Francisca López Civeira «Paquita», como todos la llaman cariñosamente Autor: Favio Vergara Publicado: 17/02/2025 | 01:45 pm
Conversar con Francisca López Civeira es siempre una extraordinaria clase y no solo de historia, la materia que «abrazó» desde sus años de bachillerato. Esta es una mujer que no sabe hablar «sin llegar a lo emocional», por eso, en su caso, el diálogo siempre resulta enseñanza. Hablemos sobre Cuba, su historia, sus jóvenes, los tiempos complejos que vivimos, las relaciones con Estados Unidos…. Un diálogo que le propuso Juventud Rebelde y accedió sin titubear.
Eso sí, advirtió desde nuestra llamada telefónica: «Yo soy historiadora no politóloga», con aquella certeza de que a nuestros lectores hablaría desde quien tanto ha estudiado y analizado nuestro pasado. Su respuesta, aunque por un instante puso pensativo a este reportero dio también confianza para someterla a un largo cuestionario, que respondió, tengo que confesarlo con la franqueza de la cubana y gran ser humano que es Paquita, como todos la llaman cariñosamente.
Conversamos sentados en la sala de su hogar, en la barriada capitalina de Marianao, donde tiene un tesoro monumental: una biblioteca más grande que su humilde casa. Hablamos de esos hilos que tejen el pasado con el presente y el futuro, como si ella no fuera Doctora en Ciencias Históricas ni Premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales y Humanísticas, ni Maestra de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz, ni profesora desde hace más de medio siglo de la Universidad de La Habana, ni abrazara entre sus muchos reconocimientos la Orden Félix Varela, la Distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier, la Orden Frank País de segundo y primer grado…, ni ahora se le dedicara la 33ra. Feria Internacional del Libro de La Habana.
«Quiero decirte algo: Todo lo que soy se lo debo a la Revolución», me dijo antes de comenzar nuestro diálogo y tras su confesión vino la interrogante: ¿Por qué insiste tanto Paquita en decir eso, antes de que le hagan una pregunta?: «Por mi origen humilde. Yo soy hija de padres inmigrantes españoles. Mi papá era un obrero, mi madre, como tantas gallegas que llegaban a Cuba, era empelada doméstica, criada, y cuando se casó pasó a ser ama de casa.
«Mi papá, digamos, era un hombre muy adelantado para su época. Éramos dos hermanas y él decía que sus hijas tenían que ser independientes, pero él no podía soñar con la universidad porque no estaba a su alcance. Él pensaba que a lo mejor yo podía aprender algo de corte y costura. Si él se sacaba la lotería, a lo mejor podía comprar una máquina de coser, cosas así…, pero, triunfó la Revolución y con ella se nos abrió el camino a todos.
«Mi hermana, que era dos años mayor y yo pudimos ir a la Universidad. Y no solo fuimos universitarias, sino que nos quedamos trabajando aquí. Ella fue allí dirigente, desgraciadamente murió antes de tiempo, hace ya 30 años, inesperadamente. Mis padres tuvieron la felicidad de ver sus hijas universitarias que no lo podían soñar antes de 1959. Por eso digo que, si yo soy universitaria, si he podido hacer una obra, si he podido dar como profesional algo, es gracias a la Revolución. De lo contrario no hubiera llegado a ese nivel. Eso para mi generación fue algo extraordinario, una conquista».
—Usted es una mujer que ha vivido contando la Historia, desde el estudio y la investigación apasionados y con absoluto rigor. ¿En qué momento decidió que ese era su camino?
—Cuando yo estudié todavía no se llamaba preuniversitario sino bachillerato. El mío fue el último grupo en esa modalidad, porque después vino la reforma de la enseñanza. Cuando yo estaba en el Instituto de La Habana, actual Instituto Preuniversitario José Martí, fue que realmente comencé a tener un contacto con la Historia. Me gustaba esa materia, y tambien la Literatura, por algunos profesores que tuve me incentivaron ese gusto por esas asignaturas.
