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En el alma de los bailadores  

El músico, compositor y arreglista cubano le realizó significativos aportes a los géneros populares bailables desde su compromiso y apuesta por el son

Autor:

Juan Morales Agüero

La madrugada de este miércoles instaló un triste compás en el pentagrama nacional de los afectos. Bien temprano, la página digital del Instituto Cubano de la Música dio a conocer la infausta noticia del fallecimiento del destacado  músico, compositor y arreglista Adalberto Cecilio Álvarez Zayas, víctima de «una disfunción múltiple de órganos, a consecuencia de una neumonía derivada de la COVID-19».

El Caballero del Son —como se le conoció en los predios musicales— nació en La Habana el 22 de noviembre de 1948 en un hogar bendecido por el dios Orfeo, con una madre cantante de coro y un padre director de orquesta. A su influjo —y niño aún—, comenzó a sacarle ritmos a la paila. Luego asumió la precoz batuta del Conjunto Avance Juvenil, fundado por su progenitor, Enrique Álvarez (Nené).

En 1965, debutó como cantante aficionado en el Combo Caribe. Pero Adalberto quería más, y en 1966 matricula en la Escuela Nacional de Arte (ENA) para estudiar fagot. Al titularse en 1972, retornó a sus raíces, ya con una sólida formación profesional que le permitió ejercer como profesor de Literatura Musical en la Escuela Provincial de Arte.

Para la fecha, ya había compuesto temas que llamaron la atención de importantes agrupaciones cubanas. En 1971, el Conjunto Rumbavana popularizó la pieza suya Con un besito mi amor, que hizo las delicias de los bailadores. Adalberto mostraba ya influencias de imprescindibles soneros cubanos, como Benny Moré, Miguelito Cuní y Félix Chapotín.

Un momento trascendental de  su carrera fue la fundación del conjunto Son 14, suceso ocurrido en 1978 a propuesta del músico santiaguero Rodulfo Vaillant. La Ciudad Héroe vibró durante cinco años con temas bailables como A Bayamo en coche, que en 1979 le dio nombre al primer disco del grupo con el sello Egrem. Con Son 14 se sucedieron los conciertos, festivales, y las giras internacionales por más de una veintena de países de América y Europa.

Luego de ese quinquenio de exitosa aceptación popular, el músico camagüeyano levantó campamento en La Habana, donde fundó la orquesta Adalberto Álvarez y su Son, que se presentó por primera vez en Santiago de las Vegas, el 25 de febrero de 1984. Sus composiciones confirieron sonoridades contemporáneas al son y lo reinsertaron como un género bailable tanto en Cuba como en el exterior, siempre cuidando las letras y el prestigio de la música cubana.

«No estoy dispuesto a sacrificar el prestigio de la música que hago, quizá por tener un poco más de público; en eso no voy a claudicar ni a hacer concesiones», dijo en una entrevista con JR, al recibir la distinción como Embajador Cultural que otorga el Instituto Latino de la Música.

Y agregó aquella vez: «Para nosotros ha sido primordial cuidar las letras de los temas, que sean siempre respetuosas. No casualmente he tenido el privilegio de ser el compositor más grabado por otros músicos en diferentes partes del mundo, y creo que se debe a que las letras que hemos escrito pueden ser cantadas en cualquier lugar».

En materia discográfica, la obra de Adalberto fue copiosa e incluyó sellos como Bis Music, Egrem y Milán Music. Más de 25 placas con casi 200 temas avalan su producción y dan fe de su prevalencia entre los devotos de su música. En la historiografía musical cubana figurarán para siempre piezas tales como A bailar el toca toca, El son de Adalberto, Sonero soy, Para bailar casino, Y qué tú quieres que te den, La novia de un amigo mío y Vivir lo nuestro.

En Cuba han interpretado obras suyas Silvio Rodríguez, Omara Portuondo, Frank Fernández y Celina González. También nutren los repertorios de acreditadas agrupaciones y figuras de la música latina, como Rubén Blades, Gilberto Santa Rosa, Roberto Roema, Juan Luis Guerra, La Sonora Ponceña, Eddie Palmieri, Oscar D’ León y Andy Montañez.

Además de estar al tanto de la calidad de la música cubana, Adalberto fue un defensor a ultranza de los valores, en especial entre los niños y los jóvenes. Aprovechaba cualquier oportunidad para exhortar a rescatarlos y a conservarlos. «Siempre he dicho que la cultura y la educación comienzan en la casa y se reafirman en la escuela —dijo en la citada entrevista con JR—. Pienso que debemos recuperar la educación cívica, hacer nuestras frases tan sencillas, pero tan necesarias como: “Buenos días, Buenas tardes, Buenas noches, Gracias...”. A veces la gente sale a la calle y las deja todas guardadas en la casa».

Durante más de cuatro décadas, y hasta el momento de su deceso, fue un triunfador. Los estribillos de sus temas pegaban enseguida en el gusto popular y se tarareaban por doquier. Por su brillante trayectoria en los escenarios recibió múltiples reconocimientos y distinciones, entre ellos la Orden Félix Varela, premios en Cubadisco, el Premio Nacional de la Música y el homenaje por sus 45 años de vida artística que le tributó hace un año la disquera Bis Music, con un CD-DVD con 17 temas de su autoría.

A un periodista que le preguntó cuál sería su más caro deseo y su sueño más preciado, le confesó: «Si me fuera dado un deseo, pediría un pedacito en el alma de los bailadores. De ser así, habría cumplido un sueño».

Tu deseo y tu sueño se cumplieron, Caballero del Son.

Las composiciones de Adalberto Álvarez confirieron sonoridades contemporáneas al son. Foto: Tomada del sitio web de Musicalia

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