Justo en la entrada del centro está una de las primeras rúbricas que el líder de la Revolución empleó. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 13/08/2022 | 09:13 pm
¿Quién no conoce a Fidel? La interrogante resulta retórica porque, de una forma u otra, todo cubano podría afirmar categóricamente que sí, que lo conoce. Pues yo no conocí a Fidel. Habrá alguien que abra los ojos como un plato, pero no hay que alarmarse, es la pura verdad. No es lo mismo saber de alguien que conocerlo.
Lo más cerca que estuve de él fue en par de ocasiones: una cuando el Papa Juan Pablo II ofició la misa de la Plaza de la Revolución en La Habana, a la cual tuve la oportunidad de asistir siendo una niña; y la otra, también fue en la niñez, cuando su jeep se descompuso cerca del trabajo de mi mamá, en los años del período especial. En ambas ocasiones pude ver claramente su silueta a escasos metros. Pero eso fue todo.
¡Ah!, pero hace unos días pude, de alguna manera, conocerlo. Y no. No estoy loca. La experiencia fue en el centro que lleva su nombre, donde ya había estado anteriormente, pero en las áreas de la biblioteca. En esta ocasión viví otra forma de acercarme a su figura, mediante los símbolos y objetos personales que muestran al hombre real; fragmentos de una historia que denotan existencia, vida, presencia.
Esta guayabera constituye la prenda de vestir más antigua que se conserva de Fidel. Fotos: Abel Rojas Barallobre
Justo en la entrada se ubica uno de los elementos que atrapa la atención del visitante. Allí, en bronce y recreada por José Villa Soberón, está una de las primeras rúbricas que el líder histórico de la Revolución empleó. En el interior de la institución, también del propio artista, se puede observar la otra firma, la que casi todos conocemos.
En el jardín sobresale la escultura Caguairán, que en palabras del Villa Soberón: «Está inspirada en el árbol de igual nombre, propio de la región oriental de Cuba, también conocido como quiebra hacha, por la dureza de su madera, compacto e incorruptible. La pieza, concebida en un lenguaje artístico contemporáneo, recurre más a símbolos, que a su representación natural. La composición está construida como una columna infinita, en forma de pirámide trunca: formada por dos rectangulares que dibujan el follaje de las hojas dicotiledóneas del árbol y los otros dos lados de metal plano triangulares, en alusión a las montañas, el escenario natural del proceso revolucionario cubano».
En las áreas del jardín sobresale la escultura Caguairán, de José Villa Soberón. Fotos: Abel Rojas Barallobre
En la estructura suelen reposarlas palomas, lo cual a muchos recuerda la mítica escena acontecida en la alocución de Fidel a los habaneros el 8 de enero de 1959, cuando una de esas aves que aluden a la paz se le posó en un hombro. En un testimonio del destacado fotógrafo Jorge Oller se describe ese instante: «Tres palomas de una casa cercana despertaron por la algarabía y los aplausos del pueblo. Atraídas por la luz de los reflectores que iluminaban fuertemente a Fidel comenzaron a revolotear alrededor de él. Una de ellas se posó en su hombro izquierdo mientras que las otras dos caminaban por el borde del podio. Los flashes de las cámaras se sucedían uno tras otro y los aparatos de cine funcionaban sin parar para captar aquella increíble escena. Para los creyentes era una bendición de Dios, un milagro. Para otros simbolizaba la paz».
Traje militar de gala usado por Fidel en actos solemnes. Fotos: Abel Rojas Barallobre
En los jardines está también el salto de agua, cuyas piedras provienen de la desembocadura de los ríos Carpintero y La Plata, de la Sierra Maestra, sitio imprescindible en el recuento de su trayectoria revolucionaria.
