Vista del Malecón habanero. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:58 pm
¿La Habana…? Es mucho más que un espacio geográfico, un punto en un mapa, o la capital de un país. La Habana es una forma de proyectarse, una manera de asumir la vida, un pensamiento, un concepto, una actitud… Es un misterio: uno camina sus calles y de momento se da cuenta de que va conversando en silencio, y te descubres escuchando historias que se mecen tras los muros, cuelgan de las paredes y gotean de las grietas. La Habana es signo, destino y albur; pero sobre todo es huella y trayectoria.
Así conciben muchas personas a la capital cubana. Los que tienen la fortuna de habitarla son actualmente testigos de una obra de amor, «única por naturaleza y que nos pertenece por generaciones y generaciones», al decir de Eusebio Leal, Historiador de La Habana, al referirse a la labor de conservación y restauración de esta urbe que hoy, 16 de noviembre, cumple 495 años.
La ciudad es su gente —el criterio se reitera continuamente. Siendo así, la mejor forma de celebrar este aniversario es dibujándola con las palabras de quienes la viven. Juventud Rebelde ofrece su homenaje buscando los rostros de una Habana que palpita en cada uno de nosotros.
Caprichosa dama de cabello azul
Frente al Malecón encontramos a Jorge Alonso, de 17 años. Estaba esbozando sueños en una libreta escolar que en su carátula lucía una frase con letras rojas: La Matemática está llena de problemas, pero siempre hay soluciones. Él nos comentó que «si La Habana fuera una persona, sería un poco loca. Bueno..., en ocasiones bastante loca. Creo que le pondría la sonrisa de la Mona Lisa y una forma de reír casi infantil, con amplias y limpias carcajadas. Sus ojos serían grandes. Si la nostalgia tuviera color, ese sería el de su mirada. Mi Habana-mujer es una caprichosa dama de cabello azul que camina descalza».
A muchos transeúntes les pedimos que definieran en una palabra a La Habana, apelativo que se cree deriva de un cacique o jefe comarcano cuyo nombre fue Habaguanex. Sin embargo, un vocablo es muy poco cuando se quiere decir tanto, asegura Daina Lucía Ortega, estudiante universitaria. «Mi palabra para describirla no puede ser otra que “mía”, aunque sea un pronombre corto». Estrella, lágrima, casa, aventura, enigma, agonía, proyecto, tristeza, amanecer, oportunidad, Cuba… fueron otras tantas que salieron al vuelo.
Caminar por las calles, ver las tiendas y jugar en el Parque Central es lo que más le gusta de su ciudad a un grupo de niños de la escuela primaria Camilo Cienfuegos, del Centro Histórico, a quienes hallamos realizando ejercicios de Educación Física entre arterias estrechas y adoquinadas. A ellos les preguntamos qué no le podría faltar a La Habana. Las respuestas vinieron en ráfagas: parques, sol, mar, museos, corazón y amor.
«Mírela, es toda belleza y esplendor. Con cada año que pasa se impone que todos pongamos de nuestra parte para cuidarla y protegerla. Yo nací en Guantánamo, pero soy habanero», explica con plena convicción David Estable, librero de la Plaza de Armas, quien todos los días se impresiona con la dinámica inquieta que fluye en cada rincón.
A Alejandro Batista, de 15 años, lo que más le atrae de la capital son las mujeres; a Rogelio Fundora, que también celebra hoy su cumpleaños 42, los Industriales; mientras que Rosa Leal se inclina por la historia.
Rosa, sencilla habanera de 64 años, cuyo trabajo es mantener limpia esta urbe para que todos puedan disfrutar de su hermosura, reconoce que «hay partes que estaban caídas y otras que todavía lo están, pero la cara ha cambiado. Se intenta devolverle un esplendor de años pasados y me siento feliz de saber que con mi trabajo contribuyo a eso».
La suya es una historia muy particular, pues resulta que la señora es toda una autoridad en el ritual de darle las vueltas a la ceiba en la víspera del importante onomástico. «Yo tengo fe en ese poder, pero para que los deseos se cumplan uno debe salir en silencio de su casa, ir a la Catedral, tomar la mano de la puerta y tocar tres veces pensando en las peticiones que hará. Luego debe llegar hasta ese árbol, hacer la cola sin chistar y darle las vueltas. Solo así se te concederá lo pedido».
¿Lejano recuerdo?
A pesar de los anhelos y esperanzas, existen muchas insatisfacciones. Al vendedor de periódicos Miguel Tamayo, de 61 años, La Habana de ahora no se le parece en nada a la que lleva en su recuerdo. «Tiene cosas más feas y menos colores, prefiero la de antes».
Raiza Martínez, trabajadora por cuenta propia, considera que hablar de una ciudad con tantos contrastes es difícil. «Vivimos una situación muy compleja desde el punto de vista económico. Todos quisieran ver su barrio reluciente y borrar para siempre esas imágenes deprimentes de una Habana sucia, rota, que se desprende. Se hacen esfuerzos, pero es cierto que no alcanza con eso.
