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Reveses, revanchas y amenazas

Convertido en lugar de asilo de los palestinos despojados de sus tierras por Israel, el Líbano se tornó víctima de sus agresivas políticas

Autor:

Leonel Nodal

La decisión de Naciones Unidas en 1947 de dividir el territorio de Palestina, para propiciar el proyecto sionista de implantar allí el Estado de Israel, resultó en la expulsión forzosa de decenas de miles de los residentes árabes, cristianos y musulmanes.

Unas 726 000 personas fueron obligadas a dejar sus tierras y viviendas. Por lo menos un cuarto de millón de hombres, mujeres y niños buscó refugio en los países árabes limítrofes.

Miles cruzaron la frontera libanesa. El pequeño País de los Cedros se transformó en uno de los mayores receptores de refugiados y se vio sumido cada vez más  en el conflicto árabe-israelí y sus guerras. Los destinos del Líbano y Palestina quedaron atados.

Hoy unos 300 000 palestinos residen en una decena de campamentos distribuidos por todo el país.

Datos de la ONU refieren que aquella primera guerra del verano de 1948 le permitió a Israel adueñarse de un 20 por ciento del territorio de Palestina, asignado al pendiente Estado árabe.

Al respecto, el Doctor en Ciencias Históricas Armando Briñis Zambrano, de la Universidad Luterana de El Salvador, recuerda que los acuerdos del Armisticio de 1949, tras la primera guerra entre árabes e israelitas y las conversaciones de Lausana ese propio año, se veían como la posibilidad de una paz entre las dos partes. «En realidad —añade— fueron solo una pausa en las verdaderas intenciones expansionistas del recién nacido Estado de Israel».

Israel no ha querido definir sus fronteras

El 5 de junio de 1967 Israel lanzó un ataque, sin previa declaración de guerra, contra Egipto, Siria y Jordania. Comenzó la llamada Guerra de los Seis Días. Como resultado Israel ocupó los Altos del Golán de Siria, la Margen Occidental del Jordán (5 655 km² de superficie terrestre y 220 km² del Mar Muerto) y Jerusalén Este, que debían ser parte de un futuro Estado palestino, según el Plan de Partición de 1947, así como la franja de Gaza (365 km²) y la península del Sinaí egipcio.

El inicio de otra fase de despojo territorial y expulsiones, para establecer guarniciones y colonias sionistas, provocó un nuevo éxodo palestino, que inyectó otros miles de refugiados al Líbano.

La ocupación militar israelí de vastos territorios árabes provocó la irrupción de organizaciones políticas y armadas palestinas, que inscribían su accionar en el movimiento anticolonial.

Los refugiados se transformaron en fedayines o guerrilleros, que defendían su derecho a combatir a los ocupantes en cualquier territorio.

La multiplicación de las acciones armadas desde  territorio libanés se convirtió en una pesadilla para las fuerzas de ocupación sionista.

En 1974 la Liga Árabe reconoce a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como único representante del pueblo palestino y a seguidas la ONU la admitió como observadora.

Beirut, donde radicaban algunos de los mayores campos de refugiados palestinos, se transformó en sede de las oficinas de la OLP y principal centro de su activismo político internacional.

La firma de la paz por separado entre Egipto e Israel en los Acuerdos de Camp David —considerados en su momento por la mayoría de los países árabes una traición a la causa palestina— marcó una sentencia de muerte para la OLP, como se comprobó poco después en la invasión del Líbano, país que paradójicamente se convirtió en cementerio de la supremacía bélica israelí.

La invasión del Líbano de 1982

Inscrita en esa perspectiva, la invasión israelí del Líbano, iniciada el 6 de junio de 1982, se propuso liquidar el potencial militar de la OLP y expulsar de Beirut a sus órganos de dirección política.

La llamada «Operación Paz para Galilea», concebida como una guerra relámpago que acabara con la Resistencia palestino-libanesa en pocos días, se extendió por más de tres meses.

El Gobierno sionista empleó todo el poderío bélico de su ultramoderno arsenal norteamericano.

