Pedro José Rodríguez. Autor: Juan Moreno Publicado: 26/05/2018 | 09:15 pm
Hay jonrones y jonrones. Unos caen en el olvido, otros paran las graderías en un momento determinado, pero están los que convirtieron los estadios en un manicomio, esos que perduran en el tiempo y se transmiten de generación en generación como si hubieran ocurrido ayer mismo.
Qué seguidor de los Industriales no recuerda aquel vuelacercas de Agustín Marquetti frente a Rogelio García, el 19 de enero de 1986, en el estadio Latinoamericano, que le dio el sexto título a los azules de la capital.
El juego arribó empatado a cinco carreras al cierre de la duodécima entrada. El Ciclón de Ovas silenció por la vía de los strikes a Lázaro Vargas, permitió hit de Javier Méndez al bosque derecho y ponchó al peligroso Pedro Medina, para poner en dos outs el inning.
Entonces se apareció el toletero de Alquízar con un estacazo que sobrepasó las vallas del jardín derecho para dejar al campo a Vegueros, 7 a 5, y terminar una sequía de gallardetes de los giraldillos que se prolongó durante 13 años.
Cuánta emoción sintieron los santiagueros aquel 20 de mayo de 2001 en el estadio Guillermón Moncada cuando en el octavo capítulo Antonio Pacheco le desapareció la pelota a Pedro Luis Lazo, para ofrecerle a los suyos la tercera corona consecutiva de los montañeses.
El desafío marchaba igualado a tres carreras y en el octavo Orestes Kindelán disparó cañonazo a la pradera izquierda y después del out de Fausto Álvarez, el gigante Pedro Luis Lazo trabajó con tanto cuidado a Ariel Cutiño y Gabriel Pierre que terminó transfiriéndolos para llenar las bases.
Le tocaba empuñar a Eddy Cajigal, pero Higinio Vélez sin pensarlo dos veces sacó a batear de emergente a Antonio Pacheco, quien había estado lesionado durante gran parte de la temporada. En conteo de dos bolas y un strike, el estelar camarero le cazó un lanzamiento ligeramente afuera a Pedro Luis Lazo y conectó un descomunal batazo con la casa llena que puso el choque, 7 a 3, cuando a Pinar del Río le quedaba un chance a la ofensiva.
En definitiva los vueltabajeros fabricaron dos en el noveno y se quedaron cortos. Santiago de Cuba volvía a ser campeón.
Más cercano en el tiempo, el martes 18 de junio de 2013, Ariel Pestano acabó con el maleficio que rondaba al equipo de Villa Clara, que desde el 2 de febrero de 1995, después de una seguidilla de tres cetros, llevaba 18 años en busca de su quinto reinado nacional.
Desechado de la selección criolla que intervino en el 3er. Clásico Mundial, el enmascarado anaranjado demostró estar hecho para los grandes momentos, al sellar prácticamente la coronación villaclareña cuando en el sexto episodio frente al relevista matancero Maykel Martínez hizo viajar la pelota más allá de los límites de la cerca por el jardín izquierdo, para poner el partido con marcador 7 a 2, aunque finalmente el juego concluyó 8 a 5.
Traigo a colación estas memorables conexiones movido por el recuerdo de aquel otro jonronazo que hace 40 años, el jueves 25 de mayo de 1978 puso colofón a la 4ta. Serie Selectiva.
Las Villas y Pinar del Río concluyeron la temporada regular abrazados en la cima con 35 victorias y 25 derrotas, lo cual obligó a la realización de una serie extra que tuvo decisión en el quinto y último desafío celebrado en el Coloso del Cerro, con la presencia del líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz.
Con el juego empatado a dos y un out en la pizarra por elevado de Antonio Muñoz al infield, vino a consumir su turno en el principio del noveno inning Pedro José Rodríguez, «Cheíto», quien en la serie regular disparó 28 jonrones, para romper la marca de 22 palos de vuelta completa establecida por Armando Capiró en 1973.
Cheíto no había sacado la bola del cuadro en sus tres turnos anteriores contra Rogelio García, y al primer envío del supersónico serpentinero pinareño, sobre lo alto, metió la esférica en las gradas, conexión que finalmente le dio a Las Villas el primero de sus cuatro cetros en las desaparecidas selectivas.
En el año 2003 el recio bateador cienfueguero me comentó: «Esos son momentos que marcan a uno para toda la vida. Imagínate, el Latino repleto y tener frente a mí a un gran lanzador como Rogelio García».
Hace una semana el expelotero de 62 años de edad me confesó con tremenda modestia: «Quiero ser justo. Rogelio tuvo la mala suerte de que Agustín Marquetti y yo le conectáramos jonrones para decidir campeonatos, pero ¿alguien ha sacado la cuenta de los ponches que me propinó?»