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2012: ¿El parteaguas latinoamericano?

Lejos de cataclismos supuestamente avisados al mundo de hoy por nuestros antepasados, estudiosos aseguran que América Latina se aboca este año, por el contrario, al umbral de una era nueva

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Viendo a los indignados en las calles de Europa y Estados Unidos mientras el Fondo Monetario sigue dictando las mismas recetas detonadoras del caos, pueden entenderse mejor, por contraste, las interpretaciones de estudiosos como el astrólogo chileno Jaime Hales. América Latina, asegura, se adentra en una nueva época.

Sumado, como muchos, a quienes se niegan a creer en la denominada profecía maya que anunciaría el fin de la Humanidad este año, Hales, un democratacristiano que fue agregado cultural en México antes de fundar la Academia de Estudios Holísticos Syncronia, sostiene también que el mundo no se acaba el próximo 21 de diciembre, según se ha aseverado atendiendo al calendario de una civilización asentada en el sureste mexicano. En su opinión, el aviso real dejado por una sociedad que se destacó por sus avanzados conocimientos astrológicos es otro para este 2012: «El final de una tremenda y larga época de miles de años, para dar paso a algo completamente nuevo y diferente». Y ello ocurrirá, afirma, en Latinoamérica.

Pero no se trata solo de míticos augurios. Siguiendo los acontecimientos puede colegirse que, en efecto, algo distinto aquí se gesta.

Según el investigador, 2012 —«un período pequeñito en un espacio de miles de años»— será «un punto de inflexión donde los seres humanos, sobre todo de América Latina, comenzamos a adquirir conciencia de nuestra importancia y de la posibilidad de fundar algo nuevo».

Más allá de los pronósticos mayas y de sus interpretaciones, esa es una posibilidad que puede adivinarse apenas se toma el pulso a esta región del planeta.

Pariendo un corazón

Despoblados y en ruinas por la agresividad de los conquistadores cuyos descendientes sufren ahora el escarnio de una forma distinta de saqueo, los terrenos áridos y altos donde la también sólida arquitectura maya erigió sus observatorios para estudiar los astros, están habitados solamente por espíritus. Por eso a expertos como Jaime Hales solo les queda interpretar su legado.

No habría necesariamente, sin embargo, que acudir a la astrología ni escuchar la voz de los ancestros.

¿Quién podría ignorar que vivimos un momento inédito en la historia latinoamericana y caribeña?

Nunca antes pareció tan extendida la conciencia y, lo que es igual de importante, la voluntad política para enrumbar por camino propio nuestro destino. Los cambios en pos de él están en marcha aunque concretarlos costará aún décadas, y rebasan el mero nuevo orden económico y social que en muchos puntos de la región empieza a prevalecer.

Para percibir en toda su magnitud esas transformaciones no bastaría sopesar que frente al desastre que el manejo capitalista de la crisis económica y financiera está infligiendo a los ciudadanos de Estados Unidos y la mayor parte de Europa, los países latinoamericanos, de vuelta de los ajustes que radicalizaron a las masas y llevaron al poder a los gobiernos mayormente nacionalistas de hoy,  crecieron (según adelantó la CEPAL) un 4,3 por ciento en 2011, redujeron el desempleo, que ahora toca cifras récord en naciones del Viejo Continente, y adelgazaron una pobreza añosa y gigantesca que, empero, continúa siendo un reto. No por gusto en la última Cumbre Iberoamericana, según contó a Telesur el líder venezolano Hugo Chávez, el ahora ex presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, fue concluyente: «España vino a oír».

Tampoco resultaría suficiente apuntar el notorio sesgo social que acompaña a las políticas de crecimiento, manejadas más justamente por estados que recuperan el poder entregado antes a las transnacionales en virtud de la ley ciega del mercado y la privatización.

Es más: lo que se gesta no toca solo a naciones, y podría involucrar a la región entera si cristalizan esfuerzos supremos como el de la integración plasmada en la recién nacida Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Los nuevos derroteros están en el sustrato que nos lleva a esa unión.

Una nueva forma de vida

Fluyendo junto a los programas de gobierno —que no tienen por qué constituir un modelo único aplicable a todos los países— palpita una nueva forma de vida que consolidaría la independencia real desde adentro, potenciando lo que se ha dado en llamar «endógeno» y que tiene inspiración, precisamente, en el pasado.

