«Todo lo que ves aquí lo he soñado alguna vez», asegura el joven, quien se preocupa porque todo lo que ocurra en El Junco se haga bien. Autor: Dorelys Canivell Canal Publicado: 08/03/2025 | 10:11 pm
PINAR DEL RÍO.— Reinel Rojas Medina tiene muy fresca en su memoria la primera vez que sembró tabaco. En esa ocasión, hace ya unos 13 años, no pudo levantar la casa de cura en tiempo y corría peligro su campaña. Los directivos de la Empresa de Acopio y Beneficio del Tabaco Pinar del Río visitaron su vega y encontraron en las tierras de tabaco de sol, hojas de tal calidad que le permitieron al joven ensartarlas y depositarlas en las cámaras de cura ubicadas en el kilómetro siete de la carretera a La Coloma.
En dos días fue preciso llenar las cámaras y después de haberse secado, le pagaron todos los quintales al mayor precio. Cada hoja fue beneficiada en las escogidas estatales. Así cuenta Reinel, un chico de 35 años que desde los 23 se crece en el mundo del tabaco. «Empezó con pie derecho», dirían algunos, pero la vida ha demostrado que la suerte sonríe también a quien se esfuerza para cumplir sus metas.
«Todo lo que ves aquí lo he soñado alguna vez», asegura Reinel, y va mostrando lo que ha logrado en su finca, con la ayuda de su familia y el esfuerzo de los trabajadores, esos 110 hombres y mujeres que constituyen su fuerza laboral.
Este año tiene un plan de siembra de 27 hectáreas de tabaco tapado y en sus tierras, vegas finas de primera, se obtienen de las mejores capas del municipio cabecera.
Pero mucho ha tenido que andar este muchacho para llegar a esos resultados que hoy prestigian a El Junco, nombre que le dio a la vega en homenaje a la de su abuelo, ubicada en las cercanías de la comunidad de Cuba Nueva, y en la que en la actualidad también siembra tabaco y cultivos varios.
Quien no se arriesga…
Ese es uno de los principios de Reinel. «Cuando tenía 23 años corrí el riesgo, las cosas podían salir mal y quedar endeudado, pero me decidí. En ese momento sembré una hectárea de tapado; el de mi papá, que se había sembrado tarde se pudrió por las lluvias de un temporal.
«Lo suyo era más la porcicultura, entonces me vio emocionado y contento con mi campaña y yo seguí cultivando, además, las tierras que antes trabajaba él», cuenta el muchacho recostado en un taburete, a la sombra de un ranchón que ha construido en la finca.
Después incrementó el plan de siembra en una hectárea y media; siguió desmontando monte y al tercer año ya tenía tres hectáreas. Poco a poco el área de siembra iba siendo mayor y los resultados también.
Empezó a sembrar en la finca del abuelo que estaba bajo monte. «Era zona de potrero, cerca de las áreas en las que se cultivaba el cítrico. La primera vez que sembré tabaco de tapado allí se dio muy bueno, al punto de que cuando lo zafé no se sabía si era de las tierras del seis de La Coloma o de aquellas».
En la actualidad tiene una escogida, una cámara de fermentación, tres casas de cura controlada de 3 000 y 2 800 cujes cada una, y dos casas de cura natural de nuevo tipo. El huracán Ian dejó todo por el piso: «Tuve que levantar en dos meses y medio, casi tres, lo que me había llevado una década construir. Y ese fue el año que más tabaco yo he cogido; en total fueron 18 quintales, con un 60 por ciento de capa».
Fuente de empleo segura
En El Junco más del 80 por ciento de los trabajadores son jóvenes, la mayoría de ellos reside en zonas cercanas o en el mismo barrio.
«Aquí no puede haber faltas de respeto, ni juegos de palabras y mucho menos de manos. Nunca se ha dado un fenómeno en la finca, pero eso es porque todos cumplimos bien con nuestro trabajo.
«Además, tenemos un sistema de pago que estimula a los trabajadores, en el que ganan más según los resultados y la cantidad de días de la semana que vengan; los sábados y domingos tienen también salarios diferenciados».
Según Reinel, dedica tiempo a conversar con los muchachos más jóvenes que laboran allí. «Es que hay muchos buscando dinero fácil y en el campo hay que trabajar. Yo cumplo con ellos. Es mi responsabilidad que el dinero de los pagos esté cada semana y que no falten los recursos en la cocina, porque aquí ellos tienen asegurados sus meriendas y almuerzos con calidad. A aquellos que trabajan en la vega más cercana a Cuba Nueva se les lleva la comida en un triciclo».
Tabaco y más
La finca se autoabastece y garantiza la mayor parte de los recursos que se consumen en los almuerzos, siempre balanceados para los obreros.
«A la par del tabaco, tenemos mil gallinas ponedoras, más de cien cerdos de capa oscura, 150 carneros, guineos, y vacas para ordeño. Se siembran dos caballerías de arroz, de cinco a seis hectáreas de frijoles y plátano para el consumo», explica el joven, quien agradece a Tabacuba por el apoyo brindado para llegar en parte a estos resultados.
«Tengo millones de planes y proyectos nuevos que quiero hacer. Hace varios años trabajo con un albañil que no ha parado, pero mi casa, la de mis padres, va a seguir siendo así, la misma en la que crecí, aunque mañana decida construir una mejor al lado», comenta mientras observa con cariño el hogar de su infancia.
Reinel se preocupa porque todo lo que se haga en El Junco se haga bien y, para ello, dice, cuenta desde el primer día con el apoyo de sus padres, y con el de un ingeniero que le brindó su mano desde que con 20 años quiso hacer una pequeña casa de cultivo en el patio para lograr unos tomates.
«Nunca he querido pasar a ser productor independiente. Sigo perteneciendo a la cooperativa Gervasio Hernández, la misma que confió en mí cuando no era nadie; su presidente, Benancio Ramírez, da la vida por la cooperativa y todos sus productores».
Al muchacho se le ha conocido, además, por los frecuentes donativos que realiza al Hospital Pediátrico y a la casa de niños sin amparo familiar de Pinar del Río. A sus 35, es padre de dos pequeños, por quienes asegura se preocupa, aunque no viva con ellos, quizá por eso de haber crecido en el seno de una familia que siempre ha estado presente para él.
«Me dedico a lo que hago. Todas las visitas que llegan son bien atendidas, pero prefiero siempre tener tiempo suficiente para la finca, que demanda atenciones de lunes a domingo».
Apenas unos días antes de ser nombrado Hombre Habano, el muchacho confesó a Juventud Rebelde, aún sin tener certeza de que su anhelo estaría muy cerca de cumplirse, cuán importante era para él ese galardón.
«Tengo muchas ideas para hacer aquí, cosas novedosas para que la finca siga creciendo. Y por qué no, te puedo asegurar, el 99 por ciento de lo que ves hoy ha sido soñando con tener un día el título de Hombre Habano, pero estoy inspirado, eso es lo más importante, y sigo trabajando».