«Cuando voy a entrar a la universidad se había hecho ya la reforma universitaria y gracias a ello a aparecieron estas especialidades. La escuela de Historia, la escuela de Letras… Yo tenía mis dudas de cuál de las dos elegir. Entonces aposté por la Historia, porque la literatura me gustaba más como algo de disfrute, pero no tanto de investigación, mientras la historia me atraía más para otro tipo de estudio. Entonces matriculé esa materia y creo que hice bien. Escogí la rama del saber donde realmente pude tener un mayor desarrollo, aunque la literatura nunca ha estado ajena».
Foto: Favio Vergara.
—Por eso, puede ser que cuando se habla de usted, no pocos afirman que se trata de una «una vida de amor a la Historia»…
—Tendría que preguntar. Quizás tiene que ver con la pasión con la cual uno habla, explica en las clases… Yo no puedo ser indiferente cuando estoy explicando los procesos históricos, yo siento de lo que estoy hablando. Eso también lo siento con respecto a la investigación y la escritura. Uno vibra con lo que está haciendo.
—El principal escenario para materializar ese amor, por decirlo de alguna manera, durante más de 50 años, ha sido la carrera de Historia de la Universidad de La Habana. ¿Por qué desde allí? ¿Cuáles son sus secretos para estar tanto tiempo en las aulas?
—Desde muy tempranito, todavía estudiante, di clases. Tenía una compañera metodóloga de educación que me pidió que sustituyera a una profesora que salía de licencia de maternidad. Fue la primera vez que como profesora me enfrenté a un aula ya como maestra. El primer día me puse tan nerviosa que no sabía que iba a hacer, hasta las piernas me temblaban. Ya después comencé a establecer este vínculo con los estudiantes, siento que es una profesión muy útil no para mí, sino para los demás. Y no solamente enseñas historia, también ayudas a que aprendan a pensar, analizar, razonar, y a veces hasta en cosas personales.
«Con bastante frecuencia he tenido alumnos que con alguna dificultad personal se han acercado a mí, me han pedido consejos… Entonces, uno siente que ayuda a las personas, que puede ayudar a ese joven a formarse, a crecer intelectualmente, pero también ayudarlo a crecer como ser humano. Esta es una profesión a la que hay que entregarle mucho, aunque también te da mucha satisfacción.
«Y los secretos para estar tanto tiempo en las aulas: querer la profesión, querer la profesión, amar lo que uno hace. Cuando yo estoy en el aula todos los problemas se quedan fuera, estoy en el aula con mis alumnos, explicando mi materia. Además, no pocas veces las investigaciones que uno hacen parten de las inquietudes que puedan mostrarte los alumnos, una pregunta, una duda, son cosas que también lo enriquecen a uno. Esa comunicación es fructífera para ambas partes. Por eso hay que querer la profesión y, además, tener la voluntad de enseñar, de comunicar… y creo que no lo he hecho mal».
—¿Cómo han sido, cómo son los estudiantes de Paquita?
—Muy diversos. A lo largo del tiempo cambian mucho las circunstancias, también las condiciones de los estudiantes. No es lo mismo el alumno de hoy que el de hace diez, 20 o 30 años, son circunstancias distintas. En general tengo muy buenas relación y comunicación con ellos y ellos que siempre se acercan a mí. Con los alumnos creamos una relación afectiva, de intercambio, que a veces duran toda la vida.
—Confesó que cada uno de sus libros los ha escrito pensando en los jóvenes, ¿por qué?
—Aunque tengo libros para los diferentes públicos, en general trato que el lenguaje sea atractivo para un público lo más amplio posible. No sabría escribir para niños, esa es otra especialidad, yo escribo desde la historia, no escribo ficción. Por ejemplo, los libros que son colección juvenil por la Editorial Gente Nueva como Los hermosos veinte, El alma de la Patria, la colección 100 preguntas sobre la historia de Cuba, sobre José Martí. Textos dirigidos a las nuevas generaciones con un lenguaje asequible, aunque siempre con el rigor científico, con eso no se puede hacer concesiones.
