Fidel en Caracas Autor: Juventud Rebelde Publicado: 25/11/2021 | 05:36 pm
Comenzaba el mes de Febrero del año 1989. En las elecciones burguesas efectuadas en Venezuela triunfó electoralmente Carlos Andrés Pérez, político tradicional con dudosas actuaciones contra la población, muy demagogo y enaltecido por la prensa en manos de la oligarquía.
El prestigio de Cuba y sobre todo de Fidel en Latinoamérica, desde el triunfo mismo de la Revolución Cubana, fue y es extraordinario, esencialmente por su solidaridad con todos y su conducta de justicia, humanista y sus principios anti-imperialistas.
Ese tiene que haber sido el motivo por el cual, Carlos Andrés Pérez invita a su investidura al líder de la Revolución, pues indudablemente le daba a él, un cierto ropaje de hombre democrático.
A Cuba, aislada durante años por Estados Unidos, le convenía asistir, por cuanto era un hecho que ayudaba a romper el cerco.
Así las cosas, unos días antes de la toma de posesión, como funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, salí para Caracas con el Grupo de Prensa que reportaría la visita.
Al llegar lo primero que observamos fue la gran campaña en los periódicos de Venezuela diciendo horrores de Cuba, de su proceso y en algunos medios de Fidel. Era apabullante, nadie decía nada a favor y todos los días los improperios eran mayores.
De acuerdo a los anuncios oficiales de la asistencia de los mandatarios, el último en llegar sería Fidel y los medios emitían informaciones sin respaldo cierto, a diestra y siniestra para dar el palo periodístico del día y la hora del arribo. Corrían múltiples rumores cada minuto.
A nosotros nos tenían asediados preguntándonos para obtener de primera mano la información e incluso seguían nuestros pasos.
Por eso la seguridad personal del Comandante, organizó varios simulacros guiándonos al aeropuerto en horarios que se decía llegaba y era falso.
Por seguridad para la vida de Fidel, la hora y el día del arribo era imprescindible mantenerla en secreto y burlar toda información precisa, dado que además, en Caracas se habían concentrado buena cantidad de contrarrevolucionarios violentos y terroristas de los siempre perdedores de Miami, que habían intentado antes eliminarlo.
La información no oficial de que llegaba y no llegaba, mantuvo la imagen de Fidel por varios días en las primeras planas de los periódicos y noticieros de Radio y Televisión.
Lo insólito fue que el mismo día de la toma de posesión, entre la bruma del aeropuerto de Maiquetía, de Venezuela, alrededor de las cinco de la mañana, aparecía erguida y simbólica la figura del Jefe de la Revolución Cubana.
Nosotros estábamos allí desde las once de la noche y antes hicimos un simulacro de que regresábamos a Caracas pero en realidad nos escondimos en un recinto del aeropuerto y despistamos al resto de la prensa que regresó a la capital de ese país una vez más, sin información precisa.
Sin embargo, un periodista venezolano, de televisión, de reciente graduación, anónimo, se quedó todo el tiempo esperando y entrevistó a Fidel a su llagada, era su gran salto a la popularidad entre sus compañeros.
Como pólvora la entrevista corrió por todo el espectro radioeléctrico y de prensa en Caracas y el mundo, y a partir de esa publicación toda la campaña anterior fue silenciada y el viraje fue total, por la cortesía y las sólidas palabras de amistad y contenido político con que el Comandante en Jefe se expresó en relación con el pueblo venezolano.
La gusanera, los grandes empresarios y el imperio no dieron tregua. Empezó entonces la especulación diciendo que el avión en que llegó Fidel venía lleno de armas, falso argumento que se prolongó durante toda la estadía.
La estancia en Caracas siempre estuvo tensa, por la información que había de intentos de atentar contra Fidel por parte de la gusanera dirigida por Estados Unidos.
Para iniciar la ceremonia de toma de posesión, los Presidentes invitados al acto debían trasladarse caminando del hotel, entonces Hilton, ahora Alba Caracas, hasta el Teatro Teresa Carreño, a unos quinientos metros de distancia.
El trayecto era un espacio abierto, fácil para que un franco tirador pudiera hacer su trabajo pagado y de eso estaba muy consciente nuestra Seguridad Personal, por lo que procedió a rodear al Comandante, para transitar esa distancia, con escoltas ya consagrados, que fueran más altos que Fidel, incluso hubo que mandar a buscar a Cuba alguno de ellos.
El Jefe de la Revolución demostraba una vez más su desprecio al peligro y su valor moral y político y su figura fue la más aplaudida por el pueblo concentrado allí, hasta penetrar en el teatro.
La niña que esperó a Fidel
Casi al terminal la visita, uno de los dirigentes del Partido que acompañaba a Fidel, me llama a su oficina provisional en el Hotel Eurobuilding (este hotel, a medio terminar su construcción, ubicado en la periferia de Caracas, es hoy uno de los más importantes de la cuidad y se utilizó en ese entonces por razones de seguridad para hospedar a toda la Delegación, incluyendo a su Jefe), y me dice:
Mira, en el lobby del Hotel Hilton, hay una muchachita de unos 13 años, acompañada de su padre, con una foto del Comandante, que quiere que este se la firme y verlo y darle un abrazo y dice ella que no se va de allí hasta que lo logre y lleva ya varios días reclamando esto.
El Jefe te orienta que vayas en su nombre y le digas que te de la foto que él se la firma y tú se la regresas después, porque él tiene una agenda muy apretada y no va a ser posible verla.
Raudo y veloz partí para el Hotel Hilton a cumplir la misión encomendada, eran como las once de la noche y se suponía, como así fue, que al día siguiente él regresara a Cuba. Hay que decir que Fidel se entera porque en uno de los periódicos de la tarde, sale una foto de la niña haciendo esas declaraciones, las que calan hondo en su sensibilidad.
Cuando llego al hotel e investigo, me dice uno de los de la carpeta que la niña y su papá regresaron a su casa porque ya era muy tarde y que vendrían mañana, pero que habían dejado su dirección por si alguien venía a reclamarlos.
Con los mismos señores de la carpeta y la ayuda del chofer venezolano que me acompañaba, partimos para la dirección que habían dejado. Después de preguntar a varios vecinos, ubicamos el apartamento en aquel barrio humilde.
Nos identificamos y le explicamos a lo que veníamos, lo que resultó para la niña y su padre una gran alegría. Con la foto en mí poder, regresé al Eurobuilding, Fidel le puso su firma y además le envió una carta conmigo, diciéndole que le era imposible verla antes de irse, pero que se reunirían próximamente en Cuba, porque la invitaba a viajar a nuestro país para atenderla, con todos los gastos pagados.
Promesa que se cumplió unas semanas después. Así es nuestro Jefe de Grande.