El ligero-welter Roniel Iglesias (izquierda) tributó la cuarta medalla de oro para la delegación cubana en la cita londinense. Autor: Ricardo López Hevia Publicado: 21/09/2017 | 05:23 pm
Londres.— Hace siete años, cuando conquistó su primer cetro nacional, el boxeador pinareño Roniel Iglesias repitió lo que todo el mundo dice y solo los elegidos pueden cumplir: «Quiero ser campeón olímpico».
Desde entonces, hasta la conquista ahora de la corona tantas veces soñada, han sucedido muchas cosas, pero ninguna lo ha marcado más que la derrota sufrida durante su primer combate del pasado Campeonato Mundial frente al ucraniano Denys Berinchik. Por eso, el triunfo por amplio 25-15 en la final del peso ligero welter sobre este rival, no solo le abrió el camino a lo más alto del Olimpo, sino que le sirvió al vueltabajero para cumplir la promesa que le hizo a su madre.
«Ella fue una de las que más sufrió con aquella derrota. Lloró mucho, por eso le prometí que le llevaría esta medalla. Y en ella pensé durante el combate», reveló Iglesias ya con su premio colgado al cuello.
Desbordado de alegría, Roniel explicó cómo cumplió al pie de la letra el planteamiento táctico de sus entrenadores. «Analizamos muy bien el video de la pelea del Mundial. La idea era aguantar todas sus embestidas, resistir y golpear lo más posible. Eso fue lo que definió el combate», aseguró.
Y así, a grandes rasgos, pudiera describirse el pleito hasta el inicio del round conclusivo, cuando el cubano soltó todo su arsenal para dejar bien claro que estaba completamente preparado, tanto en lo físico como en lo psicológico, para consagrarse en este torneo. Y el público lo reconoció con un sonoro aplauso tras el campanazo final.
Nada fácil le resultó desbrozar el camino hasta esta presea, su segunda en citas estivales tras el bronce conseguido en Beijing. Atrás quedaron muchos sacrificios para mantener el peso y sobreponerse a molestas lesiones. Por eso no le faltaron a Iglesias los agradecimientos para todos aquellos que contribuyeron a su triunfo, en especial los entrenadores, médicos y fisioterapeutas del equipo.
«Voy a disfrutar este triunfo por todo lo alto. Tomaré un descanso y luego definiré con mis entrenadores las proyecciones futuras», explicó en referencia a la posibilidad de escalar a la división superior. «Aquí me he sentido tan bien, que si fuera por mí me quedaba en 64 kilos. Pero tendremos que pensarlo», añadió.
El esperado triunfo de Roniel imprimió nuevos impulsos a la delegación cubana, que ya tiene cuatro títulos en la cartera. Para el boxeo, acostumbrado a catapultarnos en el medallero, sirvió para sumar su faja 65 en estos certámenes y sepultar los fantasmas de Beijing, donde ninguno de los finalistas pudo abrazar la gloria.
Fue el único éxito de Latinoamérica en una jornada beneficiosa para Asia, doblemente feliz con el cuestionado triunfo del minimosca chino Shiming Zou —segundo en su carrera— y del peso mediano japonés Ryota Murata sobre el brasileño Florentino Falcao.
La escuadra cubana tiene posibilidades de hacer sonar dos veces el Himno Nacional en la sede del boxeo olímpico en el complejo Excel, de esta ciudad, si el peso mosca Robeisy Ramírez sale airoso de su duelo de hoy con el peligroso mongol Tugstsogt Nyambayar.