Al parecer, los niños iraquíes clasifican como «peligrosos terroristas» para los soldados del Pentágono. Cuatro años después de la invasión de W. Bush y su camarilla a Iraq, no hay duda de que quienes más han sufrido los estragos de la guerra son los niños.
Es una situación de caos donde las mayores víctimas son los menores, quienes además ya sufrieron el severo bloqueo que impuso las Naciones Unidas bajo la influencia de Estados Unidos, durante 12 años, desde principios de la década del 90 del pasado siglo.
En esa ocasión, fueron cerca de 1 500 000 personas —de ellos, mas de la mitad menores— las que murieron como consecuencia de tales medidas.
No es casual por eso que Iraq sea el último país en la tasa de supervivencia infantil, con un índice de mortalidad que ha subido un 150 por ciento desde 1990. Desde 2005, uno de cada ocho niños iraquíes muere antes de alcanzar cinco años.
Pero no solo el hambre, el sobrevivir en las calles y las bombas yanquis conspiran contra el futuro de ese país. Ellos también son víctimas de «errores» que comete el ejército norteamericano.
La noticia la reprodujeron miles de agencias de prensa en el mundo hace algunos días: un helicóptero estadounidense bombardeó «erróneamente» una escuela pública en la localidad de Mandali, en la provincia de Diyala (nordeste), y causó la muerte de siete niños y heridas a otros tres.
La agencia iraquí Aswat al Iraq, citaba declaraciones de personal médico que coincidían con testigos que describieron cómo las naves lanzaban proyectiles de diversos calibres contra el centro escolar.
El jeque Mohammed Saab al Naddaui, residente en la localidad, dijo a medios de prensa que soldados norteamericanos acudieron al lugar del incidente y justificaron el ataque alegando un supuesto «error» del piloto, quien disparaba contra insurgentes «que ponían bombas en la carretera cerca de Mandali».
El cinismo a veces no tiene límites.
Pero los «deslices yanquis» contra la población más joven de Iraq tiene antecedentes tan escalofriantes como los de la escuela de Mandali.
El resultado de una investigación de un servicio de noticias local, reproducida por el medio digital alternativo Rebelión, detalla cómo las fuerzas de ocupación asesinaron a 32 niños para acusar a la resistencia.
Según declaraciones de testigos, fuerzas norteamericanos acordonaron un sector de la calle en un barrio de Kufa, bajo el pretexto de que un vehículo aparcado estaba preparado para estallar.
Los militares comenzaron a repartir caramelos y regalos, que sirvieron de carnada para que muchos niños acudieran rápidamente al lugar a recibir las golosinas. Luego, con mucha sangre fría, arrojaron algunas al pavimento formando una pila de pequeños en mitad de la calle y salieron del lugar conduciendo a toda velocidad. Segundos después el vehículo explotó matando a 32 niños e hiriendo a cerca de diez.
Cuestionados por el hecho de que la explosión no mató ni hirió a ningún soldado estadounidense, fuentes del ejército ocupante respondieron que sus tropas abandonaron precipitadamente el lugar, cuando ya habían «descartado» la posibilidad de que el vehículo explotara.
Esos «errores» no solo acaban con la vida de muchos, sino que le laceran el futuro a la otra parte que logre sobrevivir a esta inmoral y desalmada ocupación.
En 1999, la ex secretaria norteamericana de Estado, Madelein Albraight, dijo que valía la pena que murieran 500 000 niños con tal de que se lograra la caída de Saddam Hussein. Ya tienen su cabeza, ¿cuántos más tienen que morir? Es desconcertante hasta donde es capaz de llegar la barbarie humana.