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El central Harry Maguire celebra el gol que abrió el marcador. Autor: Getty Images Publicado: 07/07/2018 | 01:44 pm
Cuando Gareth Southgate asumió como técnico de Inglaterra, las cosas no lucían nada bien. En septiembre de 2016, tras el despido de Sam Allardyce a causa de su presunta implicación en el cobro de comisiones ilegales vinculadas al fichaje de futbolistas, The Football Association se vio obligada a soltarle esa «papa caliente» a un técnico que hasta entonces era el encargado de la sub-21 inglesa.
Desde entonces, y contra todo pronóstico, el nacido en Watford ha mantenido un récord positivo (13 victorias, siete empates y tres derrotas), y acaba de conseguir que sus muchachos lleguen a las semifinales de la Copa del Mundo, 28 años después de que los Tres Leones alcanzaran esa instancia por última vez.
Durante años el equipo de la Rosa ha sido tal vez uno de los más decepcionantes en los grandes eventos. Campeones en el lejano 1966, cuando fueron por única vez sede mundialista, desde aquel momento nunca llegaron a obtener resultados que los hicieran lucir a la altura que todos esperaban. A fin de cuentas, ellos son los inventores de este deporte.
Marcadas por ese velo de frustración quedaron varias generaciones pletóricas de talento, en donde fueron protagonistas algunas legendarias figuras del balompié mundial como Peter Shilton, Bryan Robson, John Barnes, Gary Likener, Paul Gascoigne, Alan Shearer, David Beckham, Steven Gerrard, Michael Owen y Frank Lampard, entre otros.
El actual éxito de esta versión de Inglaterra subyace más allá de la brillantez de los Kane, Alli, Lingard, Sterling y Stones. El secreto de Southgate está en haber creado un elenco coral, en donde todos se creen capaces y responsables de marcar la diferencia, pero siempre poniendo por delante la disciplina táctica y el pensamiento colectivo. «Aquí lo mismo define un central que defiende el punta», pudiera ser su lema.
A día de hoy, el hombre del chaleco por quien nadie daba un duro, ha alcanzado lo que pocos pudieron antes. Ha logrado generar una verdadera explosión de algo que siempre había sido poco más que una atractiva —e insubstancial— sesión de fuegos artificiales. Igual, de aquí al próximo domingo todavía queda camino.
