Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

En la punta del mapa

La gran fiesta del libro que ha recorrido el archipiélago vivirá sus últimos capítulos en la zona oriental

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

La gran fiesta del libro que ha recorrido el archipiélago vivirá sus últimos capítulos en la zona oriental. Vengo a adelantar lo que vendrá, vengo a evocar mis cabalgaduras en Vueltabajo. Vengo empapado de Cuba.

Una lluvia me ha calado los huesos.  No más subir la Calle Real, la arteria por donde fluye Pinar del Río, Irán Capote, el caballero que se define con cinco palabras  («escribo libros y hago dramas»), me suelta un abrazo, y Neivis Pando pone en mis manos un girasol.

Jenny Pupo es la culpable de que ande (desande) a mil kilómetros de mi casa. Cárguensele a ella las lumbres y las locuras. La directora de la Editorial Cauce, 30 años delineando con voz propia la literatura cubana, me ha regalado la edición del libro Hijo del camino, una selección de crónicas y artículos publicados en la prensa cubana, muchas de ellas en estas propias páginas de Juventud Rebelde. Un prólogo que vale un potosí: el verbo de Alina Perera Robbio, y un diseño hermoso, el de Isaac Luis Linares Guerra.  

En la Biblioteca Ramón González Coro vivo uno de esos momentos para guardar en testamento. La mítica Nersys Felipe, a punto de entrar en el «estrecho círculo de los nonagenarios», recibe el homenaje de toda su gente, entrega sus confesiones,  me aprieta las manos. Junto a ella, la profesora e investigadora Nery Carrillo Alonso, la editora y escritora Liset Prego Díaz.

En el Portal del Teatro Milanés hay un gnomo de la poesía con el don de la comunicación en su espacio Como pan caliente. Allá vamos, con Alberto Peraza Ceballos. Suenan el verso y las guitarras. Al lado, en La Piscuala, el patio de los poetas. La poesía siempre hace el milagro, me hace compartir mesa y lectura con Juventina Soler, Alberto Marrero y Nelson Simón.

Por estos lares se han desbordado las pasiones: desde la Academia, inmersión en las raíces y los colores, la doctora Maydi Estrada Bayona; desde el movimiento y el gesto, la personalidad auténtica de Noel Bonilla Chongo. En la noche te atrapa Liset Magalys, promotora de Ediciones Loynaz, en su espacio Humo de palabras.

El escritor José Raúl Fraguela Martínez intenta develar la piedra en el zapato. Sede de la Asociación Hermanos Saíz. Desde la Isla pequeña que cuelga de la Isla grande, llega Yadián Carbonell («El Tiza»). Sus libros a mi mochila, Caja de herramientas y Ciudad de pocos. Me animo ante un público generoso. Comparto mis cuentos de Obstinado silencio, uno de los volúmenes que la Editorial Oriente propone para esta Feria del Libro.

Juré que no paraba hasta tocar la punta del mapa. Una inusitada geografía me custodia: el tabaco verde a ambos lados de la carretera se ha impuesto a la maldición del marabú. Ruedo hasta el municipio más occidental de Cuba, hasta Sandino, guiado por las mejores manos, las de Ramón Ramos Prieto, director municipal de Cultura, y las de Noemí Balmaseda Alvelay, periodista, locutora y directora de programas de Radio Sandino.

Ellos, y su hermosa familia, son mi abracadabra. No me lo creo cuando los caseríos, los pequeños pueblos, los nombres lejanos se corporizan ante mis ojos: La Fe, Manuel Lazo, La Bajada… ¡Al fin, Guanahacabibes!  En la estrecha franja, serpenteando, dejo que mis ojos se tiñan de mar. El pecho se distiende. El aire es otro. Surcamos el asfalto tapizado de cangrejos, la caravana roja. Ya sé antes de llegar que volveré.

¿Cómo pintar las arenas virginales, el sabor del puerco jíbaro en Los Cayuelos, la mirada de la gente noble, la voz y estampa de Yariel Iserne Baños, uno de los líderes del grupo tradicional La Mezcla?  

Al final asoma el faro Roncali, alzado en 1850, en activo. Allá arriba, en el balcón, en plantillas de media, frente al rizo de olas, hago la presentación más espectacular de mi vida: dejo en las manos de mi colega Noemí el libro Ser periodista, ser Quijote (Ediciones la Luz). No hay casualidades. Los cubanos, de una punta a la otra, somos Quijotes, con la adarga enhiesta frente al mar.  

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