«Yo creo que nuestros jóvenes, nuestro pueblo en general, necesita conocer nuestra historia, a nuestras figuras relevantes, quienes eran, en qué condiciones vivieron, en qué circunstancias hicieron su labor, conocerlas no como seres perfectos, sino como seres humanos que a veces tuvieron diferencias, que se equivocaron como hombres, no algo maniqueo. Por ello estas colecciones me han dado mucha satisfacción, porque sobre todo me demuestran que la gente quiere saber de la historia, quieren saber de nuestras figuras relevantes. A veces tenemos un concepto errado sobre esto y realmente la gente si quiere saber y yo creo que eso es importante.
«En sentido general, en la obra mía publicada por distintas editoriales, trato de escribir de una forma que llegue a la gente, que no sea solo para un grupito, si no para un público en general, y en eso siempre tengo presente el pensamiento de Martí de poner la ciencia en lengua diario, que la ciencia pueda llegar a todos, pueda ser de dominio general me parece muy importante».
Foto: Favio Vergara.
—Usted ha asegurado que los pinos nuevos seguirán tejiendo los hilos invisibles que conforman la Patria. En medio del contexto que vivimos, ¿usted cree que los jóvenes comprendan la magnitud de esa responsabilidad que tienen? ¿Cómo lograr que entiendan su deber con la Revolución hoy?
—Esa es una labor de todos, no solo es una responsabilidad de los jóvenes, todos desde el hogar, la escuela. Debemos formar a los jóvenes para que se sientan comprometidos con su patria, con su proceso histórico y avanzar y seguir trabajando por esa patria es un deber colectivo. Y no es que tú digas que la juventud está perdida, porque ello sería demasiado superficial y fácil. La juventud asumirá los desafíos de su tiempo en la misma medida que todo el andamiaje social que lo rodea pueda trabajar para que esa juventud pueda tener una responsabilidad, una comprensión, un compromiso…
«Es cierto que a veces hay circunstancias muy duras, muy difíciles, pero dentro de eso siempre hay jóvenes que sí quieren a su patria, que quieren trabajar por su patria, quieren trabajar por el desarrollo de su patria, de su sociedad. Me decía el Gallego Fernández (José Ramón Fernández), que cinco mil años antes de nuestra era apareció una piedra que decía que la juventud está perdida. Siempre ha existido esa especie de desconfianza, y ello no puede ser, no podemos tener desconfianza, por el contrario, tenemos que ayudar a que esa juventud se sienta responsable, comprometida y haga por su patria, por su historia».
—A su juicio, ¿qué más tendrían que hacer los jóvenes en la Cuba de este 2025 y de cara al mañana?
—Tener un sentimiento de pertenencia y a partir de ello, fomentar el compromiso de luchar, de trabajar, por el desarrollo de esta Cuba, sentirse heredero de esa historia. Esta no es la época de Martí, de Mella, de Rubén Martínez Villena, son otros momentos, no es la época en que Fidel fue al Moncada, pero al mismo tiempo, a partir de la comprensión de tu contexto histórico, debemos fomentar que actúen con el compromiso de ser continuadores de todo un proceso histórico, y entonces llevarlo en las nuevas circunstancias, a los nuevos contextos. Llevar nuestra historia adelante, no renunciar nunca a ella, sino seguir enriqueciéndola.
—A aquellas personas, sobre todo, a los más jóvenes que ven la Historia como una asignatura aburrida, ¿Qué le diría la profesora, la historiadora, la cubana, el gran ser humano que es Paquita?
—Más que a ellos, primero a los maestros, a los que impartimos la Historia, saber que hay que tratar de llegar a nuestros estudiantes, que no sea un esquema, que no sea una caricatura, sino llegar en lo emocional, tambien en lo intelectual, llegar en ambos sentidos para que no sea ese cuento aburrido, sino que tú lo vives, te intereses por él, porque la historia hay que tenerla muy en cuenta, la historia no es una suma de acontecimientos, son procesos en los que los seres humanos están desplegando su vida, su actividad en la esfera que sea.
