Caricatura descolonización cultural y educación. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 09/07/2024 | 08:04 pm
Ese programa surgió como resultado de los debates —en torno a temas de actualidad, vinculados con la cultura, la identidad, la espiritualidad de la nación—, de un grupo de trabajo dirigido por el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, compañero Miguel Díaz-Canel, e integrado por importantes figuras de las artes, las ciencias y el pensamiento de nuestro país. Formaron parte de ese grupo, que coordina Abel Prieto, el presidente de la Casa de las Américas, la Doctora Graziella Pogolotti, el Doctor Eduardo Torres Cuevas, la Doctora Patricia Arés, el Doctor Antonio Aja, el Doctor Elier Ramírez, la Doctora. Silvia María Navarro, la Doctora Rosa Miriam Elizalde, el poeta Alpidio Alonso, nuestro ministro de Cultura, y otros representantes de las organizaciones de la sociedad civil cubana que agrupan a artistas y creadores de diversas generaciones, a periodistas, a juristas, a educadores populares.
A partir del trabajo de ese grupo de expertos se han venido realizando en los últimos dos años un grupo de charlas, de intercambios, a lo largo y ancho de todo el país y también en nuestras escuelas y universidades. Nos interesa, por supuesto, ir más allá de los diagnósticos y compilar las prácticas y experiencias que pudieran servir de inspiración, más que de modelo, para desarrollar el pensamiento crítico. Nos interesa potenciar el estudio del pensamiento profundamente descolonizador de figuras como Martí, Fidel, el Che, el propio Roberto Fernández Retamar y despertar una mirada anticolonial, descolonizadora, que pueda deconstruir los mensajes emponzoñados que atentan de manera profunda contra lo que esencialmente somos, que buscan dejar sin rostro a ese «pequeño género humano» del que habló Bolívar en su «Carta de Jamaica».
En tiempos de inteligencia artificial tenemos que potenciar la inteligencia, sobre todo hoy, cuando asistimos a un nuevo auge del fascismo, se alimentan ideas conspiranoicas y se pretende la recolonización de los imaginarios, la aniquilación de las identidades, la criminalización de la solidaridad. El caso reciente de Argentina es profundamente doloroso en ese sentido. Vivimos en un mundo en el que es difícil percibir que somos bombardeados incesantemente por miles de millones de estímulos que acaban por incorporar y
automatizar patrones de comportamiento que prefiguran a un ciudadano global, sin patria, pero con amo, esclavo del mercado e imposibilitado de pensar con cabeza propia.
Frente a esa modelación de un ciudadano global, que se formatea como cyborg y zombi al mismo tiempo, es imprescindible potenciar la cultura, la historia, la filosofía, la poesía, los saberes ancestrales. Tenemos que escuchar a los sabedores y sabedoras de pueblos indígenas, de pueblos afros, de comunidades campesinas. Es imprescindible apostar por la emancipación y refundar el humanismo. Nos toca ir más allá de las burbujas en las que nos encierran las redes sociales y salir a conocer a los poetas de Sudáfrica y de Laos, los artistas visuales de Paraguay e Islandia, a los músicos de Islas Salomón y Surinam. Para ello hay que saber leer y querer leer y escoger leer. Hay que escapar de los designios del Big Data que nos transforma en objeto de análisis a la vez que despliega imperceptibles estrategias de acarreo. Nos toca implementar herramientas soberanas que pongan a las tecnologías en favor de nuestros propios intereses y eso no es posible sin una educación específica acerca de su funcionamiento y sus alcances.