Las tropas israelíes entraron en el Líbano para enterrar en suelo libanés cualquier posibilidad de creación de un Estado palestino independiente.

Asimismo, se proponían expulsar a las tropas sirias del Valle de la Bekaa libanesa e inducir al Líbano a firmar una paz por separado con el Estado hebreo.

Establecidos en suelo ajeno, los milicianos palestinos y la OLP debieron abandonar Beirut. Sin embargo, a partir de entonces las tropas sionistas enfrentaron una costosa guerra de desgaste contra fuerzas de arraigo popular, que los desangraron durante 18 largos años.

El 25 de mayo del 2000, Israel anunció de manera oficial su retirada incondicional del Líbano y el fin de la ocupación, después de contabilizar más mil muertos en los enfrentamientos con las guerrillas libanesas de Hezbollah y Amal.

Segunda guerra del Líbano, julio de 2006

La humillante derrota, inteligentemente silenciada con la complicidad de la prensa occidental bajo la influencia del poderoso lobby sionista, quedó clavada como una espina en la garganta.

Por eso, el 12 de julio de 2006, una escaramuza en territorio libanés ocupado por Israel se convirtió en pretexto de una cruenta venganza que se propuso reducir a ruinas a gran parte del País de los Cedros.

La crisis la desató una acción de Hezbollah en la que ocho soldados israelíes murieron y la milicia chiita libanesa apresó a dos militares hebreos.

Según demostró el investigador alemán Jürgen Cain Külbel, el ejército israelí invadió el Líbano el mismo día, 12 de junio de 2006, en que se produjo la captura de los dos soldados.

La rápida movilización de los reservistas y la amplitud de las operaciones mostró que Israel lo tenía todo planeado con mucha antelación y que no estaba reaccionando al secuestro de sus dos soldados.

Por su parte, Gerald Steinberg, un profesor de estudios políticos en la universidad Bar-Ilan de Ramat Gan, que trabajaba para el Ministerio israelí de Relaciones Exteriores y Seguridad Nacional, reveló que «En cierto sentido, los preparativos comenzaron desde el mes de mayo del 2000, justo después de la retirada israelí del Líbano».

En su investigación Külbel recuerda que desde 1996, un grupo de neoconservadores estadounidenses reunidos en el Study Group on a New Israeli Strategy Toward 2000, elaboró para el primer ministro Benjamin Netanyahu un proyecto titulado A Clean Break: Una nueva estrategia para proteger el reino.

El panfleto militarista aconsejaba a Israel renunciar totalmente a los acuerdos de paz negociados en Oslo, en 1991, con los palestinos, invadir los territorios autónomos y «atacar a Hezbollah, a Siria y a Irán, los tres principales agresores del Líbano». El grupo redactor del documento estaba bajo la supervisión del vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney.

Tanques y carros de combate israelíes, precedidos por genocidas bombardeos de la aviación, la marina y artillería contra el sur libanés y los suburbios chiitas de Beirut, intentaban avanzar por tierra frente a una resistencia metro a metro, cada vez más enconada.

Amenazas de revancha

Ante la imposibilidad de vencer militarmente, Tel Aviv optó por atacar zonas densamente pobladas y destruir la infraestructura vial del sur y el oriente libanés, para crear una crisis humanitaria, que recayera sobre Hezbollah. Sin embargo, la milicia libanesa salió de la contienda con mayor popularidad e influencia política, lo que mantiene al Gobierno israelí al acecho de otra oportunidad de revancha.

Según publicó esta semana el diario israelí Jerusalen Post, «Funcionarios israelíes han dicho que desde la Segunda Guerra del Líbano en 2006, Hezbollah ha tomado un control más profundo del país». Tal consideración suena como un pretexto para una nueva guerra en ciernes.

Al respecto citó al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel, teniente general Gadi Eisenkot, quien dijo que «prevenir que Hezbollah mejore la exactitud de su arsenal de proyectiles amasados es la “prioridad máxima” del ejército». Otra señal de los peligros que amenazan la soberanía libanesa.

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