El próximo 27 de abril en el Teatro Nacional de Cuba, que está enclavado en la emblemática Plaza de la Revolución de la capital cubana, comenzarán los festejos por el Aniversario 50 del surgimiento de la música electroacústica en nuestro país y los homenajes al maestro Juan Blanco, iniciador de esas sonoridades en la Isla y quien -con justeza- ha sido catalogado como uno de los artistas de la vanguardia musical cubana, informa Cubarte.
Ese día -auspiciado por el Laboratorio Nacional de Música Electroacústica y el Instituto Cubano de la Música- Iván Lejardi, productor de música electrónica, ofrecerá un concierto especial e igualmente quedará inaugurada la muestra Contrastes, del joven artista Alejandro Darío; una manera de yuxtaponer e integrar ambas manifestaciones, es decir, la música y la plástica, algo que ya se torna común en el contexto contemporáneo.
En conversación con el espacio Luces y sombras de Habana Radio, aseguró Alejandro Darío (La Habana, 1987) que Contrastes da continuidad y se multiplica «en una serie iniciada en 2007» y enfatizó que en su obra el movimiento «es obvio y no sólo por el diseño propio sino por los colores, las líneas de los edificios, la composición y los contrastes que están implícitos en cada una de ellas».
Recordó que en su aún incipiente carrera -iniciada hace sólo cinco años luego de egresar de la Academia de Artes San Alejandro- se ha acercado al expresionismo a partir de las series Resistencia y Carencias- y al mismo tiempo, enfatizó que siempre ha trabajado de «manera aleatoria» el paisaje urbano.
«Me preocupa la visualidad de nuestra ciudad y me interesa, de alguna manera, rescatar algunos flaschazos de la capital que quedan en mi mente, en la de muchos otros habaneros y en la de los que nos visitan», aseguró.
Señaló que Contrastes incluye parte de la serie Vamos a andar La Habana y la integra una docena de piezas que son paisajes urbanos concebidos de manera monocromática y otros a color: “desde que comencé la serie Vamos a andar La Habana utilizo los monocromos para reforzar el contraste con los paisajes de la realidad; ésta sugerencia la utilizo como alegoría del paso del tiempo, de la memoria y la melancolía y, por otro lado, el color me sirve para enfatizar los anhelos de una ciudad reconstruida; quiero dar la sensación de lo moderno con un toque futurista”.
En otro momento del diálogo insistió Alejandro Darío que «los paisajes urbanos son obra del hombre y ahí está implícito: es como en gramática el sujeto omitido de una oración, no es que lo excluya sino que lo que interesa resaltar es la parte creativa del ser humano, el resultado de su trabajo, aunque puede aparecer algún transeúnte, pero no es lo más relevante».
Según reconoció su pintura está marcada por la especialidad de la que es graduado (escultura), de ahí que la tridimensionalidad es absolutamente evidente: «creo que tengo una mirada desde el volumen», reconoció.
Ante la pregunta de que si su pintura puede llegar a ser o es testimonio de este tiempo, respondió: «el arte en general y el realista en particular ha sido un testimonio del momento y me parece que ésta parte de mi obra cumple esa función. Aunque se reparen estos edificios -y ojalá se reconstruyan todos lo más rápidamente posible- siempre mi obra quedará como parte de un momento histórico de nuestra ciudad, de nuestro país. La arquitectura al igual que el ser humano, sufre: es como un organismo vivo que se va deteriorando y hace falta atenderlo, curarlo y sanarlo», concluyó.