Un viaje más intimista propone el interior de la institución. De los muchos objetos expuestos, quizá algunos de los más sobrecogedores, en mi opinión muy personal, son las piezas de vestir. Está la guayabera que usó cuando se postuló como representante a la Cámara. Es de los años 50 del pasado siglo y algunos sutiles tintes amarillos asoman como huellas del paso del tiempo. Constituye la prenda de vestir más antigua que se conserva de Fidel. Se puede apreciar además uno de sus trajes de gala, ese que con solo verlo nos devuelve su imagen ante los micrófonos, durante el sepelio de las víctimas del crimen de Barbados, diciendo: «Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla» y provoca una sensación de solemnidad. En exhibición se encuentra también su ropaje de guerrillero, el abrigo verde ahuecado y maltratado por los rigores de la vida en campaña, su mochila y una réplica exacta de las botas que llevaba, confeccionadas por el mismo zapatero.
En exhibición se encuentra la ropa de guerrillero, entre la que puede verse el abrigo ahuecado por los rigores de la vida en campaña. Fotos: Abel Rojas Barallobre
Asimismo, hay otros objetos como la gorra verde olivo, sus grados de Comandante en Jefe y una réplica en pequeña escala del yate Granma, obsequiado a Fidel en su 66 cumpleaños. Esa fue una pieza incluida a sugerencia de un niño que comentó que, si estaba el jeep de Fidel en exposición, por qué no podía incluirse también la mítica embarcación; y así se hizo.
Sissi Abay Díaz, jefa de promoción y comunicación cultural del Centro nos explicó que, «para tratarse de la figura de Fidel Castro, quien además llegó a las nueve décadas de vida, lo más difícil de toda la concepción museográfica fue la selección de piezas porque no tenía muchas cosas. Vistió de una única forma la mayor parte de su vida. Entonces teníamos un closet lleno de uniformes. En el depósito poseemos una amplia selección de esas prendas verde olivo, así como algunos abrigos que utilizó en viajes a la Unión Soviética o a los países del campo socialista.
«No queríamos saturar el espacio con objetos que no transmitieran sensaciones y por eso la selección es racional, pero de muchísimo valor. Sobresalen dos de sus guayaberas: una es la prenda más antigua que se conserva de Fidel y la otra es una de las que comenzara a usar a partir de la 4ta. Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, en 1994 —es preciso recordar que en esa cita Fidel cambió por primera vez el legendario uniforme verde olivo que usaba desde los inicios y vistió una guayabera blanca, regalo de su amigo el escritor colombiano Gabriel García Márquez, la cual forma parte de la colección de la Casa de la Guayabera, de Sancti Spíritus. Se exhibe también el traje de gala, que posee un simbolismo tremendo para la memoria colectiva del pueblo cubano, y con el cual siempre asumía otra proyección física.
«Fidel decía que a la vida no lo ataba nada material, por eso nosotros no ponemos cosas por ponerlas, sin un sentido. Nuestra intención es que el visitante se lleve sensaciones, emociones, experiencia de vida».
Siguiendo esa línea conceptual, en la sala Cuba, que conserva muchos de los elementos originales del inmueble del siglo XIX, se exponen las principales condecoraciones internacionales que recibió Fidel. Sobresalen los regalos que le fueron otorgados en vida y que donó a los museos, pues consideraba no le pertenecían ya que los había recibido como representante del pueblo cubano. De lo más atractivo es la escultura de El Quijote, una pieza que tenía en alta estima por la analogía de los molinos y gigantes. También se muestra el único busto que se exhibe en la instalación, una obra en bronce del escultor Yuan Xiun, obsequiado por el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, en 2014.
También se muestra el único busto de Fidel que se exhibe en la instalación, un obsequio del presidente de la República Popular China , Xi Jinping. Fotos: Abel Rojas Barallobre
En el Centro Fidel Castro Ruz hay mucho más para descubrir al hombre detrás de los símbolos, pero eso tendrá que verlo con sus propios ojos. Yo solo he compartido las impresiones de mi visita. Si bien es cierto que el lugar tiene una importante tarea, la de preservar y estudiar la vida y obra del líder revolucionario, no es un museo o un sitio rígido de protocolo, es un umbral donde cada cubano puede encontrar su propia forma de conocer a Fidel.
Con la selección de objetos expuestos se busca que el visitante se lleve sensaciones, emociones y experiencia de vida. En la foto, una réplica del yate Granma. Fotos: Abel Rojas Barallobre