Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Muy cerca de la felicidad

Dos magníficos espectáculos representan a El Público en el Festival Internacional de Teatro de La Habana: Harry Potter, se acabó la magia y, este último el más reciente ejercicio de graduación de la Escuela Nacional de Teatro

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Al gran director teatral Carlos Díaz le encanta «perderse» entre esos novelísimos actores a quienes les da cobija en la sede de El Público, su guarida, con la intensión de rendirlos de amor, de una vez y por todas, ante un arte que a estos muchachones les empieza a inquietar, por lo general, desde que tienen uso de razón. Así lo viene haciendo el Premio Nacional de Teatro hace algunos años, porque «alguien tiene que ayudar a estos “niños”», como le dice a Juventud Rebelde cuando el diario se interesa por las razones que lo llevan a darse a la pedagogía casi de manera enfermiza.

«Me hace verdaderamente feliz transmitirles mis conocimientos, todo lo que sé. Creo que los tres profesores que trabajamos con ellos: Fernando Hechavarría, Osvaldo Doimeadiós y yo, aprendemos mucho cada día, y cada año, con la entrada de los alumnos del cuarto año de la Escuela Nacional de Teatro (ENT) para trabajar un primer semestre con Shakespeare y luego asesorarlos, guiarlos en sus ejercicios de tesis, que consisten en el montaje de un espectáculo.

«De ese modo, Teatro El Público se ha convertido en una unidad docente no solo de ese importante centro formador, sino también del Instituto Superior de Arte», asegura el director de Harry Potter: se acabó la magia, uno de los montajes que la destacada compañía presenta en el Festival Internacional de Teatro de La Habana (sala Trianón, hasta el miércoles 25). El otro lleva por título Así que pasen cinco años (del viernes 27 al domingo 29, en el mismo espacio), y constituye la carta de presentación de los más recientes egresados de la ENT.

«Creo que me gané el Premio Nacional de Teatro porque desde que tenía la edad de mis alumnos me entregué por completo al mundo de las tablas. Está de más decir que me dio mucha satisfacción recibir tan alto reconocimiento, sin embargo, confieso que viví una alegría mayor cuando la Asociación Hermanos Saíz (AHS) me otorgó la distinción Maestro de Juventudes, aunque ello haya significado haber contraído para siempre un compromiso superior. Sabía que en lo adelante no debía mirar desde arriba a esos actores y actrices que apenas están empezando, sino de frente, que ellos sepan que aquí estaré con los brazos siempre abiertos».

Y de esa manera ha actuado invariablemente Díaz para beneplácito de los amantes del teatro, quienes están convencidos de que el resultado de la hermosa labor que estos tres «profesorazos» emprenden será un espectáculo de calidad mayúscula. Por estos días todo el que quiera podrá comprobarlo lo mismo con Harry Potter: se acabó la magia que con Así que pasen cinco años, de Federico García Lorca.

«Yo soy lorquiano por excelencia», admite Carlos con orgullo, y me llena de regocijo volver a ese mundo increíble que primeramente tuve el privilegio de trabajar con Roberto Blanco en Teatro Irrumpe, compañía en la que fui asesor; diseñador de vestuario, de escenografía... Junto al maestro hice casi todo. Recuerdo como si hubiera sido ayer el estreno de Mariana Pineda en el Mella, tiempo en el que estos niños ni siquiera habían nacido.

«Por eso es tan maravilloso apreciar cómo se adueñan de estos textos de Así que pasen cinco años y de jugar con esas imágenes que traigo de aquella época. Para mí ese es el mejor homenaje que puedo rendirle a Roberto, al teatro cubano, a figuras como Berta Martínez, quien realizó magníficas puestas en escenas como Bodas de sangre, Bernarda Alba, La zapatera prodigiosa...

«El cubano tiene a Lorca muy cerca, y considero que no solamente por Dulce María y por Flor Loynaz, sino porque a Lorca lo decimos bien. Creo que el cubano lleva a Lorca consigo. Su poesía es como la nuestra.

«Yo soñé por mucho tiempo montar una pieza como El público, incluso antes de que existiera este grupo. Pensaba que era una obra perfecta para bautizar a una compañía teatral. Empecé primero por la trilogía de teatro norteamericano, que eran obsesiones mías: Zoológico de cristal, Té y simpatía y Un tranvía llamado deseo, pero con El público seguía metido en mi cabeza. Jamás olvidaré que cuando la estrené en 1994 en la sala Hubert de Blanck, con el privilegio de tener a Abilio Estévez como asesor, estuve muy cerca de la felicidad».

Los protagonistas de ahora

Hay que creerle a Carlos Díaz cuando asegura que estos jóvenes protagonistas son para tenerlos en cuenta, porque darán mucho de qué hablar, insiste. «Este es un grupo es muy especial y unido, cada año que transcurre uno comprueba que los grupos con los que trabajamos ponen el listón más y más alto. Lo demuestran espectáculos como Harry Potter..., que estrenamos en 2016, y este, Así que pasen cinco años, que también provoca una confrontación muy rica con el público. Estos muchachos llegarán muy lejos, porque el despegue ha sido impresionante». Y como JR confía ciegamente en la intuición del maestro, aprovecha la oportunidad de que la puesta estará en el Hubert de Blanck, para presentárselos desde ya a sus lectores.

