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Música cubana, en el día de la cultura (+ Videos)

Ivette Cepeda y Karel García, intérprete y autor, respectivamente, de la canción Volver a tu aire, conversan de identidad cultural y su relación con la música cubana producida en la actualidad

Autor:

Sealys Gardón Pantoja

«Siempre provisional, siempre de regreso

buscando mi lugar, nadando entre los excesos

que me dejaron ir a recorrer y ver

que el grito del destino es de mujer

y todos los caminos me hacen volver a tu aire,

volver a tu aire».

 Así canta una de las letras del trovador Karel García que enamoran en la voz de Ivette Cepeda. Ese ambiente entre el compositor y la intérprete de una canción que lleva en sí el sabor de la cubanía, me remite también a Martí:

«La vida necesita raíces permanentes; la vida es desagradable sin los consuelos de la inteligencia, los placeres del arte y la íntima recompensa que la bondad del alma y los primores del gusto nos proporcionan».

[Sigue a Ivette Cepeda y Karel García en Facebook]

Entre todo el ir y venir de esencias, me abren la puerta para conversar con ellos, entendidos en el tema, acerca de los aires que impulsan las velas del barco musical cubano hoy.

¿A qué llamarían identidad nacional cubana?

Ivette: Yo me voy a imaginar que mientras leen esto estarán tomando un café conmigo... Si estuviera en Ámsterdam y escuchara al Septeto Nacional de Cuba, yo diría que eso es identidad cubana, algo que remueve mis cimientos. Es lo puro de Cuba, lo que fabricamos con materias primas de cualquier lugar, pero que es inconfundiblemente cubano. Tiene de España, de los indios, de sangre, de sudor, de lágrimas, puntos de relación con otros sitios, pero es Cuba.

Karel: José Martí, eso es para mí la identidad de este país. Él sentó las bases de nuestra identidad en su literatura. La forja de nuestro ideal de nación comienza en el siglo XIX, y la obra martiana fue el crisol fundamental donde germinó toda su raíz. Martí nutrió con su verbo y su acción la médula de nuestra identidad nacional. Él y Heredia fueron dos cimientos en esta materia, aunque Martí resume todo el universo de la cubanía en su legado literario.

Ivette: Es un fenómeno que se da también en otras áreas de la vida: el picadillo a lo cubano es inconfundible, el platanito frito, nuestro tamal, el ajiaco, los frijoles negros (con aceite de oliva o sin ninguno), nuestra bandera, historia y resistencia, los héroes, las carencias y abundancias tan desmedidas que aún desde la carencia nos comprometen a compartir, ese humor, una cultura que ha sido ahogada por más de 50 años, por gente de aquí, de allá, de las formas más disímiles.

En ella hay algo de abrazo, alegría, simpatía, color, optimismo, fuerza, una mezcla increíblemente rara, genuina y hermosa. Eso es para mí identidad nacional cubana… ¡y ahora se me acabó el café! ¡Deja ver qué te invento! – y la risa se vuelve una niña que juguetea entre nosotros-. Eso también es identidad cubana: se nos acaban las cosas, pero la risa no.

¿La música que se hace en Cuba hoy guarda relación con lo que somos como pueblo, con nuestra idiosincrasia?

Karel: Respuesta positiva si hablamos de Música –con mayúsculas–. Cuba es una isla que flota en música. Cada día se compone, se crea música, casi tanto como se respira y come. Tenemos una destreza innata para entender y ejecutar la música, y un don para envolver en música casi todo nuestro quehacer cotidiano, una ancestral gracia para mezclar, inventar y reinventar la música. Lo demuestran el regusto a África que arde en el son y el salero andaluz que rutila en el punto guajiro.

Ivette: Antes se hablaba de música buena y mala, pero no voy a usar esa división porque cada esfuerzo humano tiene algún valor. Se habla también de música popular y clásica, y preferir una u otra no tiene que ver con pertenecer a determinada clase social, como a veces se piensa, sino con el entendimiento de los valores estéticos, con la belleza de ese arte y, claro, con el gusto personal. Hoy en Cuba hay una gran variedad, la salsa con una fuerza especial, la indispensable canción romántica, la trova… y están los que les cantan a los mismos fenómenos desde un lenguaje marginal.

Karel: Lo preocupante en la actualidad es que hay una hiperdifusión de cierto «subgénero musical» –perdonen la hipérbole, no en lo de hiperdifusión, sino en lo de musical–, heredado y adoptado, a tal nivel, que desde fuera podría pensarse que es el único capaz de reflejar nuestra idiosincrasia, cuando en realidad no se acerca siquiera a traslucir nuestras preferencias sonoras.