«A veces olvidamos que con poquitos se hacen también grandes cosas. Si el tiempo y el abandono han pasado factura en muchos sitios, nosotros no podemos convertirnos en cómplices de la destrucción. Debemos ser parte de la solución, no del problema».
De cualquier manera, a Jaqueline Rodríguez, de 50 años, siempre le ha resultado fascinante, sobre todo, ver renacer las cosas que estaban casi perdidas. «Es como los ángeles, que caen y luego retornan al cielo. Es necesario que esa magia se extienda a todas partes, en especial hasta los barrios, Habana adentro, que es donde más se nota el deterioro».
«En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse…», se escuchaba la melodía entre el bullicio matutino. El sonido nos atrajo hasta un parque donde un grupo de músicos aficionados sacudían notas y acordes. Allí estaba Erik González, de 28 años: «Vengo todos los días a tocar mi música, me siento bajo un árbol y la inspiración fluye. El ambiente para iluminarse y llenarse de motivación está presente en todos lados. Esto es único. Tocar aquí es algo especial que me permite un intercambio cultural enriquecedor. Siempre experimentas algo nuevo», refiere el joven y además subraya que, quizá, si La Habana fuera un instrumento sería una guitarra.
Coincide con él su colega Lorenzo García, pero de 56 años. «¡Una guitarra, sí señor! No solo por lo sensual de sus contornos, sino porque hay que presionar sus cuerdas para deleitarte con sus sonidos. Esta ciudad tiene su voz propia y acordes potentes, pero definitivamente suena mejor cuando la tocan. Y si no me cree mire usted cuántas cosas lindas van renaciendo en las esquinas».
A la sombra de un árbol
«Reinando el Señor Don Fernando VII, siendo Presidente y Gobernador Don Francisco Dionisio Vives, la fidelísima Habana, religiosa y pacífica, erigió este sencillo monumento decorando el sitio donde el año de 1519 se celebró la primera misa y cabildo…».
Lo anterior lo puede leer el caminante que se detenga frente al Templete, lugar erigido junto a la histórica ceiba que, según la tradición, dio sombra al momento fundacional de la villa, para entregarnos una verdad: aquí nació la ciudad.
Cuatro siglos, nueve décadas y un lustro después de aquel acontecimiento nos enfrentamos a una urbe que evidencia la evolución del pensamiento restaurador y de la capacidad de conservar la memoria histórica.
«Nadie enciende una luz para esconderla, sino para levantarla y que ilumine una sala oscura. No sería comprensible lo que somos hoy sin tener idea de lo que fuimos ayer. Por eso al visitar estos hermosos monumentos construidos hace siglos sentimos lo profundo de la identidad. Todo lo que aquí se reúne, de manera visible o invisible, es Cuba», afirmó a la prensa Eusebio Leal, momentos antes de un recorrido que permitió apreciar el progreso en las obras proyectadas en el Centro Histórico, que indican que la ciudad está viva y presente con sus castillos, palacios, casas, monumentos y bienes culturales.
No obstante, reconoció que no se puede pasar por alto que «está venida a menos en muchos lugares, en ruinas en otros, víctima no pocas veces de la injuria, de la falta de cultura y del desprecio del valor simbólico de una urbe que fue capaz de proclamar un nuevo orden y que lo ha sostenido durante más de medio siglo con la hidalguía propia de nuestra estirpe».
En su alocución admitió alegrarse de no celebrar el aniversario 500, porque estos cinco años servirán para hacer un esfuerzo valeroso por La Habana; que no puede ser solo el de soluciones con maquillaje. «Particularmente me he opuesto siempre a eso, no podemos dejarnos llevar por el entusiasmo, ni por presión de ninguna naturaleza para pintar fachadas, porque eso solo serían sepulcros blanqueados».
Está claro que se impone venir de adentro hacia afuera, construir y levantar desde la gente, desde el corazón y la conciencia. Será por eso que el Historiador decidió compartir, conmovido, una experiencia vivida con un joven humilde y delgado que estaba restaurando un mosaico. Llegó hasta el muchacho y lo observó comprometido con un pequeño pedazo de historia.
«Te dedicaré un libro, o cualquier otra cosa que guardes como recuerdo por esta obra tan preciosa que estás realizando», rememoró Leal con su exquisita palabra. De pronto, el chico se levantó pausado y le respondió: «A mí no me tiene usted que dar nada, porque ya me dio lo más importante: la capacidad de hacer».
Los que aman y fundan
Para todo aquel que de cierta forma desempeña una actividad creativa, La Habana surge como tema desafiante, luego se convierte en deuda, se torna compromiso y, finalmente, en no pocas ocasiones, se transforma en obra y muchos se consagran a ese propósito.
Días antes de este aniversario 495 se dio a conocer la terminación de múltiples instalaciones como consultorios médicos, casas de abuelos, hogares maternos y clínicas estomatológicas, que formaban parte del plan de construcción en la provincia.
El compromiso también se demuestra en los proyectos concluidos y otros en ejecución que desarrolla la Oficina del Historiador, con el objetivo de salvaguardar un legado imperecedero para las actuales y futuras generaciones de cubanos.
