«...Quizá la próxima vez». Autor: Juventud Rebelde Publicado: 30/05/2019 | 09:24 pm
Varias lecturas pueden hacerse, a priori, de la confirmación dada por el presidente Nicolás Maduro y también por el pretendido usurpador Juan Guaidó, de que se ha establecido un diálogo venezolano con sede en Noruega.
El solo hecho de que la oposición extremista y violenta esté ante la mesa —pues están presentes los enviados de Voluntad Popular— constituye una derrota para los afanes intervencionistas de los sectores de Estados Unidos que aspiran a un «cambio de régimen» derrocando a Maduro, y así acabar con la Revolución. Ello significa una victoria en ciernes para el chavismo, que será total cuando se arribe a acuerdos.
Ese triunfo que se gesta no solo es resultado de la estrategia del ejecutivo de no dejarse provocar por las varias maniobras soliviantadoras de Guaidó, fracasadas todas, que buscaban la excusa para la intervención militar de EE. UU.
Hay que agradecer lo mismo a una Fuerza Armada leal a sus principios —y, sin la cual, esa oposición violenta no puede asestar el golpe—, así como a las bases del pueblo, que han entendido el entramado de esta guerra de cuarta generación contra su país y siguen sin doblegarse ante las medidas punitivas estadounidenses y las escaseces que provocan. Tales circunstancias son las que deben haber persuadido a Guaidó de que lo más sensato es «sentarse».
El saldo de más quilates para un ejecutivo y un pueblo amantes de la paz es que el diálogo contribuye a alejar la intervención directa, esa en la que siguen pensando los sectores duros de Washington representados en el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, y quienes habían apostado a un desmerengamiento en Venezuela desde que, siguiendo su libreto, Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino y habló de una «transición».
Ello explica el disgusto de esos sectores «de afuera» en esta coyuntura. Y debe tenerse por muy probable que sigan conspirando en contra.
Lo que resta puede no resultar fácil, toda vez que la aspiración de los opositores es hacerse del poder que legítimamente tienen Maduro y los amplios y mayoritarios sectores populares que le dieron el 67 por ciento de los votos, el 20 de mayo de 2018.
Pero, para esa exigencia, la oposición derechista no cuenta con fuerza dentro de Venezuela. Reitero: no tienen instituciones, ni militares, ni pueblo que les respalde.
Claro que tampoco puede soslayarse la vocación pro estadounidense de esos grupos extremistas, y la influencia que los dictados de Washington tienen en sus ¿decisiones?
La más reciente tentativa de acuerdos durante el diálogo que tuvo por sede y mediadora a República Dominicana pereció en el último momento, cuando solo faltaba firmar, pues ya estaban listos los acuerdos.
Julio Borges —del partido Primero Justicia, uno de los auspiciadores de las guarimbas—, negociador por los opositores, no se presentó a la firma y puso en bandeja de plata a Estados Unidos la posibilidad de instrumentar la urdimbre de sanciones y resoluciones fracasadas con que se ha querido imponer condiciones a Venezuela, desde instancias como la OEA. No por gusto, sin recato, su titular Luis Almagro es hoy uno de los que con más rabia y desencanto critica la anuencia de Guaidó a acudir al diálogo.
Un escueto comunicado de Noruega —hecho con todo el hermetismo que requiere el caso— dio cuenta el miércoles de que «los partidos han demostrado su voluntad de avanzar en la búsqueda de una solución acordada».
Según informó en Twitter el ministro de Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, uno de los negociadores por el Gobierno, las partes habían mostrado «disposición de avanzar en soluciones que incluyen temas políticos, económicos y electorales para trabajar por la paz y democracia».
Ello puede traducirse en un temario amplio y abarcador que requerirá paciencia, comprensión y ductilidad de ambas partes… ¡Que para el bien del pueblo venezolano sea!