En 1957, Cienfuegos fue libre por 24 horas. El pueblo tomó las calles y retó a los batistianos. Autor: Archivo de JR Publicado: 03/09/2022 | 07:11 pm
CIENFUEGOS. — El levantamiento popular armado del 5 de septiembre de 1957 no fue un suceso fortuito, la idea databa de muy atrás. «Ya desde el año 1956 un grupo de marinos, soldados y cabos de la Base de Cienfuegos había entrado en contacto con el Movimiento 26 de Julio. Y el 30 de noviembre, cuando se aproximaba el desembarco del yate Granma y cuando tuvo lugar el alzamiento de Santiago, existía desde entonces la idea de producir el alzamiento de Cienfuegos. Pero no fue posible en esa ocasión», dijo el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en su discurso por el vigésimo aniversario de ese hecho.
«Más adelante, cuando nosotros estábamos en la Sierra Maestra, persistió la idea de producir un levantamiento en Cienfuegos con el apoyo del grupo de marinos revolucionarios, para organizar después un frente en las montañas del Escambray. Es decir, tomar las armas de Cayo Loco y avanzar hacia el Escambray para constituir un segundo frente guerrillero», continuó Fidel.
Esa acción se había dilatado, pero el pueblo de la Perla del Sur no se conformó ante los desmanes del tirano Fulgencio Batista y concretó la sublevación que tanto había ansiado, el 5 de septiembre de 1957.
Se pensó como un levantamiento conjunto que incluiría ataques a puntos militares ubicados en otras ciudades, pero las acciones no ocurrieron según esos planes y solo el pueblo y los marines cienfuegueros salieron a las calles.
La voluntad, los hechos
Julio Camacho Aguilera dirigió el ataque por parte del M-26-7, mientras los oficiales de la Marina de Guerra eligieron como su líder al alférez de fragata Dionisio San Román.
La toma del Distrito Naval del Sur de la Marina de Guerra, conocido como Cayo Loco, ocurrió con rapidez. A partir de ahí se desplegaron hacia otros importantes puntos de la ciudad, como la Policía Marítima, la subplanta eléctrica y la Estación de la Policía Nacional, ubicada al lado del Ayuntamiento, en el Parque Martí.
Al principio fueron solo unos 70 combatientes del M-26-7, luego se sumó el pueblo, cansado de los vejámenes del tirano opresor.
Debido a la contraofensiva de las fuerzas enemigas, muchas personas quedaron mutiladas, heridas o fallecieron, como la niña Olimpia Medina.
«Dice la gente que en medio de aquellos sucesos en el barrio salió un hombre que con la mano en forma de pistola apuntaba al cielo y que por eso los aviones bajaron y comenzaron a ametrallarnos. Varias personas resultaron heridas, y a mi casa, al cuarto donde estábamos, llegaron dos balas. Una fue a parar a mi pie y me destrozó el talón y la otra fue directo a la cabeza de mi hermana Olimpia, de solo 12 años», recordó Dalia Medina Arruebarrena para la revista Cubahora.
Cuentan que no todos los pilotos accedieron a atacar al pueblo, y que lanzaron sus bombas al mar que abraza a la ciudad, pero otros sí dejaron caer sus artefactos en una lluvia de muerte sobre la urbe.
En el colegio San Lorenzo, el teatro Tomás Terry y otros locales en las inmediaciones de la más importante plaza de la ciudad, los revolucionarios rechazaron la arremetida de los primeros refuerzos del ejército, provenientes de Santa Clara.
Pero ya a media tarde los soldados enemigos superaban en número y avituallamientos bélicos al pueblo sublevado. Las escaramuzas duraron hasta cerca de la madrugada del día siguiente. ¡Cienfuegos fue libre por 24 horas!
La historia de un cayo loco
La pequeña extensión de tierra donde se enclavó el Distrito Naval del Sur de la Marina de Guerra tiene una historia civil y otra militar, e incluso, una leyenda particular llamada La Venus Negra. Así definió la impronta de ese lugar el destacado periodista cienfueguero Andrés García Suárez, fallecido en 2021.
A principios del siglo XIX, a esa área se le denominó Güije, incluso antes de la fundación de la villa de Fernandina de Jagua. Aunque también lo apellidaban Cayo Loco, porque según los primeros habitantes de esta zona, aparecía y desaparecía en dependencia de las mareas.
Sirvió de lugar de enterramiento para tripulantes enfermos que murieron de fiebres contagiosas y luego de espacio para la recreación familiar, sede donde celebrar fiestas y verbenas populares, hasta que la Marina de Guerra instaló un apostadero naval allí.
Tras el triunfo de la Revolución, acogió al único Museo Histórico Naval de Cuba, fundado el 5 de septiembre de 1980. Su sala más importante está
dedicada a aquellos sucesos de 1957, de los que fue núcleo. Además, mantiene exposiciones sobre desembarcos y expediciones mambisas, y posee un gabinete arqueológico nutrido por los hallazgos relacionados con aborígenes que vivieron en los cayos Carena y Ocampo, o en la Laguna de Guanaroca.
Como el Museo Histórico Naval, otros elementos ubicados en la localidad recuerdan el levantamiento popular armado, aunque tal vez muchos visitantes y cienfuegueros no conozcan su historia.
Tributos de roca y bronce
Un total de 26 tarjas y obeliscos distribuidos en la ciudad de Cienfuegos constituyen la memoria física de aquellos días.
Esas placas marcan la casa donde vivió alguien que salvó la vida de un miembro del M-26-7, o donde se
reunieron para coordinar las acciones o se guardaron armas. Muchos los ven como trozos de metal valioso para usos más terrenales y a veces los vandalizan.
Cada año el pueblo cienfueguero rinde tributo a los mártires del levantamiento popular del 5 de Septiembre. Foto: Juan Carlos Dorado
Dos obeliscos erigidos en 1977 rinden homenaje a los héroes del 5 de septiembre. Uno está en los jardines del Museo Histórico Naval, donde comenzaron las acciones, y el otro en la barriada de Reina, ubicado en el mismo lugar donde por cuatro décadas permaneció el busto de Tomás Estrada Palma.
En un libro inédito de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos (OCCC), Meri Bertha Pérez Lorenzo, jefa del Departamento de Investigaciones Históricas, reconoce que la estructura de obelisco «denota robustez y fortaleza, por lo compacto de su composición, a la vez que sobriedad en sus componentes, es un elemento identificativo de esa etapa de creación en las construcciones conmemorativas modernas».
Cada año, frente a ambos obeliscos se organizan actos y se colocan ofrendas florales, pero cuando pasa septiembre, pocos vuelven allí para tocar la historia con las manos.
«Nos corresponde a nosotros, y a las organizaciones de masas, transmitir el valor de estas construcciones conmemorativas, —admitió Clara Estrella Soto Bermúdez, directora de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos del Centro Provincial de Patrimonio Cultural—. Es la mejor forma para acercar a niños y jóvenes a los hechos históricos y los mártires que no deben ser olvidados».