Sánchez Cerén y su compañero de fórmula, Oscar Ortiz (a la derecha), los candidatos del FMLN. Autor: elmundo.com.sv Publicado: 21/09/2017 | 05:40 pm
«Fraude» e intento de «eternización en el poder»: esas han sido las desveladas acusaciones con que el reaccionario Partido Arena (Alianza Republicana Nacionalista) quiere desacreditar al FMLN, recién iniciada la campaña con vistas a las elecciones de febrero de 2014.
Las «acusaciones» —por demás manidas y sin argumentos— advierten desde ya sobre la guerra sucia a la que acudirá la derecha con relación a los comicios; unas presidenciales trascendentes porque podrían representar la mayoría de edad del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como partido en el Gobierno... o el retroceso a los regímenes derechistas y supeditados a Estados Unidos, que sí pretendían eternizarse en la presidencia.
Muy al contrario de lo que ha querido hacer ver con aquellas palabras el candidato de Arena, Norman Quijano, fue la derecha la que prevaleció en el panorama político salvadoreño luego de la firma de los Acuerdos de paz de 1992, e incluso desde antes, cuando la Democracia Cristiana y el propio Arena sostuvieron, con la millonaria ayuda en armas y asesores concedida por Washington, el enfrentamiento a la insurgencia durante diez años de un conflicto en el que los inconformes trataban de cambiar el rumbo de El Salvador por medio de las armas.
Ese es el propósito que vuelve a buscar el FMLN ahora, otra vez mediante las urnas, luego de que el otrora movimiento guerrillero se convirtiera en partido y tomara poco a poco espacios políticos, desde abajo, con el dominio de alcaldías y departamentos hasta el triunfo presidencial de 2009: una victoria que rompió la consecutividad derechista (solo Arena estuvo 20 años en el poder) y colocó en las manos del presidente Mauricio Funes y del FMLN los destinos del país.
De inevitable evocación, la guerra puede ser, sin embargo, una palabra obscena en el contexto proselitista salvadoreño, que esa misma derecha buscará enturbiar manipulando el pasado y satanizando a los entonces guerrilleros. Pero es Arena la que tendría las de perder si los recuerdos de los años 80 volvieran.
Con el republicano Ronald Reagan en la Casa Blanca, EE.UU. emprendió entonces una tarea de «pacificación» en Centroamérica que no solo proveyó al ejército de El Salvador de la ayuda militar que nutrió también a los temibles escuadrones de la muerte. Además, utilizó a la pequeña nación como una de las bases de los irregulares armados que desangrarían a la Revolución Sandinista en Nicaragua, y que serían conocidos como los llamados «contras».
Teniendo al ya fallecido Roberto D’Abuisson como uno de sus principales fundadores, Arena, nacida en 1981, fue la promotora de los escuadrones que cometieron masacres atroces, y asesinatos tan repugnantes como el de monseñor Arnulfo Romero, un hombre que predicaba a favor de los pobres y de la paz.
Evidentemente, no solo la hipocresía; también los resabios retrógrados y reaccionarios están latentes en la derecha de El Salvador, como puede observarse en una frase del himno de Arena: «Patria sí, comunismo no».
Ello podría hacerse más visible cuando el aspirante del FMLN a la primera magistratura es un hombre con prestigio que viene de lo más auténtico de sus filas; un ex comandante guerrillero perteneciente a la generación del fallecido líder del Frente, Shafick Handal.
Si algo descuella en esta campaña es precisamente eso: la posibilidad de que llegue al poder un fundador del FMLN con la presentación como candidato del hoy vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, un maestro que abrazó la lucha armada como tantos otros que querían una nación distinta, y quien, en los más de 20 años transcurridos desde que se logró la paz negociada, ha dado muestras de su vocación por ella.
Con la manga más al codo
Debe esperarse que una victoria electoral del FMLN signifique la profundización de los cambios que, materializados en programas sociales y en mayor respaldo presupuestario a la educación y la salud, se emprendieron con Mauricio Funes.