«Entonces esos procesos nos enseñan para hoy y para mañana como se pudo hacer tal cosa, o por qué no se pudo hacer, esas son cosas que nos enseñan para la realidad de hoy y del futuro. No puede verse la historia como un simple recuento de hechos del pasado, sino como una historia que es viva, porque es el ser humano el que está actuando, es la sociedad humana. Nosotros somos resultado de esa sociedad, de todo ese pasado y estamos construyendo una realidad de hoy que es lo que va a dar el futuro. Hay que tener conciencia de esas cosas».
Foto: Favio Vergara.
—Será que todavía en nuestras aulas, en las conferencias, y no pocos eventos, se siguen presentando los hechos y las figuras históricas en blanco y negro, y no en contexto, en una época, en circunstancias, hasta en contradicción con ellos mismos, la familia, sus superiores… ¿cómo podemos, porque desde los medios también tenemos responsabilidad, hacer más atractiva la Historia?
—Evitando el esquema, evitando la simple repetición de hechos sin ningún tipo de pensamiento, de análisis, simplemente de memoria. Si fuera así yo no pudiera ser historiadora, porque mi memoria siempre ha sido muy mala. Hay que hacer que se sienta cómo se desarrolla la historia, cómo ha transcurrido, cómo hemos llegado hasta hoy. Para eso, además, nos urgen profesores que estén preparados, y no siempre tenemos en las aulas al más idóneo, no siempre el que está dando clases de historia es graduado de esta materia, a veces no tienes profesor y contratas al que puedes, no al que quisieras, eso sin dudas afecta y es una realidad que tenemos y, lógicamente, no es lo mismo el que está preparado, el que se especializó, que el que viene de cualquier otra especialidad y lo que hace es aprender de memoria algo para repetirlo. No puede ser un acto memorístico, tiene que ser más analítico, y al mismo tiempo de mayor sentimiento.
—La historiadora que tanto ha estudiado y analizado nuestro pasado, ¿cómo cree que evaluarán sus homólogos del futuro el presente de Cuba?
—El historiador trabaja con hechos, acontecimientos, procesos que puede probar. Para eso están las fuentes de archivos, las bibliotecas y hemerotecas… para tu tener los elementos que te permitan probar los acontecimientos. Decir que va a pasar en el futuro es algo de la imaginación, que no es el fuerte mío. A lo que aspiro es a que con el mismo rigor con que uno trata de reconstruir el pasado se reconstruya este presente nuestro hoy, muy complejo sin dudas.
«Creo que los historiadores del futuro tendrán una tarea bastante difícil, porque es un presente muy complejo entre muchas presiones diversas, que hacen que la sociedad viva momentos difíciles. Pero bueno, tambien en la medida en que podamos ir superando estas complejidades, estos problemas, pues podremos tambien evidenciar un mejor desarrollo y eso tendrán que evaluarlo también los historiadores del futuro. Espero que no sea pesimista».
—¿Qué siente cuando en medio de esta crisis tan aguda algunos, entre nosotros, hablan con desdén o desprecio de Cuba?
—Históricamente esto tiene que ver con qué intereses representas, en que grupos te mueves…, por ejemplo, el autonomista Eliseo Giberga, dijo que Martí era el ser más fatal de la historia de Cuba, porque representaba la idea de la Revolución, la idea de la independencia, y eso estaba en contradicción con lo que él representaba. Este es un ejemplo, pero existen muchísimos que tienen que ver con figuras, con hechos históricos… eso implica qué aspiraciones tú tienes.
