De una punta a la otra del planeta millones de personas en más de 80 países demostraron su hartazgo con las élites políticas y los poderes financieros, en una jornada mundial sin precedentes. Autor: AP Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
Todo parece ir muy en serio, porque la convocatoria que pudiera ser heraldo de una transformación planetaria extendió su respuesta indignada este sábado 15 de octubre, ocupando plazas y calles cercanas a los centros de poder financieros, en más de 951 ciudades de 82 países —por cierto, capitalistas y buena parte de ellos en crisis— para exigir «una democracia real» globalizada, en una jornada de protesta contra la avaricia de los banqueros.
Hubo multitudinarios oídos receptivos, lo mismo en Washington que en Nueva York, en Madrid o Barcelona, en París y Londres, en Tel Aviv y en El Cairo, en Hong Kong y en Atenas, en Haifa y en San Francisco, en Roma…
El 15-O que inicio con la 9na. Sinfonía de Beethoven, podría tener el impacto de un 11-S en la conciencia del mundo, aunque sus organizadores desde las redes sociales de Twitter o Facebook sostienen claramente que no es cuestión de un día, sino de un trabajo político constante que le abra los ojos a cientos de millones en los cinco continentes para que comprendan que «somos el 99 por ciento» de la población mundial y no podemos dejarnos mangonear por ese uno por ciento de la codicia, la mezquindad, el egoísmo y la usura. Ya es hora de que se les rompa el saco.
Las razones de esta ola —que comenzó el 5 de mayo junto a la Puerta del Sol, en Madrid, y que tomó presencia más tangible y globalizada cuando en Nueva York el 17 de septiembre iniciaron la protesta Occupy Wall Street— estaban en el reclamo de la manifestación: «Los poderes trabajan para el beneficio de unos pocos, ignorando el deseo de la gran mayoría y el precio que, tanto los seres humanos como el medio ambiente, tenemos que pagar»…
Si bien la gran prensa, cómplice y parte de esos poderes del uno por ciento de los explotadores, intentó darle la espalda a este movimiento, ocultarlo o manipularlo, la ira de los más salió a la luz por su propia fuerza, aunque para muchos todavía no estén claros los propósitos y parezca estar bajo el control del caos o la anarquía.
Sin embargo, las acusaciones sí tienen sentados en el banquillo a los banqueros y a los políticos que los representan, por eso constituyen un peligro latente para quienes traen en sus alforjas bimillonarias la corrupción, la opulencia para ellos y el hambre para millones, las guerras y los peores de los crímenes contra la humanidad, la ignorancia, la división en países muy ricos y otros sumidos en la miseria total, el abismo interno entre Citigroup, Bank of America, Goldman Sachs, las petroleras contaminantes y los 62 millones de estadounidenses que no tienen ni siquiera un dólar en esos bancos.
Una vez más se despierta el espíritu de los oprimidos, como lo hizo en Chicago en el siglo XIX y en Seattle en 1999. El reto es mantener esta lucha, darle raíces que alimenten su tronco y ramas, hacerla florecer de la espontaneidad al cultivo cuidadoso y coherente, aunque sea violenta la represión y las provocaciones para cercenar esta fuerza popular, opuesta a un sistema expoliador que está haciendo tambalearse a la economía global en crisis, y cuya codicia impide a los poderosos comprender que además están matando al planeta.
Algunos con los pies bien puestos sobre la tierra están llamando a esas masas indignadas a tomar conciencia, a mantenerse en movimiento, a impedir que sean distraídos o divididos, a apuntar a lo esencial: una sociedad y un sistema injusto deben ser demolidos y sobre sus ruinas construir un mundo incluyente, de justicia y oportunidad de vida para todos.
Las metas no pueden ser pequeñas mordidas a la bestia del capital, se trata de una batalla desde la razón y por lo razonable, nada fácil de ganar, pero sí posible y que es necesario emprender, no importa lo largo del camino. Todo consiste en mantenerse unidos y en movimiento permanente, así se hace la Revolución contra el capitalismo, y este 15 de octubre pudiera haberse sembrado la semilla.