Como una novela diferente calificó el ensayista y narrador Abel Prieto (también Ministro de Cultura) a la novela El infinito rumor del agua, de Amaury Pérez Vidal, durante su presentación en la Feria Universitaria del Libro y la Lectura (FULL) que tuvo lugar recientemente en la capital.
Y es que, como afirmo con otras palabras en su prólogo, la historia de Amaury tiene el poder de seducir hasta el punto de que su originalidad se convierte en uno de los pilares que la sustentan como uno de los textos más cautivadores publicados en Cuba en los últimos años.
Conocido como cantautor y considerado por muchos poeta por la alta calidad lírica y literaria de los textos de sus canciones, Pérez Vidal se presenta ante los lectores con una primera novela que no escatima recursos tan diferentes e inesperados como el intercambio epistolar, la narración con una voz femenina y el uso de una primera persona que consigue omniscencia, credibilidad y belleza dentro de un lenguaje depurado y rico en matices y vocablos.
Se trata de una historia de amistad e incondicionalidad en las que las protagonistas (Gertrudis y Gretel) no logran opacar al resto de los personajes caracterizados por el vigor con que han sido trazados en una trama repleta de sincretismo, asociaciones y humor a la que no falta la presencia insoslayable de la música y la poesía, dos manifestaciones de las que Amaury Pérez conoce y a las que acude con la seguridad que le confiere su experiencia.
Publicada por Ediciones Unión y programada para su distribución durante la próxima Feria Internacional del Libro 2008, esta novela corta, que tiene la particularidad de no parecerse a ninguna y contener influencias muy bien asimiladas e imperceptibles gracias a las buenas lecturas de su autor, es un ejemplo de lo que debe ser la escritura: un acto de reflexión y deleite al que no escapan los múltiples intereses de los posibles lectores.
Si ya con El dorso de las rosas, un libro de cuentos publicado por Letras Cubanas, Amaury había demostrado, en opinión de algunos críticos, ser un «narrador natural», El infinito rumor del agua viene a convencernos de que la literatura no es, para este autor, un simple violín de Ingres, es decir, una afición colateral, sino una vocación que se ha realizado en al menos estos dos libros, concediendo a quien los escribió el título nada fácil de escritor en un país donde la narrativa descuella entre muchas otras manifestaciones por su alta calidad.
Aunque parte de su acción transcurre en una isla indeterminada del Caribe que alterna con los pasajes en Nueva York, no será difícil adivinar que este texto contiene una alta dosis de cubanía sin tener que recurrir a los tópicos que comúnmente la definen. Amaury ha conseguido un sentido de pertenencia profundo que, una y otra vez, asoma en las incidencias de su argumento y en el contrapunto entre los lugares en que su novela ha sido ambientada.
Recomendamos pues al lector una obra que leerá de un tirón y de la que extraerá múltiples satisfacciones. En primer lugar, por la solidez y desenvolvimiento de la propia historia y, en segundo, por ese lenguaje elegante, sobrio y depurado que nos hace navegar por los insterticios de ese buen español en el que siempre encontraremos sorpresas y sugerencias, música y poesía cuando ha sido bien utilizado y sin los prejuicios que, en ocasiones, tenemos con las palabras los que no nos atrevemos a lanzarlas sin pudores absurdos sobre nuestras páginas en blanco.