Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un juego de 160 innings

Aun dispersos por el mundo, el béisbol une a los cubanos. Comparten jergas propias de ese deporte e incluso conviven en espacios virtuales, según sus equipos afines

Autor:

Norland Rosendo

El «estadio» más grande de los libros en Cuba, la Biblioteca Nacional José Martí, sirvió de escenario este viernes a un histórico «juego» científico sobre el béisbol cubano, sus orígenes, cultura y vínculos internacionales, que tuvo al día siguiente innings extras en par de templos de la pelota insular: el majestuoso Latinoamericano de La Habana y el vetusto Palmar de Junco matancero.

Sucedió el primer día un imprescindible simposio que confirmó, una vez más, el protagonismo del béisbol en la identidad del cubano. Traído hace 160 años desde Estados Unidos, no se puede disertar sobre la cultura cubana sin otorgar privilegios referenciales a este deporte, que junta e identifica a los nacidos en esta Isla, vivan donde vivan.

Fue un partido teórico enjundioso, que inning tras inning aportó razones para seguir defendiendo la pelota, su nombre popular más común, como escudo ante las desafiantes agresiones simbólicas y que además constituye levadura para las emociones de un pueblo que tanto necesita fortalecer su orgullo patrio.

Fuera de las dos rayas de cal también vive el béisbol y este evento sirvió para impulsar esa idea: poco se gana dentro del campo de juego, si no ponemos en su justo contexto histórico y cultural los outs y jonrones.

Con ese optimismo y sapiencia que lo han convertido en líder dentro de los historiadores que hurgan en la riquísima data del béisbol en Cuba, el Doctor en Ciencias Históricas Félix Julio Alfonso asumió la función de cuarto bate en la celebración del simposio, y no lo pudo hacer mejor acompañado por un line up de ilustres venidos de diferentes países para rendir merecidos honores al béisbol nuestro.

Apasionado como es cuando habla de pelota, Félix Julio tuvo durante todo el «juego» émulos igualmente orgullosos por la oportunidad de engrandecer la historia de este deporte y honrar los aportes isleños, sobre todo, en el Gran Caribe.

Roberto González Echevarría, Lesby Domínguez, Oreidis Pimentel, Norberto Codina, Omar Valiño —el anfitrión, que ha convertido la vetusta casa de los libros en un banquete cotidiano con lo mejor y más auténtico de la cultura cubana— son voces cubanas imprescindibles para comprender en su verdadera dimensión identitaria a nuestro deporte nacional.

Siguen ellos, como muchos otros, entre quienes no podría olvidar a los memoriosos y eruditos Osvaldo Rojas Garay y Francisco Pancho Soriano, empecinados en construir, jugada a jugada, la riquísima historia de estos 160 años desde que los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló trajeron los primeros bates y pelotas hasta esta ínsula.

Y fue también enriquecedor disfrutar cómo en otros lares se venera al béisbol cubano. Desde México vinieron César González y Bernardo García a hablar del gigante Esteban Bellán y de los aportes nuestros a la pelota en Veracruz. Felipe Merlano disertó sobre los nexos beisboleros con Colombia.

En las «gradas» se concentraron adolescentes y jóvenes peloteros, quienes estoy convencido de que nunca habían oído hablar de tantos jugadores grandiosos nacidos aquí; también había funcionarios del béisbol en Cuba, periodistas especializados y otros amantes de este enigmático y encantador juego, por cuya dimensión cultural, saberes y prácticas asociadas fue declarado en 2021 Patrimonio Cultural de la nación.

Aun dispersos por el mundo, el béisbol une a los cubanos. Comparten jergas propias de ese deporte e incluso conviven en espacios virtuales, según sus equipos afines. Lástima que tanta riqueza cultural e histórica siga dispersa y hasta olvidada por la ausencia de una institución que asuma el encargo de mantener vivo el enciclopédico recorrido de más de siglo y medio.

Por fortuna, en el Palmar de Junco, con loable equipo emprendedor, tampoco dejar morir al más viejo estadio en activo del mundo y lo enriquecen con exaltaciones de figuras deportivas y otras actividades salvadoras; pero en este juego por la cultura y sus valores más sagrados para el cubano, hemos de dotarnos de un proyecto mayor, para el cual no faltan manos y hasta recursos dispuestos por hijos de esta tierra radicados fuera, que quieren disfrutar también de la grandeza de un templo que reúna, para goce de nacionales y extranjeros, tanta gloria beisbolera.

 

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