«Lo que sí es muy triste es que un cubano que haya nacido en Cuba, se haya formado en Cuba, haya ido a la escuela en Cuba, incluso haya llegado ser universitario (que no le costó un centavo), decida irse de este país y empiece a despotricar, a hablar muy mal de esa Cuba que lo formó, de esa Cuba donde tuvo la salud, la educación, con muchos problemas que reconocemos, pero cosas básicas que tuviste garantizado. Tú tienes el derecho a decir yo quiero vivir de otra manera, pero hablar mal de esa tierra a la cual perteneces, de la cual tú eres resultado, me parece muy triste que eso pase, y habla muy mal de quienes asumen esas posiciones».
—Con Trump en su segunda temporada presidencial amenazando con comprar u ocupar territorios por muchas partes algunos anexionistas se frotan las manos y hasta sugieren que nos pongan también en esa lista, ¿Cuánto pesa el anexionismo en la historia cubana?
—La relación de Estados Unidos con Cuba ha sido un conflicto histórico, entre el interés de ese pais por dominar al nuestro, que no ha abandonado su voluntad de seguir siendo independiente y soberana. Ese conflicto tiene más de dos siglo. Ya en 1805 Thomas Jefferson, tercer Presidente de Estados Unidos había dicho que Cuba tenía que pertenecer a esa nación; además, nuestro país siempre tuvo como un valor simbólico, digamos, porque cuando los Estados Unidos va a crecer y convertirse en imperio una acción inicial es la intervención en la guerra hispano-cubana, pero además, Cuba se convierte en terreno de ensayo estadounidense en sus nuevas formas de dominación colonial.
«A partir de aquí Cuba es algo que siempre está presente en la agenda norteamericana y no podemos olvidarnos que luego del triunfo de la Revolución, incluso Cuba no era todavía socialista, no había nacionalizado, y ya en Estados Unidos se elaboraron los proyectos para eliminar la Revolución, y aunque se reconoce en ellos que habían criterios muy favorables hacia Fidel Castro Ruz, dicen que hay que revertirlos.
«Eso es algo que ha estado históricamente y en la actualidad hay que tener en cuenta que el imperialismo norteamericano es un imperio en declive, ya no tiene la absoluta hegemonía que tenía y por tanto esto puede durar cien años, 150…, pero evidentemente tratan de recuperar esa hegemonía que ahora está mermada. Como parte de eso vemos su discurso proponente, impositivo, es parte de esa manera de reaccionar de los grupos de poder en Estados Unidos frente a este declive.
«Precisamente, unos reaccionan así como Trump, otros como Obama tienen un cambio de discurso para lograr lo mismo, con otros métodos, digamos menos agresivos en la imagen que se está proyectando. Eso me recuerda mucho cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt, en 1933, planteó la buena vecindad. Algunos le dijeron que era un rojo y el mismo dijo que salvó al capitalismo con nuevos métodos.
«Por eso hay distintas tendencias, distintos grupos, distintas maneras de ver cómo se puede reconfigurar esa hegemonía. Evidentemente estamos ante un grupo muy agresivo, con un discurso muy agresivo, esta agresividad no es solo hacia Cuba, sino con el mundo. Estamos viviendo un momento de alta peligrosidad. En Cuba tratan de crear una situación absolutamente insostenible para su población para provocar un estallido social y la eliminación del gobierno revolucionario para tratar de implementar de nuevo los mecanismos de dominación.
«Martí dijo ya en su momento que la anexión sería siempre un problema presente en la historia de Cuba. Tuvo que compartir mucho el anexionismo en su época. Y tiene razón porque la misma cercanía geográfica, los intereses que se mueven del lado de allá, tratando de atraer, eso es algo que nunca ha desaparecido y nunca va a desaparecer».
—La historia fundamenta la Revolución en Cuba. ¿Qué opina de quienes la usan para alimentar la contrarrevolución?
—Siempre la historia es una herramienta para la manipulación. Cuando tú coges las indicaciones que se daban para la enseñanza de esta materia a partir de 1900 cuando vino la ocupación militar, la republica burguesa, el sistema neocolonial, te das cuenta como estas implican una cierta manipulación de la historia de Cuba. Por ejemplo, decirte que la Republica es la consecución de un ideal, no existe una mirada crítica, sino todo lo contrario, la intervención de Estados Unidos en la guerra, fue presentada como la ayuda de un amigo… cosas así que te das cuenta de la manipulación de la historia, que buscan determinados intereses.
