TORONTO.— Después dicen que somos el ombligo de la prensa. Algunos colegas míos hasta se lo creen. Pero es que en el centro de medios de los Juegos Panamericanos, los periodistas cubanos no pasamos indiferentes.
Lo mismo para las personas que prestan diversos servicios: cafetería, banco, tiendas... que para los informadores del continente, sobre todo los latinos.
No somos los únicos ataviados con ropa deportiva, pero sí los que estamos todos los días con alguna prenda de ese tipo. Incluso, en las instalaciones de competencia nos suelen confundir con atletas. Tampoco somos los que más hablamos (los brasileños, los argentinos y los uruguayos nos ganan), pero sí los que más alto lo hacemos, no sucede tanto en la sala de prensa como en los ómnibus y el metro.
A veces, cuando más concentrado está uno en el trabajo, con los dedos agitando el teclado y la cabeza muy próxima al monitor, llegan y te sacan del estado de gracia. Y eso que somos del mismo giro y saben lo que es estar apremiado por el cierre o querer colgar con inmediatez una nota en Internet.
«Por favor, una entrevista», «¿me puede regalar unos minutos para mi canal?», «yo quiero saber...» Casi todos tienen intenciones estrictamente deportivas, aunque no faltan los que están ávidos de saber sobre otras cosas.
Otros preguntan por colegas que tienen unas cuantas medallas en esto de cubrir citas multidisciplinarias. Enrique Montesinos, por ejemplo. Su libro sobre los Juegos es una biblia que muchos gestionan desde que ven a los cubanos entrar por la puerta del centro de prensa.
Aquí nos hemos encontrado también unos cuantos de los que hemos pasado los diplomados de periodismo deportivo en el Instituto Internacional José Martí, de La Habana. Curiosamente coincidimos en las gestiones reporteriles, alumnos y profesores de esos cursos.
Un colega de la cadena de televisión ESPN, latino él, dice que admira el trabajo de los periodistas cubanos, sobre todo porque somos muy solidarios, nos ayudamos entre nosotros y lo hacemos con los demás sin importar de donde sean.
Y mientras sugiere unos taquitos mexicanos, nos recuerda la comida cubana: «Me encanta el congrí con puerco asado, es exquisito». Lo miro y asiento con palabras y gestos. Él no sabe cuánto yo extraño aquí ese menú, aunque me consuelo con un plato de arroz y frijoles recién cocinados, a la cubana.