Ivette Cepeda quiere cantar al corazón de las personas, no a los ojos. Foto: Cortesía de la artista

Acotando al margen el comentario de que, hoy por hoy, lo peorcito, lo más bajo, sucio y denigrante de este subgénero, surge de la cloaca cerebral de alguno de esos que se autoproclaman portadores de la auténtica cubanía.

Ivette: Yo creo que esto, de cierta manera, sí está representando a una idiosincrasia de la Cuba actual. Las barreras sociales que se borraron con la Revolución ahora reaparecen por factores ya no sociales, sino culturales. Personas que copian las formas de los latinos en el Caribe, en los Estados Unidos y comienzan a hacer un foco de atención a partir ya no del reguetón como nuevo ritmo, en todas las épocas hay uno nuevo, sino que han querido llamar la atención desde un lenguaje soez y una visualidad del desnudo. Pienso que responde a una necesidad de ciertos jóvenes de resaltar a costa de lo que sea, eso responde a la idiosincrasia de un sector de hoy, que, en su mayoría, anda fuera de los patrones sociales.

Karel: Eso sí, hay dos «logros» que aplaudirle a este fenómeno: la habilidad para hacer de su consumo una necesidad social, una especie de «atuendo a la moda» sin el cual no puedes verte reflejado en el espejo de la sociedad, «integrado al grupo», sobre todo si eres joven, y la excelente labor de marketing, que incluye poder y saber pagar radio-fórmulas, audiovisuales, y todo tipo de rejuegos promocionales, sin hacer ascos de la turbidez, a fin de conseguir todo el apoyo mediático para su imposición en el mercado –ojo, no en el gusto, aunque parezca lo contrario–.

Ivette: Me llama mucho la atención que un país que promueve tanto la cultura, tengan cabida fenómenos como este. Eso es un signo de interrogación para mí. Es que los reguetoneros cantan a cosas que no creo sean la regla aquí y sí en otros lugares. Eso me lleva a pensar que buscan colocarse en otra sociedad, donde las cartas de triunfo son un vestir elegante y caro y una imagen muy, muy barata.

Karel: A esto hay que sumarle la cosificación de la hembra y la facilidad de «creación» de un producto que es casi totalmente digital en su background, con voces abusivamente «autotuneadas».  No estoy renegando de ninguna tecnología que ayude a mejorar la calidad del trabajo del músico, con lo que discrepo es con la ponderación y entronización de la artificialidad sonora, por encima de la sincera ejecución, más o menos virtuosa, de un instrumento musical.

Ivette: Pero eso no es lo más genuino de la cultura cubana, como algunos quieren hacer ver. Es posible que muchos de esos «artistas» no sepan ni quién fue Bola de Nieve, si lo hubiesen sabido me parece que se hubieran cuidado un poquitico más. Todo eso dista mucho de lo que es la cultura cubana. No somos un pueblo vacío. Aceptar ser eso que canta el reguetón es sepultar al cubano. 

Karel: Un subproducto que no se concibe desde el talento artístico sino desde la pericia tecnológica, un subgénero cercenado musicalmente, huérfano de recursos literarios, rayano en el analfabetismo y la idiotez. Nunca parirá Bayamesas, ni Longinas ni Cleptómanas, ni Convergencias.

Le está vetada la posteridad. Por ahí están naciendo brotes al raigal abrazo de los cubanos con la Música –con mayúsculas–, y ninguno de ellos emana de esta plaga de mediocridad, de esta inopia pseudo-intelecto-musical que hoy nos invade. Tiempo al tiempo. ¡Y que vivan Sindo, Corona, y el Benny!

 ¿Cuál es su manera de defender las particularidades de nuestra cultura desde su obra?

Ivette: No he sido una persona con prejuicios, yo le canto a los clásicos, pero también a las nuevas miradas y preguntas de los jóvenes, a sus nuevas formas de comprometerse con su país, con su generación. Busco un mensaje de amor, un punto de vista positivo. El artista se valora más por lo que dice que por el acompañamiento de una superproducción, de un vestuario despampanante. La cultura que quiero hacer no es la que gasta millones en un montaje de luces, yo quiero seguir cantándole al corazón de las personas, no a sus ojos.

