Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Símbolo de una epopeya

Materiales y objetos que tuvieron relación con la batalla cultural protagonizada en 1961, se preservan celosamente en un museo único en el mundo

 

Autor:

Margarita Barrios

Allí están las cartas que dedicó a Fidel cada persona que fue alfabetizada en 1961. Ese era el examen final. Algunos solo podían escribir breves palabras, otros hicieron pliegos realmente muy hermosos. En sus fondos se encuentran también los expedientes de los alfabetizadores y disímiles objetos vinculados con esa epopeya que en 1961 posibilitó enseñar a leer y a escribir a muchos cubanos.

Son esas algunas de las esencias que puede descubrir quien llega al Museo Nacional de la Campaña de Alfabetización, único de su tipo en el mundo y que fue inaugurado el 29 de diciembre de 1964 con la presencia de Evelia Domenech, madre de Manuel Ascunce Domenech, maestro voluntario que fue asesinado mientras alfabetizaba a campesinos en las montañas del Escambray.

En lo que antiguamente fuera el cuartel Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad), en el municipio capitalino de Marianao, se encuentra esta joya. La idea de crearla fue del Comandante en Jefe, quien vio desde el principio que además de un lugar para recoger el momento histórico de la gran hazaña que realizó Cuba, sería referente para el mundo sobre qué hacer en materia de educación.

Al respecto Luisa Yara Campos Gallardo, directora del museo, refirió que este no es solo sitio de encuentro con la historia para los cubanos, especialmente los estudiantes, sino que muchas personas de diversos países han utilizado esos fondos para realizar maestrías y doctorados.

También está, dice, todo lo relacionado con el trabajo solidario que ha realizado nuestro país para ayudar a otros pueblos a eliminar ese flagelo, primero con alfabetización presencial y luego a través del método Yo, sí puedo. Recordó que 260 personas de 26 países formaron parte de quienes enseñaron a leer y escribir durante la campaña del 61.

«Y no puedo dejar de mencionar que entre ellos estaba una persona muy especial, Tamara Bunke, nuestra ”Tania la guerrillera”. También recibimos ayuda material de varios lugares, especialmente de China, que envió lápices, libretas, la tela para confeccionar los uniformes de los brigadistas y lo más importante, los faroles.

«Sin estos hubiera sido imposible hacer esa labor, pues en muchos lugares no había luz eléctrica y los campesinos recibían las clases luego de que terminaban su jornada del día. Ese farol devino símbolo de la Campaña de Alfabetización en Cuba».

  

Emociona y conmueve ver a las nuevas generaciones interesadas en conocer sobre  uno de los acontecimientos más extraordinarios y humanos de la entonces joven Revolución Cubana.

   

En el museo se exhiben documentos, fotos y testimonios de relevantes alfabetizados, así como material y expedientes de los protagonistas de la campaña, entre los que sobresale un farol, símbolo de la gesta.

Fotos: Abel Rojas Barallobre.

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