José Adolis García ha lucido como un consagrado. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 06:12 pm
Después de cuatro partidos en los que el repertorio de los lanzadores cubanos fue indescifrable para la batería de Nicaragua, este jueves la novela dio un giro inesperado, y ambas novenas se cayeron, literalmente, a batazos.
Al final, los muchachos de Roger Machado lograron la barrida en el tope, gracias a un Grand Slam de Yurisbel Gracial en el cierre del noveno para quebrar el inexplicable abrazo a 14 anotaciones.
No hay dudas de que en términos estrictamente deportivos estos duelos beneficiaron más a los pinoleros. Para ellos fue una excelente oportunidad de medirse con un elenco superior, aunque la desproporción no es kilométrica como en años anteriores.
Para la selección cubana —obligada a cambios bruscos en su nómina con mucha frecuencia, por las razones que todo el mundo sabe— fue la posibilidad de darles juego a sus hombres. Algunos de ellos recién incorporados al equipo grande y otros que han sido convocados nuevamente después de un tiempo de ausencia.
Tantas fueron las oportunidades, incluso a quienes no militan en la nómina panamericana, que varios de estos últimos —léase William Saavedra y Yurisbel Gracial— se comportaron de tal forma que dolerá no verlos en Toronto.
Lo ideal hubiese sido topar más con elencos de mayor categoría. «Mejor aprender, que enseñar», me comenta un amigo aficionado. Estos cinco éxitos, obviamente, no resultan un medidor preciso de cómo está el Cuba.
Próximamente, los juegos contra la escuadra universitaria estadounidense y las selecciones panamericanas de Canadá y el propio Estados Unidos permitirán hacer una evaluación más profunda.
El equipo se robustecerá cuando se incorporen al corazón del line up Frederich Cepeda y Alfredo Despaigne, aunque no todo lo que una afición tan exigente como la nuestra quiere. Sobre todo, si hacen comparaciones.
Entonces, consideremos el tope con Nicaragua como un laboratorio de jugadas (hubiera preferido que el ensayo hubiese sido mayor). Roger, consciente de que eran juegos de entrenamiento, más que de entretenimiento, probó diferentes variantes a la defensa y al ataque. Rotó a los lanzadores, según sus probables funciones dentro del staff, y los tres receptores tuvieron juego.
Más que los cinco triunfos, lo importante era jugar. Queda tiempo, antes de Toronto, para corregir errores.