Santa Clara es también la mano solidaria y patriota de su benefactora Marta Abreu. Autor: Ramón Barreras Valdés Publicado: 14/07/2025 | 09:31 pm
Sus 336 años parecen un guiño aritmético, pero representan la vida de una ciudad tan santa como pagana; clara, sin renunciar a la diversidad de tonalidades en todas las formas posibles de expresión; histórica y legendaria; mediterránea, cosmopolita, punto de encuentro y estancia para los viajeros que recorren la isla en la misma dirección que el sol, más bella y adorada desde sus singularidades.
Santa Clara son las 18 familias remedianas motivadas por el fin económico de expandirse tierra adentro, aunque el temor al corso y la piratería sonara mucho más grandilocuente al reseñar los orígenes. La misa oficiada el 15 de julio de 1689 en un cayo de monte perteneciente al hato de Antonio Díaz, cerca del abrazo de dos ríos, y el primer asentamiento, un poco alejado del sitio fundacional.
Santa Clara es la progresiva urbanización que convirtió en casas señoriales aquellas chozas alzadas antes con madera y guano, trazó sus calles estrechas, levantó templos, hospitales, plazas públicas, cementerio, casa de ayuntamiento, escuelas y otros edificios que hicieron a la villa merecedora de la condición de ciudad, y estableció los cimientos del primer cuerpo de bomberos en Cuba.
Santa Clara es la mano solidaria y patriota de su benefactora Marta Abreu, quien no quiso hacer exclusivo de su clase el auge comercial, económico, urbano e intelectual que gozaba la ciudad en el siglo XIX, y destinó parte de su fortuna a la gesta independentista que se libraba a finales de esa centuria, y a obras sociales y culturales que la trascendieron: escuelas y dispensario para niños pobres, el cuartel de bomberos, la jefatura de policía, lavaderos públicos, planta de alumbrado eléctrico, publicaciones de libros, donaciones a instituciones ya establecidas, y el majestuoso teatro La Caridad.
Santa Clara es la excepcionalidad de su centro histórico, más renovado que conservado, por lo que hoy, en torno al parque Leoncio Vidal —que algún día fue Plaza Mayor— no se aprecia una instantánea de finales del siglo XVII, sino el devenir de épocas distintas, expresado en la confluencia de los estilos arquitectónicos colonial, neoclásico, ecléctico, art déco y moderno, algunas «licencias» de estética cuestionable que se han colado entre el desconocimiento y la falta de orientación experta, y las ruinas que muestran la faz del deterioro mientras reclaman, en silencio, una gestión más eficiente de ese patrimonio.
Santa Clara es la ciudad rebelde y rojinegra que acogió en la clandestinidad a los jóvenes del Movimiento 26 de Julio, se vistió de guerrillera y se puso bajo las órdenes del comandante Ernesto Che Guevara en las últimas jornadas de diciembre de 1958, durante la epopeya que determinó el triunfo del 1ro. de Enero de 1959.
Santa Clara es la muchedumbre que se volcó hacia el Parque Vidal, cinco días después, para dar la bienvenida a la Caravana de la Libertad, y escuchar a Fidel referirse al pueblo como el mejor combatiente y el mejor gobernante, el que honró la sangre derramada por aquella generación y las anteriores, y el responsable de reparar injusticias, en todos los sectores.
Casi un año después, regresó el Che y pidió a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas pintarse de negro y de mulato, de obrero y de campesino, de pueblo; pero así se pintó también Santa Clara.
Hoy exhibe orgullosa la excelencia de sus dos instituciones de educación superior, la ciencia popular que se ha vuelto tradición desde los centros de investigación que acoge, y que alcanzó una escala superior con la creación del primer Parque Científico-Tecnológico con perfil industrial en Cuba. Gesta nuevos talentos desde el centro de entrenamiento provincial para alumnos de alto rendimiento académico, que conquistan medallas en concursos nacionales y olimpiadas internacionales, para satisfacción de sus padres y confianza de una sociedad que los asume como futuros científicos.
Santa Clara abre espacios a las heroicidades cotidianas de obreros e innovadores que mantienen funcionando un puñado de fábricas únicas en el país, por encima de carencias, ceros, sanciones y subjetividades, o a las proezas de los médicos y personal sanitario que hacen maravillas en favor de la vida y la esperanza, desde el hospital pediátrico José Luis Miranda.
Santa Clara es la Verbena de la calle Gloria cada 12 de agosto, El Mejunje todos los días del año, trova, teatro, artesanías, rock, transformismo, danza, cine, murales de humor y todo lo que se le ocurra al buen arte.
Santa Clara es también el contraste entre ostentación y humildad en las interioridades de muchos barrios, y las ansias de transformación material y espiritual que demanda la participación de todos sus vecinos.
Santa Clara es memoria y porvenir, raíz y nuevos brotes de un tamarindo bien plantado en la idiosincrasia de sus hijos pilongos, reposo de guerrilleros y plaza viva para seguir haciendo historia, orgullo y nuevos desafíos en ese afán de parecerse cada día más a los seres que la habitan.