Hernando Calvo Ospina siempre va a la búsqueda de la justicia y de la verdad. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:46 pm
Desaparecido allá por 1985 por 12 días en poder de las fuerzas militares ecuatorianas, torturado y luego encerrado en una cárcel de Quito por tres meses. Enviado posteriormente a Perú, donde poco después fue declarado persona non grata por el Gobierno de Alan García. Acogido luego en Francia, donde hasta hoy vive, y considerado como «peligro para la seguridad nacional» por Estados Unidos, el escritor y periodista colombiano Hernando Calvo Ospina no ha perdido, en sus más de 50 años de vida, su personalidad hipercrítica, su capacidad de resistencia y ese jovial verbo y optimismo que lo caracterizan.
Investigador y denunciante del terrorismo de Estado en su natal Colombia, así como de la agresiva política estadounidense hacia buena parte de América Latina, este apasionado bailador, tomador de ron y coleccionista de música salsa, tal cual se cataloga a sí mismo, vivió, sufrió y no ha dejado de denunciar, como hombre de izquierda, los nefastos efectos del Plan Cóndor, instaurado durante las décadas de los 70 y los 80 y que, impulsado por Estados Unidos, extendió sus tentáculos por toda Latinoamérica.
Eran los años de Ronald Reagan en el poder y en América Latina se comienzan a imponer las doctrinas neoliberales usando a Chile como laboratorio. De sobra sabían sus creadores que, en el momento de establecerlas, lógicamente, las protestas sociales reverdecerían. Específicamente en Ecuador, el entonces presidente León Febres Cordero —amigo personal del ex mandatario norteamericano— instaura una política de represión inédita contra todos los opositores políticos y miembros de las guerrillas colombianas y ecuatorianas, para reprimir el movimiento social.
«Los asesinados, torturados en las cárceles y desaparecidos fueron, en su mayoria, sindicalistas, campesinos; gente que no tenía nada que ver con la guerrilla, ellos fueron los que pagaron las consecuencias, tal como ocurrió en Argentina y Chile», rememora Hernando.
En aquella época, era Calvo Ospina un estudiante de Periodismo y divulgaba, junto con otros colegas, a través de la revista La Berraquera, las acciones y reivindicaciones de la izquierda. La publicación, relata, era «medio legal, medio clandestina. Nadie sabía dónde ni cómo aparecía, pero se conseguía en varios puntos de venta en cuatro ciudades de Ecuador y se distribuía al exterior. En ella aparecían muchos comunicados de las guerrillas colombianas».
Varios detonantes impulsaron al Gobierno de Febres-Cordero a instaurar una cacería de brujas contra los colombianos en el Ecuador de aquella época, que dejó una larga estela de torturados, muertos y desaparecidos, los cuales se adicionaron a la lista de quienes también perecieron, víctimas de las dictaduras latinoamericanas de la época.
En busca de justicia y verdad
Los crímenes contra los derechos humanos cometidos por las dictaduras de la región estuvieron muchos años impunes; sin embargo, esta situación se está empezando a revertir y algunos presidentes de América Latina, como la argentina Cristina Fernández, la brasileña Dilma Rousseff y el ecuatoriano Rafael Correa han impulsado el proceso de memoria, verdad y justicia.
En un acontecimiento sin precedentes, la justicia ecuatoriana dispuso el arresto de nueve represores imputados por delitos de lesa humanidad, tortura, violencia sexual y desaparición forzada. En el primer juicio de este tipo en la historia del país, los tribunales dictaron, el pasado 1ro. de octubre, sentencias de prisión preventiva, arresto domiciliario y prohibición de salir del país para los imputados.
A partir de lo investigado por la Comisión de la Verdad —conformada por iniciativa del presidente Rafael Correa—, que funcionó entre 2007 y 2010, se documentaron 136 casos de violaciones a los derechos humanos que tuvieron lugar, en su mayoría, durante el Gobierno de León Febres-Cordero.
Conocer la verdad, lo que realmente sucedió, hacer justicia por tantos miles de muertos y desaparecidos, y compensar a las víctimas de estos crímenes son los propósitos de la Comisión, pero el miedo al pasado está latente.
