La Directora académica frente a un mural muy apreciado en la escuela. Autor: Enrique Milanés León Publicado: 13/05/2019 | 08:17 pm
CARACAS.— La Doctora Arminda Cardozo —insiste que así, con zeta— saluda al periodista cubano y explica enseguida que el objetivo de la Escuela Nacional Robinsoniana es la formación del luchador social bolivariano, en particular de los miembros del Frente Francisco de Miranda: «Este es el proyecto educativo del Frente, y el perfil fundamental de nuestros luchadores es apoyar la política social de la Revolución», agrega como subdirectora académica mientras invita a un café.
Además de esta sede principal, ubicada en la muy movida parroquia de Catia, hay una escuela en el estado de Aragua, enfocada en saberes agrícolas, y otra en la zona caraqueña de Cuaricuao, dirigida al trabajo en comunidades urbanas.
Lo de robinsoniana viene del seudónimo que utilizara Simón Rodríguez, no solo maestro y mentor de Bolívar, sino también, recalca la entrevistada, «la raíz principal de la Revolución Bolivariana». Admirado por Martí, Rodríguez es uno de los padres de la pedagogía latinoamericana.
Aunque la escuela tiene solo dos años como tal, el proyecto que sostiene comenzó en Cuba, en 2003, por idea de Fidel y Chávez, y luego se trasladó a Venezuela. Desde la apertura han pasado por sus aulas unos 3 000 militantes del Frente, a los que deberán sumarse, al cierre del actual ciclo, otros 2 000. El potencial parece infinito si consideramos que el Francisco de Miranda cuenta con alrededor de 46 000 luchadores sociales, cifra que las batallas de hoy, lejos de menguar, aumentan constantemente.
«Aquí se preparan, según la coyuntura —continúa la Doctora Cardozo—, lo mismo el joven que ingresa al Frente que el que asume responsabilidades en instituciones, empresas o comunidades; el del poder popular, de los movimientos sociales o del Partido Socialista Unido de Venezuela».
La directora académica aclara que las 460 horas clase contempladas pueden recibirse a lo largo de cuatro o cinco años: «Nuestra prioridad —amplía— no es que estén metidos en la escuela, sino que trabajen en la comunidad».
Los fusiles del saber
En una de las aulas hay actividad. Al centro, cautiva a puro verbo bolivariano Jonathan Montilla, profesor de la Universidad de las Artes y del Centro Nacional de Historia que saca tiempo para ir a la escuela a «acercar la reflexión a diversas generaciones, sobre todo a los jóvenes, muy asediados por la deformación comunicacional».
Viene el receso y Montilla se presenta: «Yo imparto el tema del pensamiento bolivariano. ¿Cómo Bolívar se parece a la lucha que damos en este momento? Hay otros módulos referidos al capitalismo, las herramientas de la expresión oral y escrita, pero sobre todo ofrecemos recursos del conocimiento práctico a jóvenes comprometidos con la militancia y en proceso de formación».
—Se habla de economía, finanzas, ejércitos… pero, más allá de la alfabetización, ¿qué papel tiene el conocimiento para salvar esta Revolución?
—Ningún proceso liberador pasa simplemente por la liberación política. Todos pasan por la emancipación del espíritu. En América Latina, esa liberación espiritual se inició en la lucha por la independencia. Bolívar alertó en Angostura acerca de que luego de rotos los hierros de nuestra opresión, esas mismas armas de la victoria no se convirtieran en armas liberticidas. El conocimiento diverso y crítico es vital para la autoliberación.
«Quien olvida la autoformación deja el espíritu a merced de la voracidad de la ignorancia. Vivimos un ciclo como el de hace 200 años, de desequilibrio en las estructuras de dominación. Venezuela y Cuba viven episodios de confrontación por el reacomodo imperial».
Venezuela y Cuba, el amor constituyente
La directora académica ya había hablado de nuestros colaboradores de la Misión de Educación Superior: «Los asesores cubanos participan en los programas de formación. Tenemos contenidos establecidos, pero juntos elaboramos cometidos especiales como los de las cátedras Martí, Fidel y Che Guevara, en las que ellos son esenciales, dada su cercanía. Su participación se hace cada vez más integral: no solo vienen a impartir materias específicas; además, comparten la institucionalidad de la escuela», afirma.
