Del estadounidense Stanley Kubrick se exhibe Telefono Rojo, volvamos hacia Moscú. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
Entre las más atractivas ofertas cinematográficas que el ICAIC ha preparado especialmente para los más tórridos meses del año en varios cines (con el céntrico y capitalino Riviera como sede) está Cien comedias que, como indica su nombre, propone un recorrido por el apreciado género de la (son)risa.
El ciclo, que se extenderá hasta el 1ro. de septiembre, emprende un saludable recorrido por tendencias, estilos, poéticas, autores y países que además de su principal objetivo («refrescar» durante el verano en tandas vespertinas y nocturnas) cumple otro no menos importante: ofrecer, sobre todo a los más jóvenes que no conocieron etapas anteriores del humor fílmico, varios de sus títulos significativos, mientras que todos, de cualquier edad, podrán (re)visitar, rememorar, comprobar siempre desde su mira y su peculiar sentido del humor, qué resiste y qué no la implacable prueba del tiempo, así como seguir disfrutando con lo hecho en años recientes.
Aun para los mayores, la retrospectiva ofrece verdaderas sorpresas, algunas muy gratas. Junto a la versión cubana que realizara en 1962 el inolvidable Tomás Gutiérrez Alea sobre la novela de los rusos Ilf y Petrov Las doce sillas, se ofrece la lectura que realizara ocho años después Mel Brooks (seguramente sin conocer la del cubano) mucho más fiel al original, pues mientras Titón adaptara creadora y eficazmente el relato al contexto cubano de entonces, el norteamericano lo mantiene en la Unión Soviética; resulta que ambas detentan incuestionables méritos, pero siempre vale la pena comparar y confrontar.
Por la misma línea resulta válido asistir a la veta «cómica» de un realizador habitualmente muy grave como el estadounidense Stanley Kubrick, y aunque nada sorprende a quien conoce la versatilidad del gran artista, de cualquier manera gratifica comprobar cómo pudo sacar partido del árido terreno bélico (concretamente la recurrida Segunda Guerra Mundial) en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú (1963) por mucho que uno, lógicamente, siga prefiriendo sus clásicos. Caso parecido al del «ex dogmático» danés Lars Von Trier y su polémico El jefe de todo esto (2006).
O descubrir rarezas como una gozada en torno a los inicios de la aviación con elenco internacional (Sarah Miles, Alberto Sordi, un entonces desconocido Benny Hill…) en Aquellos chalados en sus locos cacharros (EE.UU., 1965), que entre sus originalidades trae un intermedio con todas las de la ley.
Entre estas casi siempre valiosas Cien comedias que todavía durante poco más de un mes podremos seguir disfrutando, figuran las de autorías muy bien delimitadas y originales, pero lo mejor es que se programan no pocas etapas y títulos menos conocidos de fundadores y clásicos (digamos, cortos de Chaplin, Buster Keaton, El gordo y el flaco), imprescindibles como los ingleses Tony Richardson y Alec Guinness, o el yanqui establecido en Gran Bretaña Richard Lester, y los no menos estimados Woody Allen, Robert Altman o Gene Wilder (Estados Unidos); en tanto hay algunas representaciones notables (aunque no las suficientes) de cuando la comedia italiana señoreó en el mundo del cine (los años 60), o el «nuevo cine español» de esa época y un poco antes (Berlanga, el italiano que hizo carrera allí: Ferreri) o como ya hemos dicho, algo del género en Cuba (además de Titón, Juan Padrón, Tabío)…
Sin embargo, como todo hay que decirlo, también hay excesos y defectos. Entre los primeros hallamos la innecesaria reiteración de algunos nombres en detrimento de otros, como es el caso del mexicano Mario Moreno «Cantinflas», el francés Louis de Funes o el norteamericano Jerry Lewis, los cuales —sobre todo los dos primeros— dejaron una indudable huella en el género mediante estilos bien personales, se prefieran o no.
Se extrañan otros no menos importantes como los coterráneos del simpático Inspector Juve, de Fantomas: el sutil y elegante Pierre Etaix, el intelectualismo refinado de Jacques Tati y el alocamiento genial de un Pierre Richard junto con las poéticas de los estadounidenses Billy Wilder o Frank Capra, los hispánicos Almodóvar, Bigas Lunas o Eloy de la Iglesia, por mencionar solo algunos de los que no están.
Muy saludable hubiera sido también poder disfrutar del peculiar humor de los países ex socialistas, ya fuera en las décadas donde abrazaran ese sistema como ahora, e incluso ambas etapas; filmes de la extinta Unión Soviética junto a los de la Rusia actual, Hungría, Checoslovaquia y Polonia, sobre todo, hubieran enriquecido extraordinariamente el panorama.
Supongo que estas falencias tengan una justificación: la no disponibilidad de copias cuando se curaba la muestra, mas, por otra parte considero que ante el traslado de buena parte del patrimonio fílmico al soporte DVD, pueden procurarse. Sabemos, además, que la Cinemateca dispone de muchas de ellas.
Esto, claro, quedará para la próxima. Por lo pronto, las tardes y noches veraniegas están garantizadas con notables momentos de los muchos en que, durante sus más de cien años de vida, el cine del mundo entero ha estado, y nosotros con él, literalmente de fiesta.