«Incluso, en 1933 en la conferencia panamericana de Montevideo, se presentó y aprobó un documento para indicaciones para la historia de América donde uno de los elementos claves es eliminar de los libros de texto y de la enseñanza debla historia todo lo que propenda a crear miradas negativas a conflictos, justamente cuando comienza la buena vecindad y ya Estados Unidos había hecho más de 20 intervenciones militares en Centroamérica y el Caribe.
«Eso demuestra que la historia siempre ha sido un instrumento de interés para estas manipulaciones. Ahora pasa lo mismo, tratan de decirte que la década del 1950 en Cuba fue de maravilloso esplendor con lo que están omitiendo los datos del censo de población y viviendas del año 1953, del censo que hizo ya no una organización revolucionaria, sino la agrupación católica universitaria en la zona rural en los años 1956 - 1957, que demuestran una sociedad terriblemente pobre, con gente que vivía e forma terrible, y te presentan entonces La Habana esplendorosa de los grandes hoteles, de los grandes edificios, grandes casinos controlados por la mafia, es decir, tratan de manipular para decir, precisamente, que la Revolución no era necesaria, que eso fue un capricho, que Cuba es un país en el que se vivía maravillosamente, y se están omitiendo la información que dan esos mismos censos de las condiciones terribles de vida que tenía la mayor parte de la población cubana».
—Ofende a Cuba y los cubanos que, además, de centro de torturas la Base Naval de Guantánamo se convierta en cárcel para migrantes. ¿Cómo desde la historia se explica la antijuridicidad de la existencia de esa ocupación?
—Antes que todo hay que recordar la Enmienda Platt, que es donde se dice, en uno de sus artículos, que Cuba venderá o arrendará tierras para estaciones navales o carboneras, así en plural, no era para una, eran varias. Además, en su último artículo asevera que esto deberá llevarse a tratado permanente. Hubo cierta negociación y eso permitió, que cuando se abre la base, Cuba no vendió sino que arrendó y, por tanto, las tierras son cubanas. Los Estados Unidos aspiraban a más, aspiraban a cuatro bases, en el norte, en el sur, este y oeste. Finalmente se quedó solo en la Base Naval en Guantánamo, pues para ellos era un lugar estratégico. En aquel momento estaba también el Canal de Panamá.
«Esto fue un tratado que se hizo en momentos en que Cuba era absolutamente dependiente de Estados Unidos y ese nivel de dominio imponía que había que hacer un convenio de este tipo. Pero los tiempos han cambiado, nuestro país ha reclamado insistentemente el regreso de estas tierras, porque son cubanas, no son estadounidenses, no fueron vendidas, por tanto, Cuba tiene todo el derecho a reclamar y Estados Unidos no responde a eso porque le interesa, es un punto en el que pueden actuar porque están en nuestro territorio, es un punto estratégico geográfico, pero tambien es un punto de presión para Cuba, y por eso no han querido atender nuestros reclamos.
«Cuba tiene todo el derecho, jurídica y moralmente, a reclamar ese territorio. El pueblo cubano tiene derecho a disponer de ese territorio. ¿Cuál es la solución? Ir e invadir Guantánamo, ese no será nuestro procedimiento. Esperemos que en algún momento la evolución de los acontecimientos permitan que se entienda por todas las partes que es un derecho de Cuba tener todo su territorio».
—Son tiempos muy complejos y difíciles para la Humanidad. Vivimos tiempos convulsos en todos los ámbitos de nuestra existencia como personas, como nación, como pueblo… tiempos de incertidumbre… ¿Puede la Historia acompañarnos en esta batalla por la defensa de los derechos a una existencia plena y digna?