El primero se nombra David Pereira y es de esos jóvenes que nacieron fascinados por el arte, «sobre todo cantar, actuar, modelar... Era estar todo el tiempo en la monería, por eso cree en sexto grado una banda musical con mis socios. Ahí fue donde las tablas me embrujaron, donde me sedujeron los nervios.

«Por eso cuando en la casa de cultura de 10 de octubre, donde cantaba, me hablaron de los grupos aficionados de teatro, más por la curiosidad que por otro motivo, me acerqué al Olga Alonso, que me descubrió un universo que me dejó maravillado, que se hizo mayor cuando luego entré en la ENA, aunque reconozco que el amor verdadero lo encontré en esta compañía, no solo porque sin dudas ahora soy más maduro, sino porque ese es un don que acompaña a Doime, a Fernando y a Carlos, quienes tienen la capacidad de encender en uno la pasión». 

De San Antonio de los Baños, Artemisa, es Laura María Hernández, quien canta desde los nueve años. De ahí que siempre ha sabido que su vida y el arte marcharán juntos hasta la eternidad. «Fíjate si es así, que como no pude presentarme a la ENA por música lo hice por teatro, a pesar de que no tenía ninguna formación, y aquí estoy, porque en todo momento di lo mejor de mí. En los dos primeros años fue catastrófico, porque el miedo escénico me “mataba”, pero creo que lo que más vale en la vida es el esfuerzo y no desfallecer. Hay que luchar con fuerza por lo que uno quiere, por aquello que te llena el espíritu, el alma». 

Alejandra de Jesús Rodríguez, por su parte, practicó en su infancia, en su Santiago de Cuba, casi de todo: música, danza, gimnasia rítmica... Fueron sus padres quienes decidieron traerla para la capital cuando empezaron a efectuarse las captaciones para la ENA. «Ahora me siento una persona muy afortunada, porque he comprobado por mí misma que tienen razón todas esas generaciones que han pasado por las manos de estos tres genios. Efectivamente, Doime, Fernando y Carlos constituyen una cátedra de la actuación. Ellos, con diferentes herramientas para enfrentar el hecho artístico, se complementan muy bien; mientras nosotros sentimos que aprendemos por día, que nos completan como actores.

«Sin dudas, esta experiencia ha sido un privilegio, sobre todo por nuestra corta edad. Fue un reto profesional muy grande afrontar un tipo de teatro al que no estamos acostumbrados, otra manera de decir… Ciertamente el proceso de creación resultó complicado, pero a la vez fructífero, pues nos tocó estudiar a Lorca más a fondo, investigar... De verdad que todos hemos salido más enriquecidos», firma esta muchacha que tal vez algunos reconozcan de LCB: La otra guerra y a quien podremos ver en la ópera prima de Blanca Rosa Blanco, El regreso

Como David, Laura y Alejandra de Jesús, Chabely Díaz se ha dado gusto con Así que pasen cinco años. Ella percibe que sus contemporáneos disfrutarán al máximo esta puesta, «a partir de que está defendida desde el corazón por personas que tienen su misma edad, las mismas afinidades. Primero conocimos la realidad de Lorca y luego la de Carlos Díaz como director, pero en esta obra también está la nuestra», dice esta santaclareña, que antes de incorporarse a la ENA estudió casi dos años en la Escuela Profesional de Arte de Villa Clara.

«Sinceramente, fue algo complejo porque en mi formación tuve que enfrentarme a métodos pedagógicos distintos. Cuando comencé en la ENA sentía como si hubiera iniciado de nuevo. Lo principal es que en todos estos años, antes de llegar a cuarto, nos fueron dando las herramientas que necesitábamos para en lo adelante poder crear, concebir nuestros personajes, hacerlos creíbles... Creo que es justo a partir de ese momento que uno se siente un actor profesional aunque no te hayas graduado, porque, aunque cuentes con la guía de los maestros, la responsabilidad está sobre tus hombros», señala Chabely, que aparece en el elenco de El duelo, una telenovela en grabación, y a quien ya Carlos le había dado con Harry Potter... la oportunidad de probarse antes de haber finalizado sus estudios.

Y hablando de oportunidades, Así que pasen cinco años ha sido un bien para Luis Ángeles León, quien fue marcado por el hecho de ver a los vecinos en su casa alrededor del televisor, disfrutando en la oscuridad de clásicos del cine. A diferencia de sus compañeros de estudios, este joven cometió una indisciplina por la cual fue separado de la carrera, pero Carlos Díaz tiene ese olfato para encontrar un actor verdadero donde exista. «Llegué para probar, para encontrarme, como mismo hice con el deporte, y reconozco que el amor por el oficio vino después, a medida que el hallazgo del teatro se hizo mágico y misterioso a la vez.

«La experiencia con El Público ha sido grandiosa, una compañía que siempre admiré. Me acerqué porque sentía una necesidad inmensa de estar en contacto con mis compañeros; y Carlos, tan gentil, primero me permitió asistir a los ensayos y luego me dio la posibilidad de trabajar junto a esos con los que viví momentos alegres y tristes, para que me ganara un lugar. Así que pasen cinco años es una muestra de la fe del maestro en el mejoramiento humano».

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