Ese derrotero es predecible no solo porque en un segundo mandato el Frente estaría más maduro —como lo está la población, chantajeada en 2004 por la propaganda de la derecha y de EE.UU. para impedir el triunfo electoral de Shafick— y caminaría sobre el trecho desyerbado. En tanto el saliente Funes fue un candidato proveniente de los medios de comunicación, que debió montarse intempestivamente en la cuerda política y consensuar con el FMLN ya con los comicios de 2009 encima, Cerén, es la máxima figura del partido desde la desaparición de Handal y, por demás, ha transitado por diversos escalones de la vida política nacional desde el Parlamento, donde llegó a ser jefe de la bancada efemelenista, hasta la vicepresidencia.
Desde luego, faltan todavía tres meses para las elecciones, la campaña es demasiado joven, y sondeos tempraneros arrojan una mayoría de intenciones de votos para el Frente que, dicen, está seguido muy de cerca por Arena.
En tercer lugar anotan a un viejo conocido, Elías Antonio (Tony) Saca, quien no necesita campaña, porque su carta de presentación ya estuvo sobre la mesa cuando ocupó la presidencia entre los años 2004-2009: un fiel seguidor de su antecesor, el caliente «soplo de aire fresco» Francisco Flores, un imberbe pero redomado peón de Washington que siempre siguió fielmente la cartilla dictada desde la Casa Blanca.
Deslindado de Arena (se dice que lo echaron), Tony Saca se presenta ahora al frente de un movimiento que ha denominado Unidad, lo que asegura una división de los votos derechistas, si bien se habla aún de otros partidos a contender.
Faltaría por ver, de todos modos, si los sufragios de febrero dan al FMLN la mayoría absoluta que obtuvo con Funes en 2009, cuando consiguió poco más del 51 por ciento de las papeletas.
De lo contrario, no pueden descartarse las alianzas cuando haya que acudir a la segunda ronda; un paso que, de ser necesario, no debe lastrar, empero, la trayectoria trazada por el Frente.
Proseguir el combate a la pobreza, la mejora del acceso a la educación y a la salud, la participación del empresariado en la economía y la rebaja del costo de servicios esenciales como la electricidad, han sido los primeros derroteros dibujados, a largos trazos, por Cerén, aunque se afirma que el programa del FMLN ya está listo en su totalidad, luego de haberse consensuado en las bases, con la participación de los ciudadanos.
No es escaso lo que ha hecho ese partido al timón del país en los últimos cuatro años, frente a las secuelas de una sociedad depauperada por décadas de guerra, primero, y luego por el más crudo quehacer neoliberal, si bien con Funes se han evitado giros bruscos.
Repartición de implementos escolares para niños y adolescentes en los centros educacionales públicos y un vaso de leche para los educandos de menor edad, lo que ha garantizado la retención escolar; granos para asegurar la siembra a los campesinos; atención a la mujer frente a la violencia social y doméstica; más dinero para la salud, que ya no se privatiza; pensiones para los jubilados… Han sido esas, apenas, las primeras medidas, que en los próximos cuatro años deberían convertirse en pasos más largos.
Como muestra de ello, cerrando casi su mandato, Funes acaba de presentar ante el Parlamento una propuesta de ley que busca asegurar la continuidad de los proyectos sociales aplicados, al tiempo que se pone en marcha un programa para asegurar una mayor participación popular en la planificación y la toma de decisiones.
Mirando el mapa...
Con una Nicaragua que sigue desatando amarras con el Frente Sandinista a la cabeza; las elecciones de Honduras también en punta (serán en noviembre) y la posibilidad de que el Partido Libre (Libertad y Refundación) luche por la presidencia con la candidatura de Xiomara Castro de Zelaya, una ratificación del FMLN en el poder sería indispensable para seguir concretando avances en el mapa de la geopolítica centroamericana: la zona más atrasada y pobre y, por eso, la más dependiente de Latinoamérica.
Claro que Libre todavía deberá luchar contra los fantasmas del miedo impuesto por la misma derecha (local y continental) que defenestró a Manuel Zelaya y, más que eso, contra los seres de carne y hueso que torpedean su acceso al Gobierno. Pero la vía está abierta.
Ello constituye una razón más para que los amigos del cambio apuesten por que el FMLN se mantenga. En verdad, no se trata solo de El Salvador; también de Centroamérica.