—Creo que sí. La historia es una base importante para entender los momentos tan difíciles que Cuba ha tenido que pasar a lo largo de su devenir, para defender nuestro derecho a la independencia, a la plena soberanía, y nosotros como pueblo decidir cómo hacemos las cosas, pero desde nuestra absoluta independencia y soberanía. Por ejemplo, durante la Guerra del 95, durante la reconcentración de Weyler, fueron momentos sumamente difíciles los que este pueblo pasó, y sin embargo resistió y venció. Entonces, creo que la historia nos da herramientas para ver lo que pasó, pero cómo se logró vencer, caminar, cómo seguir adelante.
Foto: Favio Vergara.
—Usted ha escrito varios libros y ha estudiado el conflicto de Estados Unidos con Cuba. Ahora, que ha llegado una «nueva» administración al poder, ¿pudiéramos decir que los cubanos estamos preparado para apreciar sus «nuevas» reglas del juego?
—Sí, porque llevamos muchos años enfrentando todo tipo de agresión, claro que siempre hay sus diferencias, hay quien estudia más, lee más…quien piensa en que quiere tener más dinero, tal carro, hay diferencias individuales y de grupo que toda sociedad tiene, no es absolutamente igual el pensamiento, aunque mayoritariamente creo que sí estamos preparados. El pueblo cubano siempre ha persistido y siempre ha logrado lo que se ha propuesto y yo creo que también ahora podemos hacerlo.
—¿Cómo debe ser nuestra lucha, qué nos toca hacer en este decisivo y definitorio momento histórico?
—Además de tener nuestra historia muy presente, lo es la comunicación, la participación colectiva a la hora de tomar decisiones, a la hora de tomar medidas, que la gente se sienta parte de lo que se está haciendo, de lo que se decide, de lo que se prevé o se proyecta. Creo que eso es muy importante. Recuerdo los llamados parlamentos obreros de cuando Fidel, yo creo que ese tipo de discusión, de participación, hay que retomarlo, potenciarlos, porque te da un compromiso, la persona se siente parte de lo que se está haciendo, de lo que se está implementando.
—El imperialismo siempre está ahí en la otra acera, permanentemente, y nunca ha dejado de ser el contrario… ¿cómo definiera usted al imperialismo de hoy? ¿Y al imperialismo norteamericano?
—Cómo fenómeno sigue siendo como lo definió Lenin en su momento, una etapa superior dentro del capitalismo donde se llega a unos puntos de dominio a nivel global. En el caso de los Estados Unidos, que fue el imperio que tuvo la hegemonía después de la segunda guerra mundial y tras la desaparición de la URSS y el Campo Socialista, es un imperio que comienza a estar desgastado, en declive, ya no tiene el dominio económico que tenía antes, pero tiene otras potencias que también enfrenta, con proyecciones distintas.
«Este imperio norteamericano está viviendo ese momento como lo vivieron todos los imperios del mundo, lo que pasa es que tuvieron más tiempo de permanencia. Para Estados Unidos los tiempos se han acortado en la misma medida que la humanidad se ha desarrollado, y evidentemente, va a tratar de recuperar esa hegemonía al costo que sea y eso es muy peligroso».
—Entonces, tal pareciera que, hoy mismo, Martí alertara: «plan contra plan», ¿comparte esa certeza?
—Claro que tiene que ser así, pero hay que planificar de verdad, con todos los elementos en la mano, si nosotros no logramos establecer una estrategia, no podemos estar a la espera, tienes que actuar, no podemos estar solo esperando para contestar, tú tienes que tener iniciativa, pensando si hacen tal cosas, cómo vamos a hacer, se trata de tener una estrategia.
—Nuestro pueblo tiene la dicha de haber tenido en menos de cien años a un Martí, a un Fidel y, en el medio, un Mella, entre otros hombres y mujeres que son paradigmas de los mejores valores humanos, revolucionarios y progresistas… ¿siguen siendo ellos nuestra tabla de salvación?
