Las encuestas quieren ser pronósticos fiables. Sin embargo, en 2004, la gente opinó que Bush había perdido los tres debates televisivos frente al demócrata John Kerry, ¡y a pesar de eso, el sujeto se quedó en la Casa Blanca otros cuatro años!
De entonces acá, les tengo ojeriza a los sondeos preelectorales. Y por cierto, están muy abundantes en Francia, que acaba de entrar este domingo en el mes de sus comicios presidenciales. Sí, ya sé que París no es Washington. Pero dudo que se me cure el escepticismo.
El conservador Sarkozy muestra el puño a la delincuencia, el centrista Bayrou apela a los desencantados, y la socialista Royal hace millonarias propuestas sociales. Foto: AP
Una consulta citada el viernes por el periódico Le Monde, otorgaba al candidato conservador, Nicolás Sarkozy, un 26 por ciento de intenciones de voto. Su rival, la socialista Segolene Royal, se apuntaba un 24,5 por ciento; y el «centrista» François Bayrou, líder de la Unión por la Democracia Francesa (UDF), un 19,5 por ciento.Hablo brevemente del ultraderechista Jean Marie Le Pen, aunque parece que este año no pasará de la primera vuelta, el 22 de abril. Es dudoso que los franceses quieran darse el «gusto» de tener que tolerarlo en una segunda ronda, como pasó en 2002, cuando puso a correr a todo el país.
Ahora bien, según Le Monde, el sondeo fue realizado a raíz de los choques entre policías y grupos de jóvenes en una estación del metro parisino, el pasado martes.
Para parte de los encuestados, ocurrirían menos incidentes de este tipo si el «mano de hierro» de Le Pen resultara electo. Entonces, el anciano neonazi ascendió del 13 al 15 por ciento en las preferencias. Como se ve, ocurrió un desorden público y, ¡chirrín!, las flechas se inclinaron discretamente a su favor.
Hace apenas unas semanas, no era este el paisaje. Le Pen no conseguía las 500 firmas de alcaldes, necesarias para su postulación. El ministro del Interior Sarkozy aventajaba cómodamente a la Royal, golpeada por sus errores en asuntos de política exterior —habló de la «independencia» del Québec canadiense— y por la dimisión de su asesor económico, presuntamente en desacuerdo con un ambicioso programa de ayudas sociales al que solo le faltaba la preguntita: «¿De dónde sacaremos 35 000 millones de euros?».
El que ascendía entonces, hasta casi rozar a la dama socialista, era Bayrou, el candidato de la UDF. Su tema: tomar distancia de los otros contendientes, no prometer lo imposible y sumar a todos: «Si eres socialista o conservador, tienes los mismos problemas que nosotros; vamos a resolverlos juntos».
La propia ausencia de una fortuna personal, y su negativa a aliarse a Sarkozy —percibido como la «amenaza policial»— le granjearon abundantes simpatías entre los jóvenes y los habitantes de las barriadas pobres, a las que en 2005 el candidato derechista amenazó con limpiar a chorros de agua a presión para acabar con la delincuencia.
Pero Bayrou desciende y la Royal se recupera, marcando un tramo ínfimo para darle alcance a «Sarko», quien también ha hecho sus promesas de invertir en educación y empleo, aunque sin olvidar su «especialidad»: el combate al delito, que retomó durante una visita a la estación del metro donde ocurrieron los enfrentamientos.
Así, de mantenerse las tendencias durante el tiempo que resta, el teatro electoral francés cerraría las cortinas de la primera vuelta con solo dos actores aprobados: Sarkozy y Royal; y el 6 de mayo, 44,5 millones de espectadores se sentarían nuevamente a aplaudir al histrión de su agrado.
Esto, si los sondeos se cumplen y las agujas no se mueven bruscamente el 22 de abril. Yo..., bueno, ya estoy vacunado contra las encuestas.