Karel: Hoy no solo hay que defender nuestra cultura y sus particularidades, hay que defender el derecho de poder defenderlas. No se puede ser pesimista frente a esto en un planeta donde todo parece indicar que «entramos al trapo», que andamos bajo palio de ciertas directrices estético-mercantiles dictadas por eso que llaman «globalización mediática», que no es más que un estudiado mecanismo de enajenación de los pueblos, para mantenerlos mentalmente alejados de las verdades que hacen miserables sus vidas en nombre del capital.

Karel asegura: Cuba es una isla que flota en la música. Foto: Sealys Gardón Pantoja

Frente a este mecanismo Cuba debe fundamentar que sigue siendo una isla en rebeldía, no una esponja repitente. Nuestra historia y nuestra cultura lo ameritan, sin dudas.

Ivette: Hay que saber definir: ¿quieres hacer cultura o negocio?, ¿deseas cerrar importantísimas transacciones o deseas hacer maravillosos conciertos? El entorno es totalmente diferente. Qué voy a cantar está muy por encima dé qué me pondré para cantar. El show business va por un lado y la cultura y virtud del artista por otro. Eso lo tengo muy claro. Estoy en competencia conmigo misma, tratando de dar siempre lo mejor de mí, como lo hago cada viernes en mi espacio en el Tablao, donde a mi manera celebraremos el Día de la Cultura Cubana rodeados de invitados que también entregan todo de sí a la identidad de este país.

Karel: Por la parte que me toca creo que, ante esta situación, los trovadores tenemos el deber de rebelarnos, de denunciar en canciones esta maquinaria de embrutecimiento global –que haría abdicar al mismísimo Mendive– y demostrar que se puede hacer un trabajo «popular» de otra manera, con calidad en los textos y con un discurso musical divertido, sin caer en lo infantiloide y lo pueril.

Cepeda dice encontrar en la identidad cubana una mezcla increíblemente rara, genuina y hermosa. Foto: Elizabeth Carvajal

Para ello la mejor arma sigue siendo la poesía. Así es como me dispongo a defender el derecho a defender mi cultura, apuntando a la mediocridad, a la burocracia, a la desidia, al facilismo, a la entrega servil, con un cañón bien lleno de metáforas. Puede que sea incómodo para ciertos estamentos, pero, repito, es un deber. Lo aprendí en una escuela que no puedo prostituir ni renegar: la Nueva Trova Cubana, a la cual rendiré tributo este 20 de octubre en un concierto en la Fábrica de Trova, Enguayabera, Alamar.

«Consumidor sin freno de soledades

habitador de almas, buscante de mitades

inventor de decires, cancionante que puede

dejarse la distancia en el papel

y convencer a tu ansia para volver a tu aire

volver a tu aire».

Hay quien dice que nuestra música necesita volver a sus aires de cubanía, otros afirman que es una transformación dada por el paso del tiempo. ¿Cómo lo ven ustedes?

Ivette: Creo que la virtud de un músico no está apartada del apego a sus tradiciones. Un artista de este suelo cuando más brilla en el mundo es cuando saca eso que él tiene en los genes y nadie puede hacer igual. El hecho de ser cubanos nos marca, atrae público, de hecho. En este mundo de globalización nos toca a cada uno decidir si seguimos patrones impuestos por las industrias culturales o ser nosotros mismos. Yo sigo apostando por lo cubano.

Karel: Nuestra música no ha perdido sus aires de cubanía, se sigue haciendo mucha buena música cubana. Lo que se ha perdido un poco es el norte en el rumbo de ciertos músicos que, para buscar el mercado fácil, la «supuesta» popularidad, empiezan a entregar su talento a cierta alcantarilla pseudo-bailable, sin darse cuenta de que, cuando intenten rectificar el paso, el peso del lodo en sus botas puede que no les deje salir a flote. Y si lo hacen, seguramente habrán impregnado su huella de por vida con la mancha negra del oportunismo.

Ivette: El paso del tiempo influye, por supuesto, en las tímbricas, los textos, las maneras de decir, en la forma de hablar cotidianamente, incluso… ¡yo misma ya digo que me reseteo todos los días! Pero en la medida en que sea más auténtica, más cubana, más genuina, ahí está mi valor, mi virtud. La buena educación sigue estando de moda. No es la música sola la que a cambiando, es la gente.

 Karel: La música cubana goza de excelente salud, no nos engañemos. Sin chovinismos, creo que tenemos –musicalmente hablando– gran parte de lo mejorcito de nuestra América en el patio, y debemos cuidarlo. También creo, sin cerrazones, que se puede absorber todo lo bueno del panorama musical y desechar el cuasi-cultural veneno, sin perder nuestra cubanía.