En ese escenario, frente a esos desafíos, tienen que posicionarse nuestras escuelas. Hay que trabajar porque nadie pueda considerar vigente aquella frase tremenda de Darcy Ribeiro que constató que: «los cuerpos académicos de las universidades latinoamericanas difunden más frecuentemente una actitud de resignación que explica el atraso como consecuencia de factores naturales inevitables, que una actitud de crítica indagativa». Esa resignación de la que hablaba el gran intelectual nacido en Minas Gerais, rector fundador de la Universidad de Brasilia, no es más que el resultado del accionar genuflexo de una mente colonizada, incapaz de dar respuesta a «las tareas de elevación del nivel de conocimiento y de información de la sociedad nacional, de lucha contra la marginalidad cultural de ciertas capas de población y de combate a las campañas de alienación, colonización cultural y adoctrinamiento político a que esté sometida la nación», tareas que son, según Ribeiro, las de la «universidad necesaria», lo son también de la escuela imprescindible.
Digo escuela y voy más allá del aula para expresar que, tal como lo concibe el 3er. Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación en Cuba, existe una responsabilidad de la comunidad toda con la labor formativa y hay que recordar en ese sentido aquella idea del Comandante en Jefe de que no solo es el niño quien recibe la influencia de la familia, de la comunidad. No hay dudas de que los infantes también influyen en su entorno y colaboran en su transformación, catalizan el cambio de patrones y hacen visibles nuevos caminos. De ello tenemos múltiples ejemplos a los que podemos recurrir. Pensar en infantes, adolescentes y jóvenes que protagonizan las acciones de transformación social que llevamos adelante es quizá la mejor manera de imaginar un futuro de paz con prosperidad y soberanía.
Lo más complejo en esta batalla contra la colonización cultural es que, si bien hay principios definidos, no hay fórmulas prestablecidas o esquemas a seguir. Formar un sujeto crítico implica no prohibir nada, hay, sin embargo, que discutirlo todo, que dudar sistemáticamente, hay que pensar primero, y vuelvo con ello a Félix Varela. Hoy los algoritmos de las redes sociales nos invitan a reaccionar de inmediato con base en la emocionalidad y no en la racionalidad. Nos quieren enojados o deprimidos, adormecidos o sobrexcitados, de ser posible solitarios y siempre dependientes del sistema de explotación capitalista. La libertad que nos venden es una cadena y nos toca transparentar esos mecanismos y, como dijera Fidel en su Concepto de Revolución del 1ro. de mayo de 2000, «emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos», «defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio».
Estamos seguros de que estos son temas que no solo interesan a los hombres y mujeres de izquierda, está en juego la diversidad que somos, la humanidad que somos. Compañeros nuestros de la Casa de las Américas que han estado en Buenos Aires, en Chile, en Venezuela, en Honduras, e incluso participando en foros en el Reino Unido han encontrado la misma preocupación por estos problemas.
Nosotros en Cuba, sabiendo que la Revolución Cubana ha sido y es en sus bases, por su inspiración martiana y por la guía de Fidel, profundamente anticolonial, estamos convencidos de que tenemos que dar una batalla sin descanso contra la colonización cultural, y lo estamos haciendo también con el apoyo de nuestros maestros, de la escuela, que es para nosotros, seguidores del pensamiento revolucionario y humanista de Armando Hart, «la institución cultural más importante de la comunidad», de la ciencia pedagógica que trabaja sin descanso para desarrollar nuestras prácticas educativas en función de las necesidades concretas de nuestra sociedad y en diálogo con este mundo en que vivimos, tan complejo y repleto de desafíos.
Si en algún lugar de este mundo enloquecido se puede dar batalla hoy por el humanismo es en las escuelas y tenemos que hacerlo de conjunto, trabajando unos con otros, abriendo espacios para conocernos mejor y para tejer redes sólidas que nos permitan construir alternativas de pensamiento, ciencia y cultura, por la solidaridad y por la belleza, por el futuro, por la vida.
¡Viva Palestina libre!
(*) Intervención del Vicepresidente de la Casa de las Américas en el taller Descolonización cultural y evaluación de la calidad de la educación, realizado el 19 de junio, como parte de las sesiones de trabajo del 3er. Congreso Internacional Ciencia y Educación.