Alegría y tristeza son sentimientos antónimos en el diccionario de la lengua española. No obstante, cuando la congoja que queda está intrínsecamente relacionada con el regocijo que propició una corta pero bella amistad, entonces ambas se funden en un solo término.
Hoy dice adiós la edición XXII de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, dirimida en Veracruz y otras cuatro ciudades mexicanas que fungieron como subsedes. A saber, solicitudes interpersonales como «déjame tu correo electrónico o pásame una invitación de amistad por la red social de Facebook», las escuché repetidamente, tanto en las instalaciones deportivas, como en nuestra sala de prensa ubicada en el World Trade Center.
Más allá de una atractiva crónica para un diario, de una narración radial o televisiva, y de un vencedor o un vencido por la fuerza o la fragilidad de los músculos, estas citas son una verdadera fiesta de los pueblos centroamericanos y caribeños, cuyos atletas son sus embajadores. Por eso, amistad, solidaridad y fraternidad se dieron la mano y los 15 días han transcurrido en un santiamén.
Entre los colegas, intercambiamos cómo trabajamos la esfera deportiva en cada uno de nuestros países. Pero entre los atletas, no solo pululaban los flashazos de las cámaras para rescatar la llamada «foto de despedida», sino también las explicaciones de los planes de entrenamiento de cada uno de ellos. «A partir de hoy, haré un calentamiento parecido al tuyo y trataré de emplear las técnicas que te vi hacer», le decía un gladiador panameño a otro de nuestra Isla.
«Antes de irte, regálame un pin (sello) o una banderita de la bella Cuba», me pedía el director de Informática de la sala. Mientras que Sofía, nuestra jefa de prensa, logró reunirnos a todos para su instantánea «con los cubanos. Fíjense que me maquillé y todo. Tal vez nos veamos por allá, porque pienso matricular en un curso. No los podré olvidar y los extrañaré mucho», aseveró con lágrimas en los ojos.
En el colchón de lucha, tras finalizar la última fecha y luego de un excelente y cerrado combate por medallas, los dos rivales se abrazaron —y no en busca de una técnica de desbalance, claro está—, sino como muestra de simpatía y despedida. Era algo así como: lo que queda al final es el sentimiento de amistad. Yo gané y tú perdiste, pero lo dimos todo sobre el tapiz.
Veracruz ya es historia. Pero el próximo año, muchos de esos atletas se volverán a ver las caras en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá. Y allí, se repetirán los flashazos, claro que sí.