Desde el cambio para los 90 kilos, el matancero empezó a despegar. Autor: IJF Publicado: 24/12/2018 | 07:37 pm
El año ya casi termina luego de una larga temporada competitiva, y en vez de detener su marcha, los atletas continúan su preparación, enfocados en nuevas metas y objetivos para el inmediato 2019, y también un poco más allá en el tiempo.
Iván Silva, joven figura del judo masculino en la división de 90 kilogramos —puesto que comparte con el también estelar Asley González—, ha tenido una muy buena racha durante este «curso». Destaca por encima de todos sus buenos resultados de 2018, la plata conseguida en el Campeonato Mundial de la disciplina, efectuado en la ciudad de Budapest, capital de Hungría.
Muchas personas le preguntan el porqué de sus resultados recientes, y él sin dudar señala como la clave de su despegue el ascenso de división que tuvo después de los Juegos Olímpicos de 2016, cuando pasó de los 81 a los 90 kilogramos.
«El cambio me vino muy bien, no solo a nivel competitivo sino por mi propia salud, porque antes me costaba mucho hacer el peso, y era mayor el desgaste en las competencias. Ahora me siento más cómodo conmigo mismo».
Ya en 2017, además de llevarse la corona a nivel nacional, Silva reinó en el Panamericano de la disciplina y fue bronce en el Grand Prix de Cancún, México. No obstante, «en el mundial de ese año no estuve nada bien, y me fui sin medallas», dijo.
A pesar de ese revés, en 2018 comenzó con la misma mentalidad. Ayudó, y mucho, que la vuelta a los entrenamientos estuviera marcada por el regreso de su estelar compañero de división, el subcampeón olímpico de Londres 2012, Asley González.
«La rivalidad entre nosotros me hizo trabajar mucho más. Tuvimos varios enfrentamientos con victorias en unas ocasiones para él y en otras para mí. El trabajo de los entrenadores también fue un gran aporte. Poco a poco fui sintiéndome más a gusto, y de ahí fueron saliendo los resultados que hoy me tienen muy satisfecho».
Incluso con un currículum deportivo que ya es bastante grueso, el éxito es algo en lo que Silva no piensa demasiado. Las victorias —y también las derrotas— significan solo un paso más en su carrera, puntos de control en un viaje al cual le quedan muchos capítulos.
«Creo que a lo largo de todo este tiempo ha sido muy importante la seriedad en el trabajo y el apoyo de los entrenadores, quienes día a día exigen que uno mantenga su estatus y su nombre como figura de la división. Además, están las ganas de más, que nunca pueden irse. Esa inconformidad, en el buen sentido de la palabra, alimenta las cosas buenas que pasan sobre el tatami.
«Igualmente hay que reconocer lo que a uno le queda por mejorar. Ahora mismo hay colegas que llegan a los 30 años con excelentes resultados, y eso te da la medida de cuánto aporta la experiencia y la capacidad que uno tenga de aprender, tanto de lo bueno como de lo malo».
La rivalidad con Asley González (de blanco) ha ayudado en el progreso de Silva. Foto: Roberto Morejón Rodríguez
Previo al evento más importante de la temporada competitiva, Silva y sus compañeros complementaron la intensa preparación con la que llegaban desde Cuba, con un campo de entrenamiento en tierra húngara, que les permitió ajustar detalles para subirse a los tatamis mundialistas con el máximo de posibilidades.
«Por suerte, las peleas iniciales no fueron demasiado complicadas. Luego, recuerdo los cuartos de final frente al japonés Kenta Nagasawa. Ahí se impuso la preparación física, un factor que me permitió mantenerme con fuerza hasta el final, y sacar el triunfo en regla de oro, por descalificación.
Las semifinales fueron una sorpresa para casi todos, porque a pesar de la igualdad que se percibía, mi rival tuvo un desliz que me dio la oportunidad de moverme con rápidez y terminar con un ippon».
Acerca de la pelea definitiva, en la que Iván no pudo salir por la puerta ancha, los recuerdos para él están más que claros. La experiencia fue inolvidable.
«Faltando 40 segundos se me fue. Creo que más que todo, me falló la concentración. Un mes antes había competido con el georgiano nacionalizado español, Nikoloz Sherazadishvili, en el Grand Prix de la misma ciudad de Budapest. Allí le había ganado por bronce en un choque muy parecido, de contrataques, en el que logré mantener la táctica.
«Pero en la final no logré hacerlo de esa misma forma. Aunque marqué un wazari primero, no pude controlarlo, y me hizo una proyección que lo convirtió en el primer representante de su país en coronarse en este tipo de eventos».
—Luego vino Cancún. ¿Cómo ves el nivel del torneo?
—El año pasado estuvo bastante normal, pero para 2018, como ya comienzan las clasificaciones para los Juegos Olímpicos de 2020, todo el mundo quiere participar en la mayor cantidad de eventos que pueda.
«En esta edición de Cancún nada más faltaron los atletas de Asia, que están más lejos y prefieren mantenerse en su circuito. Sin embargo, me tocó enfrentarme con el campeón mundial de 81 kilogramos en 2013, el francés Loïc Pietri, y luego vinieron, por ese orden, el eslovaco Peter Zilka, el brasileño Rafael Macedo y el alemán Marc Odenthal, todos judocas de nivel, con medallas en competencias importantes».
De momento, con la mira puesta en Tokío, Iván Silva marcha por el buen camino, pues hoy sus 1 225 unidades lo ubican en el tercer puesto del escalafón olímpico, precedido solamente por el español Sherazadishvili (1 421) y por el húngaro Krisztian Toth (1 308).