Dicen quienes han visitado París que la Torre Eiffel encandila desde las alturas cada esquina de la ciudad. Ayer, en medio del glamour que irradia la urbe francesa, el brillo del Balón de Oro sobresalió aun más, cuando Cristiano Ronaldo lo mostró al mundo debajo de la gigantesca estructura de hierro pudelado.
Parecía una utopía hace un lustro, en medio del dominio establecido por el Barcelona de Lionel Messi, que le permitió al argentino superar al portugués en la carrera individual que sostienen ambos genios desde hace alrededor de una década. Sin embargo, el lusitano consiguió este jueves una proeza inimaginable en aquel entonces, al igualar los cinco títulos de Mejor Jugador del Mundo con cuatro galardones de forma consecutiva.
El premio que otorga la revista France Football recayó en CR7 tras culminar el año, matizado por un rendimiento excelso del jugador del Real Madrid en la consecución de la Liga de Campeones de Europa por parte del club merengue. A sus espaldas quedaron nuevamente el 10 «culé» y Neymar, que actualmente defiende la casaca del París Saint-Germain, en una lista que se extendió a 23 jugadores.
En la competición más importante del Viejo Continente, quien hace unos días obtuviera también la distinción de The Best concedida por la FIFA, marcó 12 goles, siendo la quinta edición consecutiva de Champions en que lideró la tabla de máximos perforadores de redes. Igualmente, Cristiano se ubicó como segundo máximo asistente con seis, solo superado por el brasileño Neymar, con ocho.
Lo más sobresaliente de su actuación es, quizá, la progresión mostrada en las instancias decisivas, siendo el motor ofensivo de los de Zinedine Zidane con cuatro anotaciones ante el Bayern Múnich en la fase de cuartos de final y tres ante el Atlético en las semifinales. Toda una hazaña.
Por otra parte, Cristiano también fue artífice del título merengue en la Liga Española, con sus 26 goles y promedio de 0,86 dianas por partido. La competición doméstica era un viejo anhelo de la grada del Bernabéu y, junto al título continental, moldeó un doblete inobjetable para los blancos. Con los dos principales títulos en disputa y su indudable aporte a la obtención de los mismos, era difícil arrebatarle al portugués el Balón de Oro.
De cualquier forma, el vigente dueño del Balón de Oro es insaciable, y no se conformó con dos copas. Asistió a la Confederaciones con la selección portuguesa y lideró a su equipo hasta el tercer puesto de la cita rusa. Fueron meses en que su estado físico rozó sus mejores momentos como futbolista, con una rapidez que, según muchos, ya había perdido, y una voracidad de cara al gol que le reportó excelentes dividendos en este sentido.
Si a todo lo anterior le sumamos la Supercopa de España y la de Europa, ambas levantadas en agosto (con aquel gol antológico en el Camp Nou ante el Barça y la posterior expulsión y sanción de cinco partidos) basta para confirmar la tesis de que es un premio justo el otorgado ayer en la capital francesa.
Este año Cristiano ha sido superior al resto. Nadie duda de la extraordinaria capacidad balompédica de Messi, su rival acérrimo y un auténtico artista de la pelota. Sin embargo, nadie hizo más este año que CR7, a quien también se le premia la perseverancia de, con 32 años, seguir luchando por mantenerse en la cúspide y jamás perder la sed de triunfos. Sin ir muy lejos, en la presente temporada (que ha sido hasta ahora bastante irregular para él) ha marcado 12 goles en 18 encuentros.
Corren tiempos de fútbol: un gol puede cambiar medio mundo y entrar a un estadio costar más de mil euros. Pero nos encontramos, sobre todo, en la época de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Dicen los fieles de este deporte —con toda su razón— que es un privilegio discutir acerca de quién juega mejor al fútbol entre ambos cracks. Hace medio siglo Pelé y Maradona encandilaban con su brillo en los terrenos; hoy dos gigantes amenazan con bajarlos del umbral, dividiendo el planeta en dos grandes grupos de seguidores. Resulta que, como diría Eduardo Galeano, «el fútbol es la única religión que no tiene ateos».