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Ariel y la «ortografía» de la música

Con mucha dedicación y estudio, el joven Ariel Duarte Perera, estudiante de 12mo. grado en el Instituto Preuniversitario Urbano Raquel Pérez, en la capital provincial de Mayabeque, obtuvo el segundo lugar en el Concurso Nacional de Ortografía

Autor:

Darian Bárcena Díaz

San José de las Lajas, Mayabeque.— Con el desenfado de la juventud y esa discreta timidez, característica de la adolescencia, Ariel Duarte Perera deja entrever, en un primer acercamiento, a un estudiante devoto del conocimiento. Poco importan las distinciones entre ciencias y letras, usualmente tan bien definidas entre los alumnos. A él ambas lo cautivan por igual.

Parece admirar a Ludwig van Beethoven, Federico Chopin, Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Schubert, Serguei Rachmaninov, Ernesto Lecuona, Frank Fernández o José María Vitier. Y es que el joven siente una especial predilección por el piano, una atracción tan magnética que se ha convertido, sin temor absoluto, en la mayor de sus pasiones. 

En días recientes, Ariel, estudiante de 12mo. grado en el Instituto Preuniversitario Urbano Raquel Pérez, en la capital provincial de Mayabeque, obtuvo el segundo lugar en el Concurso Nacional de Ortografía, que se celebró entre los días 20 y 23 de octubre en la provincia Las Tunas. Sobre estos detalles y otros de su preparación académica, conversó con él Juventud Rebelde

—¿Cuáles fueron tus motivaciones para participar en el Concurso de Ortografía? 

—La principal motivación es que me interesa constantemente mejorar mi ortografía, aunque, por lo general no tengo problemas de ese tipo. La participación en el concurso me ayudó a superarme, descubrí nuevas palabras que no imaginaba que se escribieran de esa manera, y ese proceso previo de estudio de los vocablos ha sido muy útil para mi léxico. Todo ese proceso de aprendizaje pudiera decir que fue hasta divertido.

—Hablando de ese proceso, cuéntame detalles de tus estrategias o modos de estudio.

—Como manera de prepararnos para el concurso nos entregaron un total de 4 000 palabras, acompañadas de su significado.

Personalmente transcribí todas a varias libretas y me aprendí la significación de cada una. De ese modo, para autoevaluarme, tapaba la palabra con la mano e intentaba reconocerla mediante el significado. 

«También conté con la ayuda de mi profesora de Español-Literatura, Sayurys Tamaño González, quien acumula más de 20 años de experiencia y me ha preparado desde el 11no. grado. Ella me dictaba las palabras con su significado, como una imitación del momento de dicción del concurso. Esa acción me ayudó a adaptarme a ese formato que, de seguro, iba a estar en el concurso. 

«A la profe Sayurys le debo mucho agradecimiento por todo el interés que puso en mí, por el apoyo y por su disposición al dictarme las palabras en mis tiempos libres», explicó.

—Sobre el concurso en particular, ¿cómo fue la experiencia? 

—La provincia de Las Tunas fue la sede del certamen. Nos hospedamos en la Escuela de Arte El Cucalambé y también desde el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Luis Urquiza Jorge estuvieron al pendiente de nosotros.

«El concurso consistió en cuatro rondas eliminatorias, de 20 palabras cada una, aunque, por un empate que se produjo entre los contendientes, tuvimos que añadir una quinta ronda, dentro de la cual no se encontraban las palabras que habíamos estudiado. 

«Primero dictaban el significado y después pronunciaban el vocablo dos veces. Si alguien no la entendía podía pedir una repetición, pero esto podía afectar en caso de un empate con otro concursante que no hubiera pedido que se repitiera. 

«Se realizó en computadoras y fue de un modo abierto. Con esto me refiero a que los profesores y los propios estudiantes descalificados podían permanecer en la sala, observando todos los movimientos de cada concursante. 

«Existía la regla de que una vez escrita la palabra y cuando el concursante bajara el cursor al siguiente renglón no podía volver a enmendar nada, porque se descalificaba. También, las personas que observaban desde el público podían informar a los jurados de cualquier irregularidad o fraude que observaran y eso también implicaba la salida del concursante involucrado. 

«Me preparé a conciencia, pero en verdad no imaginaba que obtendría el segundo lugar. El nivel era elevado y, realmente, más allá de escalafones, representó un momento de aprendizaje y de intercambio. Estoy sumamente feliz con el resultado y con la experiencia», sostuvo.

—El 12mo. grado representa el eventual tránsito a las aulas universitarias. ¿Has definido ya alguna carrera que te gustaría cursar en la enseñanza superior?

—Realmente no. No tengo una idea clara sobre lo que quiero estudiar al terminar este grado. 

«Con el resultado del segundo lugar en el Concurso Nacional de Ortografía me reporta la posibilidad de no tener que hacer exámenes de ingreso y tener una carrera, la que yo escoja, previamente otorgada en el área de las Humanidades. Aún hay tiempo para decidir», confesó. 

—¿Y el piano dónde queda?

—Sin dudas el piano queda en el primer lugar. Es mi pasatiempo preferido, sobre todo en el ámbito de la música clásica. Me apasiona mucho. 

«Comencé de manera autodidacta y me he sentido tan a gusto con este instrumento que me gustaría presentarme al concurso de aptitud en la Escuela Nacional de Arte con todo el trabajo técnico, de solfeo y expresivo que conlleva esta decisión para poder ingresar en ese plantel. 

«Al no tener que examinarme en las pruebas de ingreso, tengo más tiempo libre, lo que me permite centrarme más en el estudio y la práctica del piano y, quizá, poder cumplir este sueño», concluyó mi novel interlocutor de 17 años. 

Tal vez, dentro de algunos años, el nombre de Ariel Duarte Perera venga acompañado, a renglón seguido, de palabras como músico y concertista. 

Tal vez logre articular sus aspiraciones en torno al piano y se transforme, horas de estudio mediante, en uno de los más prolíficos y virtuosos instrumentistas de esta tierra. 

O quizá, por el contrario, sea un capaz profesional de las Ciencias Sociales y Humanísticas sin abandonar su devoción por las notas y los arpegios. Todo depende de él, de su capacidad y tozudez, y de abrazar los planes con la intensa gallardía de la juventud. 

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