Entre las edificaciones terminadas sobresalen el Teatro Martí, el Antiguo Almacén de la Madera y el Tabaco —hoy cervecería similar a la de la Plaza Vieja, pero con mayores prestaciones—; el Sloppy Joe’s Bar, el Monumento a Calixto García, los museos Carlos J. Finlay y de Arte Colonial; las viviendas Capdevila —construidas para los moradores del Centro Histórico que han sido reacomodados—; el Bar Bigote de Gato y el Capitolio, entre otras.
Todavía en ejecución están aquellos proyectos pertenecientes al Plan Integral de Reanimación de la Avenida del Puerto. En la parte antigua de la capital —declarada por la Unesco en 1982 como Patrimonio de la Humanidad— se levanta, haciendo resistencia al tiempo, el Edificio Prácticos del Puerto, que contará con nueve viviendas y servicios de gastronomía en la parte baja.
Casi al frente se erige el enorme cubo de la Cámara de Rejas, que marcará el nuevo frente de la ciudad. Es una compleja estructura, de gran importancia para el sistema de alcantarillado, pues allí las aguas reciben un tratamiento para eliminar los sólidos flotantes.
En ese punto es además visible la magnitud de la rehabilitación de las redes soterradas (agua, electricidad, gas y comunicaciones), que se encuentra a un 55 por ciento de ejecución.
La Plaza de San Francisco se verá ampliada desde el punto de vista urbano y llegará hasta el mar, según Ademar Ramírez, inversionista de la obra. En estos momentos se construye un separador vial para tributar a la armonía espacial entre la plaza, la bahía, los vehículos y los peatones.
Sin dudas, entre los mayores atractivos de la zona están el Emboque de Luz y el Paseo Marítimo de Paula, ambos en su etapa inicial. El primero de ellos, antiguamente una terminal de ferry, está concebido como espacio para el atraque de lanchas, mientras que el segundo tiene como intención principal la de reconectar al habanero con el mar.
Para eso se levantará un espigón flotante en forma de T, con una salida al mar y cuatro pasarelas de acceso al muelle. Tendrá 156 metros paralelos a la bahía y 71 hacia adentro. Como parte de ese proyecto, la Alameda de Paula está siendo sometida igualmente a un proceso de restauración.
¡La Habana sí!
«¿Por qué La Habana? Porque sí. Porque tiene aché, magia y una conexión entre lo que fue y lo que es —dice a nuestro diario Luis Ramos, vendedor de maní. Puede que a muchos no le guste, pero hay que valorar lo que tenemos. Será por eso que ahora recuerdo a un viejito que conocí en mis días de infancia. Todos lo daban por loco porque le gustaba acariciar las paredes más desgastadas. Él decía que alguien tenía que ocuparse de besarle la frente al tiempo».
También Eusebio Leal se interesa mucho en el diálogo entre el antes y el después, ese puente que le posibilita a la gente sumarse y participar de una evolución que pone a La Habana a la altura de cualquier ciudad del mundo.
¿Acaso será esa la razón por la cual nuestra urbe figura entre las 14 finalistas del concurso New 7 Wonders Cities? En ese certamen personas de todo el mundo deben elegir las ciudades más maravillosas.
Según se refiere en el sitio www.new7wonders.com, la capital cubana pasó a la última fase de la competencia, estatus que comparte junto a Barcelona (España), Beirut (Líbano), Chicago (Estados Unidos), Doha (Qatar), Durban (Sudáfrica), Kuala Lumpur (Malasia), La Paz (Bolivia), Londres (Reino Unido), Ciudad de México (México), Perth (Australia), Quito (Ecuador), Reykjavik (Islandia) y Vigan (Filipinas).
La votación on line comenzó hace dos años y en 2013 las aspirantes eran alrededor de 300. Los resultados serán dados a conocer el venidero 7 de diciembre.
Sin embargo, unos alemanes que se cruzaron en nuestro camino mientras se dirigían al mar ya habían tomado su decisión: «La Habana no tiene contrincantes», nos dijeron cuando todavía continuábamos en busca de la «habaneridad».
Lo mismo piensan Miguel Ángel Barrera, restaurador- conservador del Taller de Conservación de la Oficina del Historiador, y Rubiel Alberto Jiménez, quien alegra la vida habanera como estatua viviente.
A Adelina Ulloa, de 68 años, le pedimos que formulara un deseo para La Habana. Ella no le da muchas vueltas al asunto y dice: «Mi deseo es que clonen a Eusebio Leal. No tengo más que decir».
Casi al final de nuestro periplo, vimos a un anciano pescador que miraba como quien fantasea con los ojos abiertos. Nos acercamos con temor de interrumpir su sueño, pero este abuelo sabio nos dio una lección de amor. «Usted me pregunta por La Habana y yo le respondo con interrogantes, periodista: ¿Cómo se habla del aliento vital? ¿Cuál es la palabra que encierra el amor más grande? ¿Cómo se mide lo infinito? ¿Cómo se abraza el todo? Yo solo puedo extender mis brazos hasta donde dan, la ciudad siempre me acoge porque La Habana es mi tierra, mi Cuba, mi mundo…, el centro de mi universo».