Más que un nuevo hombre, está en gestación un nuevo tipo de sociedad caracterizada por esa filosofía del «buen vivir» que desprecia lo banal y no esencial a la vida humana salvando, junto al hombre, a la Madre Tierra: un modo de existencia enarbolada por otro indígena, el aymara Evo Morales, y que caracterizó precisamente hace cinco siglos a nuestras civilizaciones originarias.

Sociedades armónicas que no se enfrentan, sino que colaboran, enlazadas por lo que podría llamarse una verdadera «buena vecindad». No la que preconizó la desintegración panamericana desde el Norte para devorarnos; hablo de esa otra no acuñada y que aflora, sin embargo, cuando los médicos cubanos salvan vidas en otras naciones, o el presidente Chávez brinda el petróleo venezolano a las pequeñas islas antillanas para formar ese arco energético bautizado como Petrocaribe.

Con su estratégica visión de humanidad y de futuro, tales gestos tienen mucho de esa vocación sine qua non para sobrevivir en estos días convulsos en que pareciera, ciertamente, que el mundo se acaba.

Solidaridad y complementariedad son las palabras de orden en América Latina, y pudieran resultar la salvación del hombre. La una, para brindar la mano y juntos —países pobres y pequeños—, hacernos fuertes frente a los poderosos. Complementariedad para ofrecer al de al lado aquello que le falta y sustentarnos desde adentro, sin necesidad de depender de quienes oprimen y vivieron casi hasta ayer de nosotros.

Así, Latinoamérica teje sin teorizaciones previas, pero aportando conceptos totalmente nuevos, ese «algo» al que pudo aludir Hales y que rebasa lo concerniente, de manera estrecha, a uno u otro país.

Experiencias de implementación reciente y que pudieran ser cada vez más extendidas demuestran cómo es posible materializar en América Latina y el Caribe ese nuevo modo de vida que llegaría a salvar, incluso, a una civilización que el egoísmo tiene amenazada de muerte.

Proyectos y empresas que rebasan los límites territoriales y denominadas grannacionales —una inédita forma de producción conjunta— echan a andar en el marco de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en tanto la iniciativa de un Banco del Sur que dote a esos propósitos de financiamiento propio, se perfila como una necesidad impostergable que sería otro acontecimiento sin precedentes en el llamado Tercer Mundo.

Lo que viene

Claro que no será cosa que se definirá en 12 meses. Pero el año que recién ha comenzado resultará, no obstante, crucial para constatar si podemos o no lograrlo.

De un lado, la recomposición o la profundización de relaciones entre países de la región constituye un buen preámbulo cuando toca en este año a la CELAC la prueba de fuego de su primera Cumbre en Chile, donde se aquilatará el brío con que el conglomerado se estrena.

A ello se suman acontecimientos que constituirán el nudo gordiano del año, porque para asegurar que no se frustre esta forja, seguirá siendo imprescindible la inclinación política de la balanza.

Luego de los procesos que en 2011 reeligieron a Cristina Fernández en Argentina y al nicaragüense Daniel Ortega, en tanto era llevado a la presidencia de Perú el nacionalista Ollanta Humala, el próximo 1ro. de julio serán los comicios de México, que tienen desde ya en vilo a buena parte del país. La avistada posibilidad de una vuelta del Partido Revolucionario Institucional (PRI) o la llegada a la primera magistratura de la izquierda personificada en Andrés Manuel López Obrador con el sustento del Partido de la Revolución Democrática y el del Trabajo, entre otras fuerzas políticas, constituirán noticia.

Pero en octubre, las elecciones presidenciales venezolanas decidirán no solo la continuidad del proceso que Chávez, aspirante a la reelección, lidera. Con la Revolución también estará sobre el tablero la integración latinoamericana, que se sabe tiene uno de sus principales puntales en la Venezuela Bolivariana.

Mientras el denominado «estado de bienestar» es echado abajo en Europa por las medidas de ajuste de las que los de esta parte del orbe vienen aleccionados y de vuelta; cuando la rebeldía popular en países del Medio Oriente es manipulada por las potencias occidentales para otro reparto del mundo mediante no declaradas guerras, América Latina y el Caribe sientan las bases para demostrar que, en verdad, se puede cambiar al mundo. Tal será el sino principal de sus gobiernos y pueblos en este 2012.

Eso, quizá, fue lo que avizoraron nuestros mayas.

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