Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Argentina en reversa

El trasfondo en la nación del cono sur es un panorama económico desértico, similar también al de los umbrales de los años 2000

Autor:

Marina Menéndez Quintero

EL paisaje argentino se parece cada vez más al de los años de 1990: crisis económica que pone brasas a la crisis social. Y ambas colocan a la política sobre aguas agitadas, de las cuales no puede adivinarse bien el rumbo.

La muerte a manos de la policía, esta semana, de un adolescente en medio de una multitud que intentaba saquear un supermercado, puso en letras mayúsculas dos realidades puntuales: los escasos ingresos —en no pocos casos el hambre— que hacen retornar a mucha gente a los asaltos en busca de víveres y, por otro lado, la desmedida represión de una policía acusada, como hace casi 30 años, de dar rienda suelta al llamado «gatillo alegre».

Según la Coordinadora contra la represión policial e institucional (Correpi), un joven es asesinado cada 23 horas a manos de las fuerzas de seguridad en Argentina.

Pero la coerción violenta no amilana a quienes, como hace más de dos décadas, salen a las calles para exigir que se detenga el escarnio que ha obligado volver a los comedores populares, y pronto desembocará en las solidarias ollas comunes donde la comunidad se reúne para comer el guiso que se hace con lo que puede aportar cada quien… ¡Parecía un pasado superado!

El trasfondo es un panorama económico desértico, similar también al de los umbrales de los años 2000.

Ya no se trata solo de las subidas en las tarifas del gas, el agua y la luz, implementadas por el Gobierno de Mauricio Macri junto al recorte de pensiones y otros atropellos, para una estabilidad macroeconómica que, como sabemos, no solo no llega, sino que se aleja.

El derrumbe del peso argentino hasta más de 40 por un dólar los últimos días hizo poner el alarido en el cielo a quien no había gritado ya, y provocó nuevas subidas en el costo de bienes de consumo masivo que se calcularon entre un diez y un 30 por ciento, para llevar los precios a niveles que el diario Página 12 calificó de «exorbitantes», de la mano de las grandes empresas, «que cubren entre un 60 y un 70 por ciento» de la oferta en los anaqueles, añadió el rotativo.

Lo que viene será peor en brazos —como quedará el país— del Fondo Monetario Internacional, gracias a los 50 000 millones de dólares que el Ejecutivo le está pidiendo a una institución financiera desprestigiada, que solo por su descrédito ya debía haber muerto.

Se sabe lo que vendrá: un préstamo que seguirá aumentando la deuda nacional, con condicionantes que también pondrán más fríos los estómagos de los argentinos.

Se ha conocido que entre los puntos del plan de ajuste acordado figura la obligatoriedad de reducir el salario de los empleados estatales —¡los que se han salvado de los recortes!—, despidos en el sector público de los empleados «no prioritarios», y congelamiento de nuevos contratos.

Entre otras obligaciones, el Gobierno deberá seguir reduciendo los subsidios a la energía y al transporte público y enviar menos dinero a las provincias, lo que augura una electricidad y un pasaje todavía más caros, y la imposibilidad de los gobiernos regionales de abrir fuentes de trabajo.

La meta impuesta por el Fondo es llegar al 1,3 por ciento del déficit fiscal en 2019 y al equilibrio fiscal en 2020, algo que debió haber llegado ya, de acuerdo con lo  prometido por Macri al llegar a la Casa Rosada en diciembre de 2015.

Acudir ahora al FMI, tirando la soberanía del país por el suelo, no solo representa un retroceso económico y político luego de la renegociación de la deuda externa lograda por Néstor Kirchner en 2006, que zafó a Argentina de sus garras: allí donde la había colocado el quehacer del tristemente inolvidable Carlos Saúl Ménem y quienes le antecedieron y le siguieron en la misma ruta.

Además, entregarse al Fondo demuestra el fracaso de una política económica que se suponía pondría en orden las finanzas, y vocifera que Macri no corrige el rumbo. Por el contrario, sigue tomando harina del mismo costal.

Las alarmas suenan. Según cifras que el Gobierno habría elaborado para la negociación con esa entidad financiera, y filtradas a la prensa, la inflación llegará en diciembre a un promedio acumulado en los últimos 12 meses del 42 por ciento. De modo que los precios seguirán al alza.

Consciente de la ola de indignación que esos excesos están generando, un Ejecutivo que ha demostrado pensar tan poco en la ciudadanía procura paliar la situación recurriendo a lo que allí llaman «precios cuidados», uno de los pocos  programas instrumentados por la vilipendiada expresidenta Cristina Fernández que Macri no ha derogado.

Ese porcentaje de inflación será más alto, incluso, que el registrado en el año 1990, cuando el país estaba en el borde del agujero negro al que cayó después, y que convirtió a Argentina en el más elocuente y penoso ejemplo del fracaso de las medidas neoliberales en América Latina.

