Con un estratégico trabajo en equipo los jugadores cubanos lograron vencer a los brasileños. Autor: Reuters Publicado: 21/09/2017 | 05:22 pm
SOFÍA.— Pobre de aquel que siga creyendo en las casualidades después de la enorme demostración dada por el equipo cubano al barrer en esta ciudad a un Brasil armado hasta los dientes, durante el primer duelo de la final en la presente Liga Mundial.
Claro que fue toda una sorpresa, como antes lo fueron los mazazos propinados a las potentes escuadras de Serbia y Rusia, con o sin estrellas, durante la fase preliminar. O como cada victoria que se saque de la fabulosa Arena Armeec, porque ni el más atrevido se hubiese aventurado a ubicar a los cubanos como comensales en el último banquete del torneo.
Pero este equipo aprende a ritmo de tres lecciones por día. Ante un examen tan exigente como el que siempre plantea un elenco brasileño dirigido por Bernardo Rezende, aprobó con nota sobresaliente porque supo hacer lo que antes le costaba: rematar a la presa.
Y lo hizo rozando casi la perfección. El primer set, ganado por amplio 25-19, lo jugaron a un altísimo nivel. Los otros, que también cayeron en el saco por 26-24 y 25-22, fueron una gran exhibición de garra, concentración y superioridad.
Si me preguntaran cuáles fueron las claves del triunfo, no dudaría un instante en señalar la recepción y el servicio, aunque la fuerza psicológica del grupo terminara por redondear esta inolvidable faena.
Hizo aguas durante todo el partido la línea brasileña, siempre segura en las manos de receptores tan encumbrados como Murilo Endres y Sergio. Esta vez, tanto los saques flotados de Yoandry Díaz, Danger Quintana o Isbel Mesa, como los misiles de Wilfredo León, fueron su más terrible pesadilla.
En cambio, como colosos se comportaron León y Keibel Gutiérrez en la recepción, y eso hizo más fácil el reparto ofensivo que tuvo una vez más como líder al capitán cubano con 15 unidades. Rolando Cepeda y Yenri Bell marcaron 12 y 11 puntos, respectivamente.
Ante tamaña actuación, Rezende no tuvo más opción que quitarse el sombrero, y reconocer que los suyos fueron borrados de la cancha. «Nos afectó mucho el saque y cometimos demasiados errores (11 más que los cubanos) para aspirar a la victoria», fueron las consideraciones de Giba, el eterno capitán de la escuadra brasileña, y que hoy día pone toda su sabiduría a disposición de sus compañeros desde el rectángulo de calentamiento.
En cambio, todo era felicidad en el bando cubano, conscientes de haber protagonizado una actuación que escapa a la memoria de quienes más voleibol han visto en este grupo. «Habría que buscar en los archivos, pero estoy completamente seguro de que ha pasado mucho tiempo desde entonces», asegura el ex jugador Pavel Pimienta, ahora aquí en funciones de team manager.
«Los muchachos cumplieron al pie de la letra todas las orientaciones, mantuvieron la calma
en los momentos más difíciles, y por eso pudieron conseguir este resultado», comentaba Samuels con este redactor fuera del
camerino, mientras sus pupilos celebraban ya la hazaña. De salida, incontables fueron las felicitaciones de muchos involucrados en este certamen, y que conocen cuánto nos ha costado llegar hasta aquí.
Esta barrida pone en inmejorable posición al equipo cubano de cara a su aspiración de colarse entre los cuatro grandes del torneo. Hoy, desde la barrera, verán cómo brasileños y polacos cruzan armas por quinta vez en lo que va de competencia, pero en esta ocasión el resultado pudiera ser trascendental. Una nueva derrota brasileña nos abriría de par en par las puertas del cielo.
La casa de fiesta
En medio de una delirante euforia colectiva, el equipo de Bulgaria dio un importante paso para convertirse en protagonista de su fiesta al vencer por 3-1 a su similar de Alemania en el primer duelo del grupo E en esta gran final. Los parciales fueron de (26-28, 25-19, 29-27 y 25-19).
Ahora los locales encabezan el segmento y descansarán hoy, mientras los alemanes intentarán retomar el rumbo frente a unos reposados estadounidenses.