De hecho, Cuba es una mezcla, un ajiaco, como expuso Fernando Ortiz, así que somos expertos en ese proceso de crecimiento, incorporando los mejores aromas musicales que trae el viento, vengan de donde vengan. El hecho de que no ocupe –la buena música– los espacios que merece en los medios de comunicación responde a tratamientos ideoestéticos que escapan a mi conocimiento.

Tendrías que preguntar en ciertas instancias por qué una señora que tiene escaso talento vocal y nulo concepto de armonía y arreglos, puede ocupar un lugar privilegiado en los medios y gastar miles de dólares en promoción –videos clips incluidos– para imponer una canción que, además, está llena de faltas de ortografía e incongruencias gramaticales.

De estos ejemplos está lleno el «diario acontecer» de nuestros medios. Si alguien se atreve a explicarte esta y otras tantas surrealistas cuestiones, lo leeré con avidez, y quizá hasta lo entienda.

Ivette: Reconozco que esos jóvenes cantantes son impetuosos, han tenido garra para defenderse. ¿Por qué no nos acercamos a ellos? ¿Por qué no evitar que ese barco se nos vaya a pique? Estoy segura de que pueden dar una mirada más bella, de que van a encontrar su verdadera esencia. Por ejemplo, a una mujer le pueden hacer todo tipo de piropos: fríos, tibios y calientes. Más de uno, en cualquiera de los tres campos, le saca una sonrisa, pero una mujer vira la cara cuando realmente le dicen algo que le toque el corazón.

Lo demás son solo frases y una sigue caminando. Me gustaría que esos muchachos entiendan lo que hacen como esos piropos.

Sí, confío en que la música cubana vuelva a sus aires. Muchos artistas nuestros se fueron de Cuba en los ´80 y ´90 y la mitad regresó, porque ellos son Cuba, sus genes son Cuba, saben cantarle al público de Cuba… y lo demás no les mueve el piso. Necesitan volver a su aire de cubanía, que los hincha, los hace crecer, los renueva, los enriquece. Y los que no regresaron siguen llevando ese aire de cubanía a donde quiera que van.

La globalización y las industrias culturales imponen cada vez con más fuerza estereotipos universales. ¿Piensan que llegará el momento en que todo el mundo tenga una única identidad?

Karel: No.

Ivette: Niet tabarich –y esta vez reímos a carcajadas.

Karel: Podrá existir un único imperio mediático, un sistema económico globalizado, tal vez una moneda universal y hasta un único gobierno, pero cada persona seguirá teniendo su propia identidad, y cada pueblo mantendrá la suya.

No se pueden globalizar los sentimientos, ni los elementos que conforman la identidad. No se puede unificar el paisaje, ni los olores, ni los sabores, ni los idiomas, ni las religiones, ni la inmanente forma de cada individuo de entender la felicidad.

Eso seguirá resguardando el carácter único y diferenciado de los pueblos, por mucho que quieran socavarlo los imperios. La idea utópica de una única manera de entender y asumir la Vida, a nivel universal, no podrá lograrla ningún «ismo». Y menos mal que es así –en mi opinión– porque si no ¿no te parecería insulso y aburridísimo el planeta?

Ivette: Cuba fue descubierta en 1492 y nos libertamos de la colonia española en 1900. Mira cuántos siglos siendo casi españoles, pero no lo somos: somos cubanos. ¡Cuántos siglos dominaron los imperios romano y persa la mitad del mundo! Sin embargo, cada pueblo es lo que es. Hasta ahora esa globalización no nos ha llevado más que a demostrarnos que somos lo que somos. La fuerza de lo que eres va a salir a flote. La cultura de una nación no se fabrica con megaestrellas, sino con los valores genuinos de una nación. Los países se nutren de lo que canta a su realidad, eso no lo hace la megaestrella de otro lugar.

Ahí está Polo Montañez, el gallo de la salsa en el grupo de Manolito Simonet que cantaba una parranda que erizaba los pelos, ahí hay una Liuba María Hevia que canta una habanera y un son florido, lleno de helechos…

Eso es Cuba. Tenemos un sentimiento enorme por lo que significa nuestra patria, lo que nadie nos puede quitar. Es un regalo de Dios nacer apegados a una tierra que nos da valores y un concepto de amor a esta tierra. No creo que estemos dispuestos a vender eso.

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