Alejo Carpentier: A 45 años de su partida, su obra sigue desafiando el tiempo. Autor: Tomada de Twitter Publicado: 24/04/2025 | 12:27 pm
Hurgador de las maravillas del continente americano, musicólogo asiduo, periodista hasta el último aliento y uno de los escritores más geniales de su tiempo; así recordamos a Alejo Carpentier y Valmont, a 45 años de su fallecimiento. Era ese hombre que sabía de las grandezas que se pueden alcanzar en este mundo.
Él solía llenar el espacio personal con sus tesoros: retratos de amigos y libros meticulosamente ordenados, salvo los que yacían abiertos, marcados por la certidumbre de ser leídos. Discreto, desconfiado hasta la médula y tímido al punto de la soledad como confesara en una conversación con el periodista Ramón Chao.
Su recuerdo llega traslúcido desde la gran mecedora de paja donde acostumbraba disfrutar la lectura de catálogos sobre horticultura y productos avícolas, pasión que le venía desde niño cuando vivía en las fincas El Lucero y Loma de Tierra en La Habana campestre, o bien, de prospectos medicinales y rótulos callejeros; con estos últimos encontraba el curioso deleite de descifrarlos al revés.
No se le veía reír muy seguido y siempre tenía mirada reflexiva; sin embargo, prefiero evocarlo con la imagen del Carpentier risueño de la fotografía que reposa en un escritorio de la vez que fuera inmortalizado, en 1974, por el catalán Antonio Gálvez. Sus biógrafos coinciden en que le gustaba mostrar libros: los acariciaba y leía fragmentos con su característico acento francés que le exigía arrastrar, quejumbrosamente, las erres.
Conocido como el creador de lo real maravilloso, recreado en su obra El reino de este mundo, pero como él mismo aceptaba, lo extraordinario tiene también de horroroso. Así percibo la personalidad del hombre dador de vida a personajes cobardes, arrepentidos, deseosos de motivos que lo representan de una forma tan humana.
Quién imaginaría que detrás de ese lenguaje barroco, _que a muchos les resulta denso, y se contentan con reprochárselo a la ligera_ se escondía un Carpentier inseguro, que rehacía los textos, tachaba los miedos con bolígrafo acusador, reinventaba la vida de imaginarias personas que lo miraban, inquisitivamente, desde la inmortalidad de las letras. Esto le sucedió con El siglo de las luces, novela que más tarde se convertiría en uno de sus mejores libros.
Sin embargo, su vasta obra no se limita a sus extraordinarias novelas, pues fue autor también de los Poemas de las Antillas, que lo han catapultado como un cultivador magistral de la poesía afrocubana, según criterio de su biógrafa Araceli García Carranza en su libro Un camino hacia Carpentier. Además, escribió libretos de acciones coreográficas como La rebambaramba y El milagro de Anaquillé.
El asma que lo acompañó en su niñez fue la causa de que, en el inevitable aislamiento, se dedicara a apreciar los sonidos más esenciales de la naturaleza, hecho que más tarde lo convirtió en un incansable investigador del arte sonoro insular. Esto le permitió la reconstrucción de la historia musical en Cuba y dotar de sinfonía a sus escritos.
Hombre sensible, sin avaricias, entregó su Premio Cervantes a Cuba en 1978, un año después de que se lo otorgaran, también en calidad de presidente de la Imprenta Nacional, impulsó la cultura durante los años 1962 y 1966. Así lo recuerdan los más allegados.
Vuelvo a mirar la foto en mi escritorio y no puedo evitar imaginármelo inmerso en anotaciones, en la lectura que solía hacer de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Empeñado en esconder la humanidad suya en cada letra, personaje, en tratar de aliviar el peso de su lúcida comprensión de la vida, esa en la cual definió que “el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada”.