Conocí a José Antonio Fulgueiras en 1973. Comenzaba él a practicar su vocación de periodista, como uno de los corresponsales del semanario deportivo LPV, en la antigua provincia de Las Villas. Y yo, también villareño, nacido en General Carrillo, barrio de Remedios, pero aclimatado en La Habana, empezaba entonces a ejercer como auxiliar de redacción.
Al revisar por primera vez uno de los textos enviados por Fulgueiras, me dije: “Caray, este tiene facultades”. Y no me equivoqué. Han pasado casi 50 años, y el tiempo me ha sobrado para confirmar aquella percepción.
José Antonio Fulgueiras, en efecto, escribe. Es decir, sabe. Y lo confirmo nuevamente en el libro titulado El cronista se firma Che, publicado por la Editorial Pablo de la Torriente Brau, en 2017. Este libro presenta a 40 testimoniantes que conocieron o trataron a Ernesto Guevara. Y la presencia del guerrillero les calimbó el pecho y la memoria con aquel monosílabo indeleble.
Cuando yo estaba en La Paz, Bolivia, impartiendo un curso de Periodismo junto con otros periodistas cubanos, supe que Fulgueiras daba zancadas por allí tras la búsqueda de testimonios para su proyecto.
Y qué he de escribir sobre este libro. Que El cronista se firma Che es un texto nutrido de sentires y experiencias revividos, como si los entrevistados dibujaran acendradas versiones del guerrillero que «murió con los ojos abiertos».
No, no leeremos más de lo conocido. La originalidad nos acompañará, junto a la voluntad estilística con que el autor depuró y escribió cuanto recogió en su peregrinar. Es un libro que acusa la efectividad de la técnica y el estilo desenfadado del autor. Nos hala el interés desde el primer párrafo. El periodista conoció desde sus inicios la importancia de esas líneas que han de proponer la lectura de un enunciado. Y no las malgasta. Las recrea. Y continúa sin desdorarlas hasta completar la imagen de un hombre compartido por muchos.