpe de timón que reclama la humanidad.

Créditos de acceso rápido y rotatorio pero condicionados con sutileza, y acciones de «alivio» para que los más pobres y endeudados puedan cumplir sus compromisos al tiempo que pongan énfasis, ahora, en la salud, han sido dos de las medidas inmediatas del FMI.

Pero estas no significarán «salidas» beneficiosas, a la larga: nada se olvida ni se condona y, lo que se otorga, lleva consigo el requisito de aplicar, después, consabidas recetas muy duras.

Desde el día 13 de este mes, 25 países pobres y altamente endeudados —la mayoría de África—, y todos miembros del FMI, están en la lista dada a conocer por la titular Kristalina Georgieva; son esos los que recibirán donaciones por un monto total de 500 millones de dólares, pero «para atender sus obligaciones de deuda con el FMI durante una fase inicial de seis meses». Es ese el alivio.

Ello se realiza en virtud del aporte comprometido para ese fin por Reino Unido, Japón, China y Países Bajos, informó Georgieva, quien instó a otros donantes «a ayudarnos a reponer los recursos del Fondo Fiduciario y reforzar más nuestra capacidad, para brindar un mayor alivio del servicio de la deuda durante dos años completos a nuestros países miembros más pobres».

El respiro, como puede verse, se da con el oxígeno de terceros… y el balón durará poco.

En total, el FMI y el BM dijeron antes que dispondrían de 50 000 millones de dólares en total para esta contingencia. Ello contempla los créditos que, según dijo la institución en los días recientes, se han concedido hasta ahora a Honduras, Paraguay, Panamá, Colombia y El Salvador, nación desde donde se leen en la internet no pocas quejas acerca de lo que implicarán los 389 millones de emergencia en billetes verdes.

Según la publicación web En Línea, luego de recibir el visto bueno al pedido hecho por el presidente Nayib Bukele, al país le irá encima una carga de «medidas “permanentes” adicionales» que incluyen el aumento de los impuestos especiales sobre la gasolina y el diésel (dada la fuerte caída de los precios del petróleo), impuesto a la propiedad y elevación de las tasas de los impuestos al consumo (IVA). El Vicepresidente ejecutivo y titular en funciones del Fondo advirtió antes, sin recato, cuáles serían las metas, y que se mantendrían todo este tiempo monitoreando cómo el Gobierno de Bukele ejecuta el dinero.

Luego de que pase la Covid-19, advirtió un comunicado del FMI, el país debe comprometerse, el año entrante, a un «ajuste fiscal gradual (…) Dicha estrategia debería tener como objetivo un equilibrio fiscal primario del 3,5 por ciento del PIB para finales de 2024 y colocar a la deuda pública sobre una trayectoria firmemente decreciente, para alcanzar el 60 por ciento del PIB en 2030, asegurando el cumplimiento con la Ley de Responsabilidad Fiscal».

El Salvador tiene tarea pendiente por toda una década.

Requisitos parecidos son exigidos a las otras naciones agraciadas, en tanto en países como Ecuador, muchos ciudadanos se preguntan, con indignación, por qué el suyo todavía no está incluido entre los beneficiarios. En un mensaje, Georgieva aseguró hace unos días que el pedido del presidente Lenín Moreno se analiza por sus funcionarios. 

 ¿Pasó lo peor?

Lo que se avecina es, ciertamente, difícil, aunque una vez detenido el virus habrá pasado lo peor: el panorama para entonces no debería ser tan preocupante si cambiaran las reglas del injusto desorden internacional. Esa es una necesidad clara que de algún modo han reconocido el FMI y el Banco Mundial, cuando llaman a la cooperación internacional. ¿O es otra falacia?

Sus pronósticos recientes rebasan en su dramatismo las alertas lanzadas, esta semana, por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) con respecto a nuestra región, cuando la titular, Alicia Bárcena, avisó que se avecina la caída económica más estrepitosa de la historia para esta parte del hemisferio.

El informe del FMI avizora un brusco decrecimiento del PIB mundial de -tres por ciento este año, lo cual significará un descenso peor que el registrado durante la crisis financiera de 2008-2009; un bache con secuelas que dieron lugar a lo que muchos llamaron «la gran recesión».

Se verán afectadas tanto las economías nacionales «grandes» o avanzadas, como las emergentes. Las primeras, con un retroceso promedio que llega a un escandaloso -6,1 por ciento (-7,5 solo para los países de la Zona Euro); las segundas, -1,0 por ciento, con fuerte retroceso para países como México (-6,6 por ciento), Sudáfrica (-5,8) y Brasil (-5,3).

Claro, que las cifras en negativo son mayores en tanto las economías donde se aprecia mayor retroceso, crecieron más que las otras en 2019. Por lo que los países subdesarrollados serán quienes tengan mayores papeletas para perder.

Los mismos estudios aseguran, por ejemplo, que las remesas, una de las principales fuentes de ingreso para muchas de esas economías, decrecerán este año en un ¡20 por ciento!, lo que significará también su peor caída de la historia. Ello representará para el conjunto de los países emisores de emigrantes y receptores de remesas, un total de 445 000 millones de dólares menos en este año 2020.

Peor les irá con la inversión extranjera directa (IED) porque, según el estudio, la caída será mayor, hasta superar el 35 por ciento.

Habrá, desde luego, otras secuelas de la Covid-19 que intervengan en un mundo incontrolable, regido por el vaivén de los mercados. Por ejemplo, el comportamiento que tendrá después la oferta y las condiciones que impondrán las finanzas mundiales, las oscilaciones en los patrones de gasto, y un largo etcétera que tiene que ver con las condiciones y características de cada país.  

Llevándose la manga al codo, las predicciones son felices para 2021 contando con que se cumpla la expectativa de que la pandemia esté controlada para el próximo semestre.

Pero la incertidumbre de que ello sea así, hace igualmente poco seguras, todas las predicciones.

En todo caso, vale una sola recomendación hecha por el Banco Mundial: «La prioridad inmediata es contener las secuelas del brote de Covid-19, sobre todo, incrementando el gasto sanitario a fin de reforzar la capacidad y los recursos del sector de la salud, mientras se adoptan medidas para reducir el contagio».

¡Aplausos!

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