Tales augurios convierten en burla lo anunciado por el Ejecutivo al dar a conocer el ajuste: «El plan es consistente y sostenible económica, social y políticamente». Y añadía algo que tiene sabor a ironía: «El programa es innovador, ya que protege especialmente a los sectores más vulnerables».

Para algunos analistas del patio lo peor es la deuda externa, que ha crecido, imparable, al punto de que Argentina tendrá que pagar el año que viene vencimientos por valor de 25 000 millones de dólares. En 2018, los vencimientos ya comprometidos por el Estado superan los 71 300 millones. Ello es la causa, alegan los estudiosos, de la estrepitosa devaluación del peso esta semana.

Y la nación está otra vez ahí, como novata, en la encrucijada de una crisis que ya vivió y estalla hacia todos lados.

Hoy, los ciudadanos que no escarmentados creyeron en las promesas de Macri y le otorgaron su apoyo en las presidenciales de noviembre de 2015, declaran que no le dieron el voto para esto.

Y no se sabe qué piensen aquellos que en las legislativas parciales efectuadas dos años después, aún confiados, confirieron mayoría a Cambiemos, la derechista alianza gubernamental, en las cinco mayores provincias: una de esas realidades electorales poco entendibles —manipulación mediática mediante—, pues ya la política macrista se había desnudado, y se sabía a qué venía.

Sin embargo, los resultados de aquellos comicios le siguieron dando el aire que ahora le falta al mandatario.

Encuestas frescas cifran la impopularidad de su quehacer en un 64 por ciento pues, por si fuera poca la tragedia de los salarios, los precios y el derrumbe del peso, se ha destapado un escándalo de coimas de millones de dólares que involucra a hombres de negocios, amigos o familiares del Jefe de Estado. 

Sin un Norte

Ahora la justicia acaba de dar una sorpresa cuando un fiscal federal, Jorge Di Lello, imputa a Macri y a otros funcionarios de su equipo por la alegada ilegalidad del acuerdo con el FMI, en virtud de la denuncia interpuesta por organizaciones sociales y populares que señalaron al mandatario por abuso de autoridad y violación de sus deberes como funcionario público, toda vez que no consultó al Congreso para establecer el leonino convenio.

Con el piso temblando bajo sus pies por la inestabilidad social provocada por las protestas, algunos estiman que la acusación podría provocar que Macri no concluya su mandato. Pero todavía no se sabe a ciencia cierta si se abrirá un eventual proceso, ni cómo transcurriría. O si bastaría con que el Ejecutivo, como exigen los demandantes, echara atrás el acuerdo con el Fondo Monetario. Algunos observadores opinan que ese podría ser el golpe más duro contra Macri, pues renunciar al financiamiento con la economía cayéndose, lo pondría definitivamente contra las cuerdas. 

Ello ocurre en el umbral de las presidenciales fijadas para 2019, cuando muchos apuestan a que Cambiemos no repite.

Claro que la derecha política no se queda quieta. De cara a ese escenario avanza también la campaña para hacer cadáver político a Cristina, quien ha sido citada ya para juicio oral en febrero del año que viene, por una de las varias causas que se le imputan bajo el supuesto de corrupción. Ello podría desembocar en su desafuero como senadora y una eventual pena de prisión.

Tal sería el corolario de la labor mediática desplegada para desacreditarla, así como a la gestión de los mandatos kirchneristas que se iniciaron con su marido, Néstor, en 2003.

Hay voces que denuncian que el libreto es el mismo empleado en Brasil contra Lula, y que febrero se ha escogido para cerrarle el paso a Cristina de acuerdo con los tiempos electorales, pues los comicios están previstos para el mes de octubre.

Su ausencia en el ruedo electoral no sería el único flanco descubierto en el talón de Aquiles de quienes se oponen a la política neoliberal representada por Macri.

Golpeada seguramente también por el escarnio contra los  modelos alternativos y sus líderes, la oposición antineoliberal en el sentido más amplio, sigue desunida. Ello provoca que a un año de distancia de la próxima cita con las urnas resulte difícil identificar a políticos capaces de hacer valer las carencias de la ciudadanía…

Aunque parezca contradictorio o conformista, analistas argentinos consideran peor que el esperado agravamiento de la crisis económica y social provoque un estado de desobediencia e irritación similar al que en diciembre de 2001 convirtió a las ciudades argentinas en un gran cacerolazo, y depuso a Fernando de la Rúa.

Estiman que vendría otro de la misma calaña de Macri, por lo que dicen preferir que el Presidente se corrija…

Mientras, la nación es conducida al mismo punto de partida, luego de más de una década de recuperación que resultó ejemplo de dignidad, justicia social y respeto a la soberanía.

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