Como hecho trascendental, a fines de enero, en Estados Unidos —a petición de las autoridades ecuatorianas—, apresaron al general Edgar Vaca, uno de los implicados en los delitos de lesa humanidad, uno de los principales artífices de las torturas de las que fue objeto este escritor. Vaca está entre los que torturó al entonces joven militante izquierdista.
«No creo que lo extraditen, pero el hecho de que lo detuvieran, precisamente en Estados Unidos, ya es representativo», afirma.
Hernando no oculta su simpatía por la Revolución Cubana, ni por la Bolivariana en Venezuela, tampoco por el proceso de cambio que está desarrollando el presidente Evo Morales en Bolivia. «En ese país, con cautela y pausadamente, se está dando una verdadera revolución», comenta.
Quito le trae a la memoria recuerdos de entonces. Esa ciudad en la que vivió, trabajó y fue apresado es hoy, bajo el Gobierno de Rafael Correa, un lugar distinto. Ecuador está muy cambiado, dice.
«Quito está bellísimo. Ya no se ven niños mendigando en la calle. Tan solo tres años atrás podías encontrarlos, vestidos con sus uniformes, a altas horas de la noche, pidiendo limosna en la zona de los bares y prostitución. Hoy los padres pueden enfrentar a la justicia si no envían a sus hijos a las escuelas, y a las familias más pobres el Gobierno les da un aporte económico para que los niños puedan estudiar».
Calla y respira
Presentada en Cuba hace pocos días, como parte de la XXIII Feria Internacional del Libro, Calla y respira es una obra que le toma el pulso a la represión política durante el llamado «febrescorderato» en el Ecuador de la década de los 80. Hernando Calvo Ospina la escribió con su experiencia de cuando fue torturado y detenido en 1985.
Desde sus primeras páginas, el lector percibe el modo desenfadado con que está escrita y, sobre todo, el texto tiene la virtud de que a pesar de que narra hechos de un terror inaudito, cometidos en celdas clandestinas y con prácticas aberrantes de tortura, trasluce hondos trazos de grandeza humana y no disimulado humor.
A pesar de la dureza de las situaciones que vivió, Hernando se declara, en primera instancia, un ser humano con un optimismo muy elevado: «Las cosas suceden, pero la vida continúa. ¿Qué se le va a hacer? La vida es una rumba», dice entre risas.
Le costó 20 años escribir Calla y respira. «No sabía cómo hacerlo. Comencé a contar la historia en tercera persona, luego volví a la primera y así decidí sentarme a redactarlo definitivamente».
Lloró mucho escribiéndolo, rememora. Y a pesar de ese carácter jovial y alegre que lo caracteriza, se le quiebra la voz cuando tiene que hablar al respecto. «No sufro tanto por las atrocidades que se cometieron con mi persona, sino cuando tengo que recordar el sufrimiento de mis padres, de la madre de mi hija. No lo vuelvo a leer, nunca. Lo peor no fueron las torturas, sino la impotencia ante tanta injusticia contra otros miles».
En una conferencia ofrecida junto a Adriana Pérez, la esposa de Gerardo Hernández, uno de los antiterroristas cubanos presos injustamente en Estados Unidos, fue donde por primera vez este intelectual habló en público sobre las torturas que sufrió. «Puedo decir, categóricamente, que pude sentir lo mismo que han sentido Gerardo, Ramón, Fernando, Tony y René, cuando lo que cae sobre uno, en estas instancias, es el sistema. Con los Cinco —a quienes Hernando también dedica su libro— están cobrando 50 años de Revolución Cubana. Con ellos, con sus familias, sus esposas».
—¿Estas experiencias fueron determinantes para engrandecerlo desde el punto de vista humano y político?
—Para mi acervo humano, la cárcel fue una escuela tremenda. Aprendí que los presos necesitan vivir, que tienen familia y son eso: seres humanos que escogieron, quizá, la esquina equivocada.
Pero como principal experiencia, acumulada durante esa etapa de su vida, Hernando no duda en responder que «aprendí a adorar y admirar a las mujeres. Me di cuenta de que son superiores en todos los sentidos». Hoy, en honor a ellas, prepara su próximo libro. Latinas de falda y pantalón es el título.
—Le falta responder lo que le dejara esa experiencia carcelaria desde el punto de vista político...
—Todavía estoy aquí.