—Creo que son referentes fundamentales. No todos los pueblos tienen figuras de ese calibre. Al visitar determinados lugares en el mundo, yo he pesado donde está la gran figura de ese pueblo. Y nosotros en menos de un siglo tuvimos a Martí y a Fidel, y en el medio a Mella, que no pudo hacer más porque lo mataron con 25 años, pero lo que proyectaba era un gran gigante también. Creo que somos un pueblo afortunado y estas figuras nos tienen que servir de enseñanza, de guía, porque en los tres casos miraron hacia el futuro, previeron muchas cosas.
«Ya lo decía Martí cuando escribió que el deber de un dirigente es prever y Fidel como decía el intelectual Raúl Roa, él “oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar la esquina”, y el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika, que decía que Fidel viaja al futuro, regresa y nos los cuenta. Esa capacidad de prever también tiene que enseñarnos mucho, porque eso es una necesidad y es un deber tratar de trabajar con el hoy, pero mirando lo más posible el desarrollo. Entonces, sí creo que son figuras emblemáticas que nos tienen que seguir enseñando, como ellos lograron eso».
—Hablemos de la 33ra. Feria Internacional del Libro de La Habana, la cual reconoce sus significativos aportes a la ciencia histórica y su conocimiento; y a la Historia que debemos conocer y estudiar hoy más que nunca. ¿Puede este mega evento cultural contribuir a eso?
—La Feria es un espacio muy singular para las diferentes materias. Durante estos días tendremos encuentros de historiadores donde se hacen paneles, conferencias, talleres, se presentarán y comercializarán nuevos libros relacionados con nuestra historia y la del mundo, son oportunidades de escuchar, de intercambiar, de llegar a consensos, de enriquecer… nuestros análisis históricos, nuestras miradas, y el público que está allí puede preguntar, opinar o simplemente escuchar enriquecerse con todos estos intercambios. Es una oportunidad muy buena y, además, adquirir libros que te traigan nuevos aportes en los análisis históricos es un gran suceso.
—¿Qué valor le concede al arte de leer? ¿Qué espera de la Feria?
—Leer una de las acciones que más enriquecen al ser humano, pero tambien hay que escoger que se lee. No es leer cualquier cosa, cuando vas a adentrarte en una lectura —y eso pasa también con las redes sociales— tú tienes que tener un criterio de saber: lo que estoy leyendo vale la pena, es realmente serio o es una manipulación, también hay que tener un sentido crítico en el sentido martiano, tener ejercicio del criterio, ejercer tu criterio para seleccionar tu lectura y eso siempre te va enriquecer lo mismo puede ser una novela, un cuento, un libro de historia, de tu especialidad, te va a dar nuevos elementos, no solo informativos, sino también de capacidad de análisis, de proyección. Es un ejercicio que realmente todos debiéramos ejercitar. Y la feria viene a ejercitar ese hábito por la lectura, sobre todo en los jóvenes.
«Par mí fue una sorpresa que me dedicaran la Feria. No puedo decir que no me alegró, eso es inevitable y me satisface mucho compartir ese homenaje con Virgilio López Lemus, un gran intelectual, poeta, ensayista, y un gran amigo. Esto me da la posibilidad de esos intercambios en La Habana y en todo el país por donde se extiende la Feria. Es una oportunidad de intercambiar con colegas, conocer lo que otros están haciendo, lo que están aportando, y eso también lo enriquece a uno, hace uno que uno tambien crezca intelectual y profesionalmente, además del plano personal. Es un momento para pensar en lo realizado y lo que puedo hacer a partir de mis posibilidades. Espero que la feria sea una contribución imprescindible para seguir trabajando en favor de la historia, de la historiografía cubana y los nuevos aportes se sigan estimulando».
—¿Cómo se ve Paquita dentro de unos años?
—Aspiro a verme como hoy: trabajando, dando mis clases, escribiendo, investigando… a eso aspiro mientras esté viva… Ahhh y bailando (Se ríe).