Una prueba de tales frutos de hermandad es el trabajo de la Doctora en Ciencias Caridad Jiménez Morales, aquí profesora y asesora metodológica del Frente, pero en Santiago de Cuba, por más de 20 años, profesora de la Universidad de Oriente, además de otras experiencias en el área jurídica.
«Venezuela me ha enriquecido porque aquí pude analizar la Constitución Bolivariana, comparar los dos procesos y aplicar un estudio particularizado de las instituciones del Derecho constitucional con las vivencias actuales», revela.
Además de ahondar en contenidos más periféricos de su formación, para aportar a cursos de la escuela, la Doctora Jiménez confiesa que la misión le enseñó a enfrentar de manera creativa a estudiantes de un amplio abanico de procedencia y niveles. «Aprendo de cómo se apasionan en sus ideas y valores y cómo resisten tanto asedio», afirma.
Su colega Graciela Sánchez Rodríguez, Doctora en Ciencias Pedagógicas y también profesora y asesora metodológica del Frente, explica que aparentemente su labor en la formación de profesionales para la educación en pedagogía y sicología no tiene que ver con lo que hace en Venezuela, pero que sí le ha servido de mucho el diagnóstico, el trabajo con la diversidad humana que ha hecho en escenarios caraqueños como parte de los procesos de la escuela.
«La relación es excelente. Nos han acogido muy bien y nuestras experiencias son tenidas en cuenta, incluso hemos escrito artículos para la página web del centro, tanto relacionados con los doctorados que tenemos en Cuba como con las materias de los estudiantes venezolanos», refiere.
¿Lo que más ha amado la Doctora Sánchez aquí?: «Un trabajo que movió mis fibras fue crear la Cátedra Che Guevara. En junio y octubre imparto conferencias magistrales, doy entrevistas en la radio comunitaria de Catia y hablo de los vínculos del Che, Fidel y Martí con la historia de América. Amo trabajar una zona que no tiene tanto que ver con mi profesión de sicopedagoga, pero sí con el amor a los próceres y los sentimientos patrios. Eso me ha marcado».
Clásicos del… chavismo
Así como les cuento: el director nacional de propaganda del Frente Francisco de Miranda se llama Lenín Marx Márquez y es un joven tan sencillo en la charla como firme en sus convicciones.
«Tenemos —explica— dos tareas fundamentales: defender el pensamiento de Chávez y la doctrina de Bolívar, por eso acompañamos el programa de Gobierno. Desmontamos las mentiras del enemigo, develamos el bloqueo y denunciamos su impacto. Por otro lado, condenamos las acciones terroristas de la derecha nacional. Defendemos además la independencia económica; esta escuela tiene mucho que ver con eso».
—¿Es casualidad que te llames Lenín Marx… y defiendas el proyecto bolivariano?
—Mi nombre viene de mis abuelos, combatientes revolucionarios, guerrilleros en el estado de Mérida y presos políticos en la dictadura de Pérez Jiménez. Tengo un primo que se llama Engels Yuri; y un tío, Tito Vladimir… todo a partir de las luchas de mis abuelos en días de dictadura.
—¿Qué país sueña esa familia especial que tienes?
—Nuestro sueño más grande llegó con el Comandante Chávez. Después de salir de la cárcel, el Comandante hacía grandes movilizaciones y así llegó hasta el último rincón del país. Mi papá me llevaba; yo tenía ocho años y pude verlo. Cuando la Revolución cumplió diez años le preguntaron si ese tiempo era como él había soñado y Chávez dijo que no, que el avance era de más de un siglo.
—Lenín ya proyecta un hijo. ¿Cómo se llamaría?
—Oye, en mi familia está muy claro que somos de izquierda, revolucionarios. El nombre de mi hijo tiene que ser uno similar al que me dieron a mí, porque eso no es tradición, es pensamiento.
Mucha sabiduría y amor atesoran las profesoras Caridad Jiménez Morales y Graciela Sánchez Rodríguez.
Jonathan Montilla es de los grandes valores intelectuales de la juventud bolivariana.
En efecto, el combativo Lenín Marx Márquez pudiera integrarse al mural que tiene atrás.